Golpe blando en Perú: Duró sólo 16 meses el gobierno de Pedro Castillo

Este texto no pretende abarcar todas las aristas del proceso sino que es un punto de vista sobre la falsa grieta con que la burguesía pretende engañarnos.

Seguramente por la falta de una oposición real desde la clase trabajadora las distintas facciones burguesas se disputan el poder y para ello acuden ya hace años, como contra Zelaya en Honduras, Lugo en Paraguay, Evo Morales en Bolivia o Michel Temer contra Dilma Rousseff en Brasil, a estos golpes institucionales. Lo que discuten es la efectividad de las políticas para aplicar el ajuste y pauperizar más y más a las masas trabajadoras y populares. 

Tras anunciar la disolución del Congreso, que lo jaqueaba desde el primer día de su efímero gobierno, e instaurar un gobierno de emergencia excepcional, se encontró rápidamente con el rechazo de toda la oposición que anida en el parlamento, la cerrada oposición militar y de la policía nacional, e incluso su vicepresidenta -Dina Boluarte- se negó a apoyar la medida… mientras acariciaba la banda presidencial. 

Como dijeran hace ya más de dos siglos Marx y Engels “el gobierno del Estado no es más que la junta que administra los negocios comunes de la clase burguesa”. Y la realidad no se cansa de reafirmarlo, tras el engaño de la defensa del “interés general”, de la “igualdad ante la ley”, la burguesía presenta sus propios intereses particulares como intereses de todos, y los intenta poner por “encima” de la lucha de clases; pero cuando ésta surge ahí están los destacamentos armados como la Policía o la Gendarmería para defender sus intereses frente a los trabajadores.

Los gobiernos como Boric, Petro, Castillo, Fernández o Lula no son ni más ni menos que reflejo de lo que fueran los nacionalismos burgueses de otrora, sólo que en otro contexto mundial. El mundo atraviesa hace más de una década una crisis que combina crisis económica con ambiental, de un modo inédito y, en medio de ésta se hace más evidente que nunca que no hay margen para reformas duraderas. 

De allí los pequeños márgenes de sus supuestas contradicciones, cuando los vemos haciendo concesiones una y otra vez a la derecha política y empresarial no están haciendo más que expresar su carácter de clase;  por eso Castillo no se apoya en los trabajadores y campesinos que lo habían elegido como una alternativa al fujimorismo.

En dieciséis meses de gobierno, éste fue el cuarto intento de destituirlo. Castillo llegó al poder en julio de 2021 con el apoyo de algunos sectores de izquierda y la población históricamente marginada. Hubo otros dos procesos de destitución por la misma causa de incapacidad moral, que no alcanzaron los votos necesarios para ser aprobados y un juicio político por una insólita acusación de traición a la patria,  sin fundamento, que fue anulado por falta de sustento por el Tribunal Constitucional. La cuarta parece ser la definitiva.

El programa de la coalición «Perú Libre» que encabezó Castillo fue un programa capitalista denominado «economía popular con mercado», que respeta la propiedad privada y la inversión privada. Es un proyecto que los propios dirigentes de Perú Libre aclararon que no es ni comunista, ni socialista.

De hecho, Perú Libre ya gobernaba la provincia de Junín, cuando el fundador y líder de esa coalición, Vladimir Cerrón, fue gobernador entre 2010 y 2014, período en el que agravó las condiciones de pobreza y miseria del pueblo. Y cuando renovó su mandato como gobernador en 2018, fue procesado por corrupción. Quien asesoraba a Perú Libre es el ex asesor económico del Banco Mundial Pedro Francke, quien pide «prudencia fiscal», metas de inflación y se opone a la nacionalización de empresas. 

Toda la mal llamada izquierda continental mintió diciendo que Castillo era «un indígena», «un maestro» que «representaba a los más pobres del Perú», frente a los «blancos ricos del país». Y que desde que Castillo lideró el paro magisterial de 2017 «representa a las masas». Embustes y mentiras que ahora quedan al desnudo.

Esos planteos fueron los que impulsó la Revista Jacobin, editada por los socialdemócratas que forman parte del Partido Demócrata, el actual gobierno de los Estados Unidos.

Más allá de cómo cierra la burguesía su grieta, como tijera recorta siempre del lado del filo y las masas engañadas una y otra vez pagan con ajustes brutales y peores condiciones de vida, con destrucción masiva de pueblos enteros por la voracidad minera y agroexportadora. 

Tenemos que aprender de hechos como este golpe blando que, si queremos un gobierno propio, debemos construirlo ladrillo a ladrillo, desde los barrios y las fábricas. 

Tenemos que aprender que no se puede cambiar desde adentro este sistema podrido, que sólo sobre sus cenizas se podrá erigir un futuro diferente de igualdad real, donde los que producimos las riquezas gocemos con su reparto.

La burguesía aprovecha nuestra desorientación para hacernos correr detrás de sus proyectos que siempre nos tienen como mulas de carga. La corrupción de los gobiernos es real, pero tiene su origen en que éstos sólo pueden administrar los negocios de los grandes capitales que nos oprimen. Y, negocios son negocios… 

La historia demuestra decenas de veces que no son las malas o buenas intenciones de los gobernantes las que nos llevan a estar cada vez peor. Es el carácter de clase de éstos. Es una falacia que son tibios, sólo pueden serlo para oprimirnos y llevar a cabo los ajustes que los grandes capitales y el imperio demandan, porque ese es su rol.

Solamente una salida revolucionaria puede darnos a la humanidad un futuro próspero. 

Conclusión que nunca podrán sacar los partidos centristas y oportunistas que vienen de hace años apoyando candidatos de falso corte progresista, agitando fantasmas de una ultraderecha que, cuando gobierna, poco difiere de los Boric, Petro, Castillo o Lula.

O se está por una revolución obrera y popular que, sobre las cenizas del estado burgués, construya una sociedad socialista, o se sostiene el régimen democrático que bien utiliza el capital para avanzar con sus planes.

Crisis y pandemia ¿hacia dónde nos encaminamos?

La crisis mundial que estamos atravesando tiene varias interpretaciones, como marxistas  debemos buscar en la realidad objetiva las fuentes para nuestro análisis y, a partir de esa realidad, sacar conclusiones y marcar posibles tendencias para poder intervenir.

De boca de la burguesía todos son relatos

La burguesía mundial, en sus diversas expresiones, nos cuenta centralmente dos versiones, ambas tienen en común que la pandemia de Covid 19 es la causal primaria de la crisis, unos la explican por el efecto de esta en la economía y otros hacen eje en las políticas sanitarias que los diferentes gobiernos tuvieron para afrontar la pandemia para explicarla, o sea culpan al confinamiento más o menos prolongado o a la desidia. Con ambas explicaciones se intenta ocultar que la pandemia y el posterior cierre de las diferentes economías sólo aceleraron la tendencia a una crisis, no solamente económica, sino también financiera y ecológica, que ya venía manifestándose con recesión y sobrefinanciamiento globales a fines de 2019.

Recesión a fines de 2019

La entrada en lo que anunciaba una gran recesión se veía ya en las principales economías del mundo. En los EE. UU. el índice de producción industrial venía en caída desde septiembre de 2019. En Europa el sector industrial ya se encontraba en declive desde finales de 2018 y,  en su principal economía Alemania, con una caída de la producción industrial de los 63 puntos de fines de 2017 a 34 en abril de 2020. La economía japonesa se contrajo un 1,6% en el cuarto trimestre de 2019 y  la  China con un crecimiento del 5,6%, marcó su nivel más bajo desde 1990.

Endeudamiento record

La deuda mundial alcanzó en 2019 los 255 billones de dólares y este año ha superado el 322 % del producto bruto interno (PBI) anual del planeta, 40 puntos porcentuales (87 billones de dólares) más que la acumulada al inicio de la anterior crisis económica, en 2008.

Esta situación ya fue advertida en una nota que realizamos en febrero y profundizada en otra de junio de este año:

La pandemia desnuda al sistema capitalista

“La pandemia actúa como un fogonazo, donde se ven claramente las diferencias sociales, la inequidad de sistemas de salud  colapsados, la falta de viviendas, las paupérrimas condiciones en que viaja la clase trabajadora a sudar valor para los dueños de los medios de producción, todo se ve claramente por un momento, pero a su vez tiene un efecto acelerador de los proceso previos.

Diversas tendencias se venían desarrollando  en el mundo, previo a la pandemia, en lo que hace a la geopolítica la guerra comercial entre EEUU y China conteniendo procesos de cierre de las economías de ambos países como parte de un proceso de  cierre proteccionista del cual el Brexit es otro ejemplo.

En lo social, por una parte procesos de lucha de masas con grandes movilizaciones y, como contrapartida de estos, pero ya de más larga data, una profundización en el endurecimiento de los regímenes políticos y las situaciones de guerra abierta principalmente en Siria, Yemen, Sudán del sur, el Congo y Somalia. Finalmente los factores de la crisis económica en proceso, que también se encontraban en desarrollo antes de la pandemia, como el enfrentamiento entre Estados Unidos y China o los altos niveles de endeudamiento público y privado, la deflación y la tendencia a la recesión económica .”

La pandemia y las políticas para enfrentarla aceleraron procesos precedentes

Es indudable que la pandemia y las políticas de los diferentes gobiernos para enfrentarla aceleraron procesos precedentes, hoy los números de los informes de diferentes observatorios mundiales,  como la OIT, la UNESCO, el Banco Mundial, el FMI, etc., dan sobradas muestras de esto, más allá de que todos estos estudios ponen a la pandemia como causal de la crisis , como veníamos diciendo, la crisis es propia del sistema capitalista y es un coletazo de la crisis de sobreproducción relativa iniciada en 2008. Veamos algunos datos:

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a lo largo de los tres primeros trimestres de 2020 se han destruido en todo el mundo 332 millones de puestos de trabajo medidos en horas, es decir una merma del 11,7% en comparación con el último trimestre de 2019. Una muestra de que la crisis es estructural y no sólo debido a la pandemia es que estos números difieren entre países ricos y pobres, acentuando la desigualdad pero sin importar las políticas de los gobiernos para afrontar la epidemia. De los 322 millones de puestos de trabajo, 143 millones se perdieron en los países de ingresos medios inferiores (-14%), 128 millones en los países de ingresos medios superiores (-11%) y 43 millones (-9,4%) en los países ricos.

Según el Banco Mundial, entre 88 y 115 millones de personas caerán o permanecerán en 2020 bajo el umbral de 1,90 dólares diarios como resultado de la pandemia. El incremento neto del número de personas muy pobres en comparación con 2019 será de entre 60 y 86 millones.

Según el informe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), “Hasta 6.000 niños podrían morir cada día por causas evitables, como consecuencia de los efectos directos o indirectos de la covid-19. El número de personas en situación de inseguridad alimentaria extrema se incrementará hasta los 270 millones a finales de año, frente a los 149 millones de antes de la pandemia.”

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), “en el segundo cuatrimestre de este año la actividad manufacturera mundial cayó un 12,5%. Sin embargo, mientras los países industrializados tuvieron una caída anual del 16% de su actividad industrial, en los países en desarrollo fue del 22%. La falta de recursos para hacer frente a la pandemia en los países emergentes llevó a que tomaran deuda por USD 124.000 millones en los primeros seis meses de 2020. La volatilidad y pánico que creó la crisis llevó a que se produjera un fuerte flujo de capitales, el más importante de la historia, de los países emergentes a los países centrales. Esto sumó inestabilidad en las monedas y economías de los países emergentes. Según el FMI, aproximadamente un tercio de todas las economías de mercados emergentes se encuentran al borde del default.”

Esta coyuntura de una aceleración tremenda del deterioro de los salarios, las condiciones de trabajo y de vida de gran parte de la población del planeta y las hambrunas se combina por una parte con el ascenso de masas precedente y la necesidad del capital de concentrar y relanzar la tasa de ganancia, y acentuó, como veremos más adelante, la desigualdad en todos los planos.

Las recetas del capital para salir de la crisis

Las crisis de sobreproducción relativa en el capitalismo del SXX se resolvieron con guerras destruyendo fuerzas productivas. Desde finales del siglo pasado el capital avanza sobre el trabajo provocando caída de salarios y precarización en el empleo a fin de incrementar la plusvalía, han intentado salir de la crisis de las .com y de la recesión del 2008 convirtiendo deudas privadas en públicas, aplicando medidas de austeridad complementadas con emisión monetaria.

En términos marxistas podríamos decir que fueron vanos intentos de eludir la ley del valor, Marx dice que estructuralmente las cosas sólo tienen valor porque en ellas se ha objetivado trabajo humano. Por lo tanto, el capital financiero no puede prevalecer permanentemente sobre el productivo o el comercial. Y, por otra parte, el intento de aumentar la cuota de plusvalor extraída del trabajo pauperiza a la clase trabajadora, alejándola del consumo e incrementando la crisis de sobreproducción relativa.

Para salir de este laberinto el capital sigue hipotecando la vida en el planeta.

Entre los factores comunes que marcan  la continuidad de la etapa contrarrevolucionaria de la lucha de clases mundial, iniciada a finales de los 70 del siglo XX, destacamos la avanzada incesante del capital sobre el trabajo con deterioro del salario y precarización del empleo, aumento del extractivismo y el agronegocio con la destrucción del medio ambiente como corolario, la marginalidad creciente de cada vez más sectores de la población y naciones completas, el corrimiento a la derecha de las corrientes políticas y la salida a las crisis dentro de la política de reacción democrática.

Revolución 4.0 y Capitalismo  sustentable

Los cambios tecnológicos tienen un indudable impacto sobre las estructuras macroeconómicas. Durante las últimas dos décadas, el progreso tecnológico se ha acelerado de manera exponencial. En el prefacio del informe “The Future of Jobs” Schwab y Samas (2016) definen lo que se entiende por Cuarta Revolución Industrial: “Hoy, estamos al principio de la Cuarta Revolución Industrial. Los avances en genética, inteligencia artificial, robótica, nanotecnología, impresión de 3D y biotecnología, (sólo para nombrar unos cuantos) se completarán y se amplificarán entre ellos. Este proceso colocará en funcionamiento la revolución más penetrante y abarcadora que no hemos visto nunca”.

Más que revolución se trata de la consolidación del modelo neoliberal

Una combinación de mayor explotación y medidas apuntadas a fortalecer el disciplinamiento: flexibilidad, combinación de tareas, eliminación de categorías, horas extras, mayor tecnificación, tercerización de procesos, contratos por tiempo indefinido, nuevas modalidades como el teletrabajo haciendo desaparecer la frontera entre lo público y lo privado, intensificando la demanda de trabajo y disminuyendo los costos inmediatos son algunas de las características de este combo, que busca desmontar derechos conquistados de los y las trabajadoras a lo largo de más de un siglo.

La “revolución 4.0” será devastadora sobre la población. Inicialmente provocará una reducción del trabajo socialmente necesario generando mayor plusvalía, pero simultáneamente, al introducir los capitalistas estas nuevas tecnologías en sus empresas, se generará una reducción en las tasas de ganancia  y habrá un crecimiento del ejército de reserva producto del desempleo tecnológico, que se estima reducirá un tercio de los puestos trabajo existentes.

Si bien discursos apologéticos ven estos cambios como una “nueva revolución industrial” que podría relanzar la tasa de ganancia abaratando el costo de vida y creando nuevos trabajos en nuevas disciplinas que compensen los despidos masivos, lo cierto es que ésta es una posibilidad que no parece probable. Lo cierto es que desde los años ´70 la tasa de ganancia se encuentra prácticamente estancada, y por eso los embates de la burguesía son cada vez más feroces contra nuestra clase. Se podría pensar, y la burguesía piensa en efecto, que el pasaje a las energías renovables podría dar el salto en calidad que necesitan para sostener sus tasas de ganancia, pero por un lado, los imperios centrados en la explotación del petróleo hacen lobby para ignorar las presiones ambientales que hacen necesario este cambio, y por otro lado, la poca disponibilidad de ciertos minerales hace que sea imposible sostener el nivel de producción y recambio que lleva adelante el capitalismo en la actualidad. Y si se hiciera se haría a costa del tercer mundo: a costa de la mano de obra semiesclava en el reciclado de desechos tóxicos electrónicos y minería del Coltan, y a costa de llevarse con el litio, el oro y otros minerales, el agua de los acuíferos confinados en altura (por ende no renovables) de la Puna, ya que es allí donde están las mayores reservas de litio. Una transición hacia energías renovables debe incluir un debate sobre el uso y desecho desbocado de materiales que está haciendo el capitalismo a costa de la contaminación y agotamiento de bienes comunes a escala planetaria. 

La desigualdad ha aumentado este principio de siglo como nunca antes en el mundo

La crisis global trae aparejada una profundización de la desigualdad en tres planos: el principal, entre las clases sociales, y luego entre Estados centrales y periféricos, y entre Estados y grandes corporaciones. Es decir, que en todos los niveles los débiles son cada vez más débiles y los fuertes cada vez más fuertes.

El desarrollo desigual y combinado de la economía global se marca a fuego en las diferencias en cuanto a legislación ambiental, mientras el primer mundo juega al capitalismo verde, en los países más atrasados los remanentes de la “era del petróleo”, el extractivismo y el agronegocio pauperizan y exponen a enfermedades y catástrofes a poblaciones enteras.

El pacto verde se ha puesto en marcha en Europa a una velocidad prodigiosa con los autos eléctricos, la producción de hidrógeno y la industria del litio como alfiles. Declaraciones del director de Ford en Alemania denunciaban cómo las grandes compañías norteamericanas, retrasadas en su transición eléctrica, se veían arrinconadas si no expulsadas por las nuevas regulaciones medioambientales de Bruselas. Ante lo cual la General Motors en EEUU respondió presurosa retirando su apoyo a la política trumpista y alineándose con el Green New Deal de Biden.

Esta nueva carrera se complementa con los millonarios contratos de las cerealeras, como por ejemplo  en Argentina y Brasil, que mediante el uso de agrotóxicos prohibidos en Europa sacarán mayores rindes a la tierra recientemente arrasada por el fuego; las megafactorías de carne porcina que amenazan con enfermar a millones; el fracking  que exprimiendo los yacimientos hasta la última gota anuncia con decenas de sismos el hundimiento de pueblos enteros y el extractivismo megaminero  que, para proveer las materias primas que la “revolución 4.0” precisa para desarrollarse, necesita  bajar sus costos mediante la destrucción de porciones enteras del planeta. Muestras de esto son la esclavitud laboral en las minas del columbio tantalio en el Congo o el poder de dar golpes de Estado como en Bolivia para cerrar contratos por el Litio; otros rasgos de barbarización es el crecimiento desmesurado de secuestros de mujeres para las redes de trata y la proliferación de narcoestados.

La globalización trae un incremento incesante de la desigualdad social en el planeta. Según la OXFAM para enero de este año los 2.153 multimillonarios más ricos del mundo poseían una riqueza equivalente a la de 4.600 millones de personas, es decir, el 60 por ciento de la población mundial.

En cuanto a la desigualdad entre corporaciones y Estados, es también un dato de OXFAM que las 10 empresas que más facturan en el mundo lo hacen por una suma superior a los ingresos públicos de 180 países juntos.

Las grandes movilizaciones caen una y otra vez en las trampas de la reacción democrática

De las grandes movilizaciones de fines del año 2019 y principios del 2020, con la pausa ocasionada por el encierro y el temor a la enfermedad, pasamos a nuevas huelgas y movilizaciones a lo largo y ancho del planeta. Esta nueva oleada de luchas es impulsada, como la anterior, por el deterioro inducido por la crisis combinado con cuestiones democráticas.

La respuesta de los gobiernos a estas movilizaciones es, como lo marca la etapa, la combinación de por un lado la represión que, junto a otros métodos de control social, se ha incrementado durante la pandemia, y la salida dentro del régimen concediendo asambleas constituyentes como en Chile, elecciones anticipadas como en Bolivia o derechos democráticos a cambio de desmovilizar a las masas y encuadrar sus luchas dentro de las trampas de la democracia burguesa.

La clase trabajadora y los sectores más pobres de la población desarrollan luchas, huelgas y hasta semiinsurrecciones que, en varios casos, se llevan puestos a los gobiernos de turno; igualmente las  características centrales de las luchas en esta etapa es que son defensivas, aisladas y que las masas, a causa de su actual estado de conciencia y organización (elementos que van paralelos) no logran nuclear a lo más destacado de las diversas luchas, probablemente por la falta de una dirección capaz de ayudar a estos procesos. 

Queremos enfatizar en este punto que por “dirección” no entendemos al conjunto de brillantes individuos capaces de guiar a las masas. Entendemos que lo necesario es la gestación de debates políticos de masas que vayan trazando una línea política que direccione y organice a la clase trabajadora en el sentido de un cambio revolucionario, en lugar de luchar por pequeñas reformas en el sistema democrático que constantemente se pierden como producto de la aplicación de las líneas políticas que direccionan a la burguesía.

Por la política de reacción democrática, privilegiada por el capital por casi ya medio siglo, han logrado que la “democracia” sea asimilada en el imaginario colectivo como un bien en sí misma. En nombre de la democracia se desmontó la conquista más grande de la humanidad que fueron los Estados obreros, se desarrollaron guerras e invasiones y, en lo cotidiano, con salidas electorales o constituyentes de diverso tipo han logrado desviar todos los procesos donde las masas movilizadas desbordaron a sus direcciones tradicionales, levantando como norte la caída de los gobiernos de turno.

Tal es así que esa salida democrática se convierte en una traba para los procesos insurreccionales, los desmonta y apacigua, logrando a veces estabilidad por años de ajuste constante de las condiciones de vida, deterioro de las condiciones laborales y caída de los salarios que implica, en muchos casos, retrocesos sociales, pasando de capas medias a pobres y de pobres a indigentes a  grandes sectores de la clase trabajadora e incluso arrojando a la miseria absoluta a naciones enteras como varias de África, donde las enfermedades y las guerras tribales hacen retroceder a la esclavitud y la barbarie a la mayor parte de la población. A este fenómeno de barbarización que ya es de larga data debemos sumar a países como Haití y probablemente a algún otro de Centroamérica (como Guatemala y Honduras que quieren llevarlas en ese sentido), a Palestina y a Siria.

¿Podrá el capitalismo superar la crisis sin destrucción masiva de fuerzas productivas?

Los costos de la crisis lo paga la clase trabajadora, como es habitual en la normalidad capitalista, en algunos casos mediado por los Estados, mientras las personas más ricas y las corporaciones más grandes no están participando del esfuerzo de la recuperación en la misma medida. La salida de la posguerra mundial tuvo como gran estrategia de reconstrucción de Europa y reactivación de su economía al Plan Marshall, pero también trajo aparejado un sistema fiscal que cobraba grandes impuestos a las riquezas para financiar estas obras y un férreo control de capitales, para que los capitales se reinviertan en el país donde fueron generados. Hoy pareciera que el capital exige un Plan Marshall para reactivar la economía mundial pero no quiere poner la parte que les toca, ni realizar ningún sacrificio, debido seguramente  a que nadie les asegura que sin una gran destrucción de fuerzas productivas las economías logren relanzar las tasas de ganancia en los términos que el capital mundial requiere. Y además es normal, ya que la salida de posguerra no fue producto de la buena voluntad de la clase dominante, sino que el clima revolucionario de esos años la obligó a ceder.

Esta situación de crisis y salto hacia atrás de gran parte de las masas trabajadoras del planeta, traerá nuevas oleadas de luchas, ya estamos presenciando un incremento en las huelgas a lo ancho del planeta, sobre todo en India, Francia e Italia, principalmente en el sector de servicios. Junto con esto también presenciamos una vuelta a las semiinsurreciones populares en Latinoamérica y un incremento de las luchas ambientalistas. De que las luchas superen a las direcciones tradicionales, construyan sus propias direcciones en el sentido de  lograr una subjetividad que retome el ideario de una salida socialista y rompan con el límite que les impone la democracia burguesa dependerá que las masas pongan un freno al avance de la burguesía en esta desenfrenada carrera hacia la barbarie capitalista. Esto último plantea la necesidad, por parte de quienes aspiramos a un cambio radical, de un sólido trabajo en las masas de nuestra clase para avanzar en conciencia y organización.

La vivienda es un derecho

Las grandes luchas de la clase trabajadora permitieron en el siglo XX que muchos países hicieran parte de su sentido común el derecho a la vivienda digna, incluso quedando consagrado tal derecho en la Constitución Nacional del Estado burgués en el caso argentino. Este derecho se satisfacía de variadas maneras, ya sea créditos accesibles a los salarios de la mayoría de la clase trabajadora, o planes de vivienda estatales. El acceso a la vivienda era inseparable de otras reformas conseguidas por la lucha obrera, tales como arrancarles a las patronales trabajos registrados y con niveles salariales que permitían a una familia obrera promedio acceder a la vivienda.

A partir de los años 70, y fundamentalmente en los últimos 20 años, a nivel global, en el marco de la ofensiva de la burguesía contra la clase trabajadora, el acceso a la vivienda pasó a ser cada vez más imposible para cada vez más sectores trabajadores. Por un lado, la burguesía encontró un nicho de valorización en la especulación inmobiliaria, lo cual fue elevando los precios de las construcciones cada vez más, mientras en paralelo, se reducían los salarios y crecía el empleo no registrado. 

Así, mientras en 1973 se requerían 18 salarios promedio para acceder a una vivienda de 80mts 2 en condiciones, en 1993 eran 30 salarios, en 2003 60 salarios y hoy en día más de 100. Y eso considerando los sueldos del sector registrado, siendo que en el no registrado los salarios son mucho menores. En 2015 ya se calculaba que solo el 1% de les trabajadores podía acceder a una vivienda del tamaño mencionado si contaba solo con su salario (sin ayudas de terceros o la recepción de herencias), siendo el sector del petróleo, gas, carbón y uranio, con su procesamiento y transporte, el único que conservaba un poder de acceso a la vivienda comparable a lo que tenía cualquier sueldo promedio en los años 70.

A su vez, el aumento de los costos para comprar o construir impacta en los costos para alquilar, elevándose, de esta manera no es de extrañar en lo más mínimo que se multipliquen las tomas y asentamientos. Hemos llegado a una situación en que una de cada cuatro personas no accede ya a una vivienda medianamente aceptable, mientras en simultáneo solo en CABA hay 200 mil viviendas vacías.

Para sostener este proceso y contar con la complacencia de muches trabajadores, la burguesía ha montado todo un aparato de propaganda que ha hecho desaparecer del horizonte de reclamos mínimos del proletariado el acceso a la vivienda. Logran que muches trabajadores tengan más simpatía por la cana que por aquellas personas de su clase que no tienen donde vivir, explotando en su favor el recuerdo de una época donde trabajando se podía acceder a la vivienda. Pero ello ya no es así y cada vez es peor, y si no se revierte ese proceso, quienes aún acceden a la vivienda por la colaboración de varios familiares y/o herencias, no podrán garantizar ese acceso a sus hijes en el futuro. Luchar hoy por el derecho a la vivienda de toda la clase es luchar por el derecho a la vivienda de nuestros hijes en el futuro. 

El proceso de especulación inmobiliaria tiene otros varios efectos, entre otros, la destrucción de humedales mediante incendios como por ejemplo en los últimos meses en Hudson, el delta del Paraná o las sierras de Córdoba. Ello trae aparejado no solo la contaminación del aire que respiramos sino que el agua que antes iba ahí pasa a inundar otras zonas, en general barrios populares. Es por ello que se estima que más de la mitad de los barrios privados de Córdoba fue hecho en forma ilegal violando las leyes, pero la burguesía maniobra para que eso no genere el mismo repudio que una toma porque “ahí se pagó”, por más que sea fruto esa propiedad originalmente de un acto ilegal contra toda la sociedad.

La especulación inmobiliaria que lleva a la destrucción de la naturaleza no solo debe generar empatía por las imágenes de los animales que mueren o huyen, sino porque es una de las causas de que miles de personas de nuestra clase no accedan a la vivienda digna.

En paralelo a todo esto, la respuesta del Estado burgués a la situación ante el reclamo popular es siempre pensada desde el corto plazo, para las siguientes elecciones, y no como solución estructural. Así, se idean planes, Procrear por ejemplo, que priorizan la generación de empleos temporales en el corto plazo en la construcción, por eso son créditos para construir o comprar nuevo y no para comprar usado, o se pone el eje en beneficiar a las empresas de la patria contratista, así en los municipios del conurbano se reemplazaron los créditos para la autoconstrucción cooperativa por viviendas de muy mala calidad encargadas por los municipios.

En la actual crisis más que nunca es necesario volver a poner sobre la mesa el derecho de nuestra clase a la vivienda, máxime cuando se propagandiza en todos lados la salida represiva. Si bien la toma de Guernica por su magnitud quizás no se desaloje en forma violenta, en estos días se están dando decenas de desalojos en otros lugares más chicos. De hecho, la cana lo sabe y aprovechó la oportunidad para presionar por sus intereses en la reciente asonada.

Aunque creemos que el Impuesto a las Grandes Fortunas no es solución a mediano y largo plazo (porque los capitales se van a donde les sea más barato) debe ser ocasión para discutir por qué siempre prefieren cobrarle a les trabajadores, y a dónde debería ir ese dinero en el corto plazo.

En definitiva, la vivienda es un derecho humano de nuestra clase, debemos luchar contra la trampa de la meritocracia, del a mi no me va a pasar, sabiendo que si seguimos así es cada vez más probable que nos pase. 

Es complicado, pero hay que construir los medios para encontrarse, para no seguir retrocediendo en la conciencia y solidaridad, para lograr lo que es nuestro derecho.

La asonada policial ¿un conflicto entre clases o entre facciones burguesas?

La clase social que detenta el poder en Argentina es la burguesía y dentro de la misma específicamente los sectores más concentrados. Esto es así desde hace décadas pese a momentos como los primeros años del kirchnerismo, donde las Pymes fueron apoyadas por su rol para generar empleo, disminuyendo rápidamente el desempleo y así ayudar a contener el malestar social propio de las insurrecciones del 2001, en un contexto donde era posible por la situación económica mundial favorable con altos precios de las materias primas (Viento de Cola).

Hoy nos encontramos en una situación muy diferente, la economía mundial en una crisis muy aguda (las comparaciones con la de 1930 no son en vano) previa a la pandemia, que en todo caso es utilizada como excusa para no desnudar la imposibilidad del capitalismo para atender las cuestiones más elementales como la vivienda y el empleo, e incluso poner en juego la existencia de la vida sobre el planeta.

El gobierno de Macri luego de su triunfo electoral de  las legislativas de 2017 se había lanzado a profundizar el ajuste en curso con la política llamada “reformismo permanente”, que en realidad englobaba las reformas impositiva, previsional y laboral. Esta política dio sus primeros pasos logrando avanzar sobre las jubilaciones y chocó rápidamente con las masas que, como en ocasión del intento de liberar a genocidas con el 2X1, con la movilización unitaria logró poner un límite a esa política. Parte de la reforma jubilatoria fue postergada en las calles (aunque se avanzó en ella en el macrismo y este año también), y la reforma laboral fue retirada de la mesa para pasarla convenio por convenio con acuerdo de la misma burocracia a la que le quitamos ya hace años el atril. El PJ, entonces líder de la oposición, puso paños fríos con el “hay 2019” logrando desviar la movilización hacia las urnas.

Con el triunfo de Alberto Fernández la alegría de las masas de haberse sacado a Macri de encima estaba destinada a durar muy poco, el gobierno tenía que llevar adelante el ajuste que el anterior no había podido completar (aunque sí se había avanzado fuertemente) y en sus primeros pasos ya mostró que la megaminería, el extractivismo y agronegocio serían los pilares de su gestión económica, sumados a las condiciones que ponía el FMI.

Poco después de marzo, donde oficialismo y oposición se vieron obligados a cerrar filas por la pandemia, comenzaron los roces a partir de políticas como la centralización del sistema de salud, el impuesto a las grandes fortunas, la reforma judicial o la expropiación de Vicentin. Estas diferencias sumadas a la buena performance electoral de Cambiemos en Octubre del 19  inician una disputa por la gobernabilidad.

El sector más concentrado del capital viene demostrando que detenta el poder (los despidos y suspensiones pese al decreto del gobierno son botón de muestra), tanto gobierno como oposición acuerdan en las políticas de fondo, la disputa es sobre qué gobierno es más eficiente para llevarlo adelante. ¿Quién es mejor para ajustar?

En este contexto el gobierno lanza el Plan Centinela que implica la inversión de 38.000 millones en mejoras de equipamiento, salarios y reclutamiento para las fuerzas de seguridad justo cuando la desaparición forzada de Facundo Castro visibilizaba la salvaje represión que se está llevando a cabo por las fuerzas policiales y de seguridad y particularmente por la policía de la provincia de Buenos Aires. Estos fueron los dos detonantes de la asonada policial; subidos a la perdida de salarios directa e indirecta los jefes policiales discuten quién y cómo manejaría esa millonaria inversión y la necesidad de impunidad de las fuerzas para seguir reprimiendo a los sectores populares. Política avalada no solo por el Macrismo sino también por la “derecha” peronista personificada en Berni. Lo cual no quita que el deterioro salarial frente a la inflación, y la pérdida de adicionales legales e ilegales por la pandemia no ayuden al caldo de cultivo. Poco tiempo antes los medios de comunicación ponían de relieve la inseguridad y como parte de esta la toma de tierras por miles de familias que están siendo arrojadas a la calle por la miseria creciente. Queriendo instalar la necesidad de más mano dura por parte del Estado.

Ante la movilización policial a la casa del gobernador y la quinta de Olivos hubo mucha preocupación en sectores de la clase obrera y el movimiento de derechos humanos entendiendo la posición policial como una exigencia de parte de la oposición de correr los límites de la democracia burguesa. Si bien no hubo un intento de golpe de estado (y si lo hubo ¡menuda conducción democrática la que premia a los “traidores a la patria” con un aumento de sueldo!), es cierto que existe la visión de la burguesía de que el régimen democrático burgués le pone límites a su voracidad. Por eso los medios hegemónicos quisieron despertar simpatía por la policía queriendo mostrar que son útiles, o que arriesgan la vida más que otros, logrando una empatía bastante amplia. Situación exactamente contraria a cuando cubren conflictos laborales en general, incluso en sectores que arriesgan mucho más la vida, como la construcción o el transporte.

Debemos aprender la lección de los ocurrido: por un lado, la burguesía cada vez corre más a la derecha los límites de la democracia; por otro lado, si bien sobre los policías la denuncia de golpismo queda en la nada, ante las movilizaciones de la clase trabajadora si no va a haber problemas en aplicarles todas las leyes represivas, pensemos que a quienes protestaban contra la mina de Andalgalá se les aplicó la ley antiterrorista.

La resolución con quita de fondos a CABA para sostener el aumento fue en parte un “vuelto” al macrismo que terminarán pagando les vecines con recortes o con más ABL, demostrando el gobierno que cuando quieren hay plata, no porque sobre, sino porque eligen en qué gastar.

Como ya mencionamos, es importante el peso de los adicionales en el salario de la policía cortados por la pandemia, pero también tenemos que remarcar la participación de la policía en todo tipo de negocios ilegales, que son parte estructural de la fuerza y no una necesidad por los bajos sueldos, y, finalmente cuál es el rol social de las fuerzas represivas, más allá de la ideología de cada uno de sus individuos. La cuestión no es si son trabajadores o no, sino si son compañeres en la situación real por su función laboral. La militancia como parte de la clase obrera no es algo determinado genética o territorialmente, sino producto de un conjunto de relaciones sociales. Les policías puede venir de la clase o de barrios obreros (en la mayoría de los casos es así) pero su realidad es otra, y por lo tanto también lo son sus intereses. En concreto, su función social institucional, en un entrelazamiento con la represión, el delito y los crímenes contra la población, los alejan de la lucha por la liberación de la clase.

Recapitulando, debemos estar advertidos del corrimiento a la derecha de la burguesía incentivada por las dificultades para salir de la crisis, así como tener en claro quiénes son nuestros compañeros de lucha y quienes nuestros enemigos, y finalmente debemos tomar notas de todas las cosas que los medios de comunicación resaltan para legitimar en la protesta policial pero ocultan en los reclamos de la clase, es nuestro deber como clase organizarnos para enfrentar el ajuste teniendo todo esto en claro ya que a la hora de salir a luchar no nos tendrán contemplaciones.

Coyuntura: ¿Hay un giro a la derecha de las masas?

En el marco de la pandemia por el COVID 19 y las medidas de protección necesarias para evitar su propagación hemos asistido a una reducción de la presencia masiva en las calles de la militancia en favor de las causas populares. 

Esta situación es aprovechada por derecha para ganar las calles, aunque sus movilizaciones no sean masivas, y junto a los medios de comunicación masiva de las patronales imponer una imagen de un giro a la derecha del conjunto de la población y fijar agenda de qué es lo que se debate. Al presentar este humor social como dominante se espera que luego la mecánica de “espiral de silencio” haga el resto, esto es, la tendencia a acoplarse a las opiniones que se consideran mayoritarias.

Esta mecánica es reforzada desde el propio gobierno del Frente de Todos y sus medios de comunicación afines, que de este modo, por un lado, presentan un humor social que hace muy difícil implementar cualquier medida progresiva (ejemplo Vicentín), por otro lado, presentan como principal causa de la expansión del coronavirus a estas minorías que se movilizan y encubren que la principal razón es su pertenencia a una clase social que solo le interesa ganar más permitiendo que se abran las más variadas actividades en cualquier condición, y, en tercer lugar, ponen en la agenda pública distracciones que evitan que se visibilicen otras cuestiones como el radical deterioro de las condiciones salariales y laborales del proletariado, con un salario medio que ha bajado entre el 2015 y la actualidad de 589 dólares a 221 dólares, así como en la aplicación de hecho de reformas laborales con la excusa de la pandemia incluyendo la polifuncionalidad o por primera vez desde 2001 la rebaja nominal de salarios (a quienes son suspendides) o la profundización del modelo extractivista en el país.

Consideramos que no hay únicamente un giro a la derecha en las masas, sino que hay fenómenos contrapuestos. Por un lado, hay que prepararse para una burguesía a la que cada vez le cierra menos en el mundo las formalidades democráticas para contener las inestabilidades sociales que generan la miseria y la destrucción de las condiciones de vida. Está burguesía tiene llegada en un sector de masas al que apoya en su radicalización por derecha. Pero por otro lado, las movilizaciones en diferentes partes del mundo y en el país, aunque sean de forma defensiva, expresan una realidad contrapuesta a la que la burguesía pretende responder con más represión.

La política de reacción democrática instalada en los 80 se va agotando y la burguesía prepara las condiciones para legitimar la represión una vez pasada la pandemia, ya que la misma no ha hecho sino profundizar una crisis que era previa a la misma, generando las condiciones para que haya más protestas sociales.

También es de esperar que el rol represivo del Estado burgués se profundice en otros aspectos, por un lado en el plano externo, donde vemos la exacerbación de las disputas geopolíticas por áreas de influencia (el Pacífico este, los Himalayas, el norte de África, el este de Europa, el Mediterráneo occidental, etc.), como en sus asociación a nivel interno en la represión parapolicial que va asociada al manejo de las mafias vinculadas a la trata de personas y/o el narcotráfico.

No desconocemos que hay una base real para ese giro a la derecha por parte de un sector de las masas, lo cual a su vez es fogoneado desde arriba, con gran inversión en ello no sólo por los grandes medios de comunicación, sino también en redes sociales, pero también es necesario organizar y preparar a los sectores de las masas que se ven afectados por las consecuencias de la profundización de la crisis.

En este sentido, las crisis suelen ir acompañadas del aumento de la inseguridad, tema que suele ser muy explotado por la derecha y que desde las izquierdas no se puede ningunear, sino que se deben debatir de cara a las masas.

Es necesario explicar de cara a las masas cada una de estas cuestiones, y discutirlas en su seno, para irse preparando para enfrentar los desafíos que presentan los escenarios en desarrollo a nivel local, nacional e internacional.

Repudiamos las declaraciones de Duhalde

Y la hipocresía de un gobierno que sostiene al aparato represivo como pilar de su política

Días atrás, una vez más, Eduardo Duahalde hizo gala de su pensamiento fachistoide. Dijo el máximo responsable de la Masacre de Avellaneda, donde murieron asesinados el 26 de junio de 2002 Maximiliano Kosteki y Darío Santillán: «Es ridículo que piensen que el año que viene va a haber elecciones. ¿Por qué va a haber elecciones? Tenemos un récord, la gente no lo sabe o se olvida: entre 1930 y 1983 hubo 14 dictaduras militares, presidentes militares» y contextualizó estas declaraciones en la vuelta de los gobiernos golpistas en Latinoamérica mencionando a Bolivia, Brasil y Chile entre otros.

Explicó que la crisis social y económica se va a profundizar y “se va a generar un clima peor al ’que se vayan todos’, porque vamos a un escenario evidentemente peor que el 2001, ya que puede terminar en una especie de guerra civil”.

Estos dichos hicieron levantar la voz a todo el espectro político repudiando los dichos por antidemocráticos, repudio necesario en esta Argentina que como dijo E.D. tiene un pasado golpista. Pero no creemos que solo baste con repudiar, también tenemos que analizar lo que dijo, tomado de quien viene. Sus dichos, a pesar del público repudio del propio gobierno, se complementan con los del ministro de defensa A. Rossi volviendo a plantear la convicción democrática de las FFAA, cosa que nos debería dejar tranquilos, pero lo que no dice es la convicción represora de un gobierno que viene avalando hechos de tortura y muerte en comisarías, desapariciones forzadas, casos de gatillo fácil y detenciones arbitrarias por doquier.

Sumado a esto tenemos que advertir que estas declaraciones también tienen una utilidad extra para el gobierno, ya que le permiten presentarse como un mal menor de uno mayor representado por una”derecha” golpista, a la vez que desvían la atención de los graves problemas que azotan el país.

¿Mal menor o una política diseñada para reprimir el conflicto social?

Lo que no dicen en el gobierno es que ellos también barajan la hipótesis de posibles estallidos sociales empujados por la miseria creciente que, con el pago de la deuda, la crisis económica mundial y la pandemia sin duda pegará un salto. Y para ello se prepara desde que inició el gobierno hablando de vuelta de página con las FFAA e intentando lavarles la cara sacándolos a los barrios a hacer tareas asistenciales, pero no solo ideológicamente se preparan, también lo hacen en lo concreto .

En estos días, en una reunión cumbre con las máximas autoridades, el gobierno puso en marcha el Plan Centinela, que prevé una inyección de 10 y 12 mil millones de pesos de nación a provincia y los municipios que será destinada al reclutamiento de 10.000 nuevos efectivos policiales, compra de 2.000 patrulleros, refacciones y ampliación de unas 200 a 300 comisarías, construcción de cárceles y adquisición de todo tipo de insumos y pertrechos, desde armas a cámaras de vigilancia.

La diletancia y, los retrocesos para afrontar el acuerdo por  la deuda, el repliegue por la “expropiación” de Vicentin, el congelamiento de la cuestión del aborto, el dejar hacer a las  empresas pese a prohibir despidos y suspensiones a la baja y el incremento del discurso de mano dura frente a la inseguridad, sin duda son políticas que fortalecen a los sectores  de los cuales Duhalde es vocero. El gobierno actúa para dejar tranquilos a los empresarios de que no van a necesitar un golpe de estado para aplicar los planes de ajuste, extractivismo, agronegocios, etc. y mientras así sea la institucionalidad burguesa será respetada.

Ante un hipotético estallido, como han ocurrido en Latinoamérica a fin del año pasado o principios de este, trabajadoras, trabajadores y sectores populares  también deberíamos  pensar y construir alternativas de poder desde abajo.

Nuestras diferencias con el llamado «Green New Deal»

ssss

Con la creciente evidencia acerca de la posibilidad real de llegar a un colapso ecológico mundial en el presente siglo, incluyendo dentro de ello la extinción de la especie humana, han aparecido voces dentro de la burguesía, pero principalmente entre la centro izquierda y la izquierda, indicando que con medidas aisladas a modo de “parches” no va a alcanzar para evitar la catástrofe y se necesitan medidas de cambio más estructurales. 

En este contexto es que han aparecido propuestas como, por ejemplo, el “Green New Deal” en Estados Unidos o el Nuevo Pacto Ecosocial y Económico en nuestra región. 

El primero es una propuesta del ala izquierda del partido demócrata norteamericano para descarbonizar la economía del país del norte en 10 años, pasando a estar basada en energías renovables, modificando la industria y la agricultura, y generando sistemas de transporte limpios y nuevos patrones de consumo. Ello en simultáneo con el mantenimiento del nivel de empleo, y apuntado a universalizar los derechos laborales, la sanidad, la educación y la vivienda.

El segundo apunta, por un lado, a parar la acumulación capitalista mediante la combinación del desarrollo de redes desde abajo y plebiscitos, leyes y otras acciones que cambien la correlación de fuerzas, y, por otro lado, a remodelar la sociedad en función de la justicia ambiental y social, con eje en redes de cuidado (desde el hogar hasta el empleo asalariado) que articulen a Estados, empresas y sociedad, y de relaciones afectivas más que en la acumulación de cosas materiales. Para ello propone algunas medidas avaladas incluso por organismos internacionales, como puede ser la renta básica universal o los impuestos progresivos (caso del impuesto a las grandes fortunas), junto a otras más radicales como la anulación de la deuda externa al sur global, reparto de horas de trabajo con iguales ingresos, reparto de la tierra, libre circulación de semillas y acceso al agua. La lista de medidas propuestas se completa con el apoyo a la agroecología, a la propiedad social y comunitaria, a los mercados locales y las pequeñas empresas, la constitución de redes de información no controladas por los grandes capitales, la eliminación de la megaminería, el monocultivo y la deforestación, la democratización del crédito, el fortalecimiento de la autodeterminación de las comunidades locales, el desarrollo de matrices energéticas renovables, descentralizadas, desmercantilizadas y democráticas, la generación de redes de transporte colectivos, y el establecimiento de redes de intercambio internacionales alternativas y no dolarizadas. 

Si bien creemos que algunas de las demandas planteadas deben formar parte de un programa de demandas mínimas, tenemos diferencias estructurales con las propuestas planteadas. La lógica del capitalismo tiene por eje la expansión constante del mismo más allá de las consecuencias, por eso invierte en aquello que es más rentable, lo cual puede secundariamente satisfacer o no necesidades sociales. Pretender eliminar este eje supondría eliminar el capitalismo, no hay otro capitalismo posible.

Pese a ser cierto que hubo épocas en que los capitalistas cedieron más a la masas que hoy en día, ello se debía a circunstancias que ya no existen. Por un lado, el temor palpable a una revolución, por otro lado, aún quedaban amplias partes del globo por introducir a las relaciones capitalistas y era factible ceder en algunos lugares derechos sin afectar la acumulación de capital. Hoy todo el orbe ha sido incorporado al mercado capitalista, y en un contexto de caída tendencial de la tasa de ganancias, los capitalistas se ven forzados a una huida hacia adelante en la que deben avanzar sobre las condiciones de la clase trabajadora y sobre la vida en el planeta. 

Aunque hay medidas que en el corto plazo pueden paliar algunas consecuencias, por ejemplo impuestos a los más ricos, no debemos olvidarnos que el capital al moverse por todo el globo va buscando los lugares donde puedan explotar más, de modo que al cabo de un tiempo los capitalistas se irían a regiones con menor carga impositiva. Ello pone de relieve la necesidad de avanzar rápido en una salida del capitalismo como en que esa salida se de a escala global (escala global ya igual requerida por carácter de sistema del planeta Tierra).

Por otra parte, se comprende la necesidad de un discurso más suave para incorporar a más amplios sectores de la población a la lucha, pero a su vez, la radicalidad de los cambios necesarios y el poco tiempo para hacerlos nos obligan a hablar con la población con la mayor franqueza posible, o se rompe con el actual sistema o morimos. No hay tiempo que perder. Además, debe dejarse claro que mientras los empresarios sean dueños de los medios de producción medidas como reparto de las horas de trabajo entre toda la población (necesaria por el hecho de que un montón de actividades que hoy acumulan capital son socialmente innecesarias y/o nocivas) no podrán ser ejecutadas, pues ellos deciden en qué se invierte.

Los cambios a realizar no son simplemente seguir como hasta ahora pero con energías renovables, hay que ser claros que un sistema ecológicamente viable requieren revolucionar todos los aspectos de la vida, consumiendo muchos menos recursos que hoy en día en promedio y consumiendolos de un modo que implique una mejor calidad de vida para todas las personas.

La radicalidad y envergadura de los cambios requeridos implican un nivel de coordinación enorme y simultáneo que no puede ser cubierto simplemente por miles de medidas dispersas ni tampoco realizadas por el Estado burgués. Este Estado, más allá de las buenas intenciones de quienes lo integren, depende desde los ingresos de las campañas electorales hasta en el día a día de los aportes de los capitalistas. Si se intentase desde allí parar la lógica de acumulación capitalista los empresarios responderían con una huelga de inversiones, ya que al ser los propietarios de los medios de producción deciden dónde, cómo y cuándo se produce.

La única forma de evitar lo anterior y a su vez poder accionar la enorme masa de recursos que se requiere para la transformación es mediante la socialización de esos medios de producción. Socialización que no debe confundirse con simple estatización, los medios de producción pueden ser estatales y aún así la lógica que guíe la producción no ser satisfacer las necesidades de toda la sociedad sino seguir siendo la acumulación de capital. Dicha socialización debe ser gestionada por las organizaciones que la clase obrera y el pueblo trabajador en su conjunto se den en el proceso de transformación.

Respecto al caso del jubilado de Quilmes

screenshot_1.jpg_291483567-1280x720

Es comprensible la aversión que muchos sectores trabajadores puedan tener hacia nuevas y crecientes generaciones de personas educadas en los márgenes, que en muchos casos son utilizadas por las instituciones del sistema en su provecho, pibes que roban para la policía, patotas sindicales al servicio de patrones y burócratas, barras bravas que sirven a diferentes políticos, etc. 

Esos sectores crecen por el mismo sistema que esquilma cada vez más a los jubilados.

Los medios de comunicación, que suelen hacer el caldo gordo a patrones que les roban a sus trabajadores, a políticos que se sirven de barras bravas, a burócratas que usan patotas, a empresarios con vínculos a las redes de trata, drogas y robos, usan en estos casos la indignación de la gente para legitimar una violencia que en general termina teniendo por víctimas a más personas de la clase trabajadora (cuántas veces se le ha disparado por error a un vecino o hasta a un propio familiar).

Por qué los de arriba fomentan eso, para que nos matemos entre todos mientras ellos siguen tranquilos en sus grandes delitos. Para de paso legitimar el gatillo fácil de las fuerzas represivas del Estado con el cual marcan el territorio para poder administrar sus negociados.

¿Es casualidad que de los tantos casos de violencia que ocurren justo resaltan uno en momentos en que se investiga a la policía bonaerense por la desaparición forzada de Facundo o cuando crece el malestar social por los efectos económicos de la crisis?

Darle manija a lo que nos dicen sus medios no va a solucionar ninguno de estos problemas y solo causará más muertos. No tenemos soluciones rápidas para estos problemas y debemos construirlas entre todos, pero claramente las soluciones no nos la van a dar quienes causan y se benefician del problema.

Crisis económica y pandemia

La crisis económica de larga data que arrastra el capitalismo mundial potenciada por la pandemia de Covid19 son, combinados, dos de los factores más profundos de la realidad mundial. Sobre el resultado final podemos decir que será producto del desarrollo desigual y combinado de estos elementos. Y como lo nuevo solo se puede conocer cuando ya existe, solo podemos trazar algunas hipótesis a futuro basadas en la historia precedente y, ante todo, en lo que ya está ocurriendo, la realidad nunca se detiene y tanto a nivel mundial como en cada país hay rumbos políticos tomados.

49454055281_ec8e402965_c

Fuente: AnRed

La pandemia desnuda al sistema capitalista

La pandemia actúa como un fogonazo, donde se ven claramente las diferencias sociales, la inequidad de sistemas de salud colapsados, la falta de viviendas, las paupérrimas condiciones en que viaja la clase trabajadora a sudar valor para los dueños de los medios de producción, todo se ve claramente por un momento, pero a su vez tiene un efecto acelerador de los proceso previos.

Diversas tendencias se venían desarrollando en el mundo, previo a la pandemia, en lo que hace a la geopolítica la guerra comercial entre EEUU y China conteniendo procesos de cierre de las economías de ambos países, como parte de un proceso de cierre proteccionista, del cual el Brexit es otro ejemplo.

En lo social, por una parte procesos de lucha de masas con grandes movilizaciones y, como contrapartida de estos, pero ya de más larga data, una profundización en el endurecimiento de los regímenes políticos y las situaciones de guerra abierta, principalmente en Siria, Yemen, Sudan del sur, el Congo y Somalia. Finalmente los factores de la crisis económica en proceso, que también se encontraban en desarrollo antes de la pandemia, como el ya mencionado enfrentamiento entre Estados Unidos y China, o los altos niveles de endeudamiento público y privado, la deflación y la tendencia a la recesión económica .

La crisis combinada por su profundidad acarreará un proceso de concentración de capital donde capitales pequeños no podrán sobrevivir, cerraran fabricas y establecimientos, y los grandes capitales, que están siendo subsidiados por los diferentes estados, sobrevivirán, y buscaran relanzar la tasa de ganancia de sus empresas a costa de mayor explotación de los trabajadores, más saqueo de la naturaleza y peores condiciones de vida para los sectores más humildes de la población. Y, como lo están haciendo Bill Gates o el grupo Techint, expandirán sus negocios a ramas como la salud.

Veremos todo tipo de crisis –económicas, sociales y políticas (gobiernos, regímenes, partidos), así como reacciones defensivas del movimiento de masas que pueden convertirse en ofensivas si se elevan al terreno político, es decir, a cuestionar al gobierno y/o al régimen existente, como ocurrió en Chile. Y en el otro polo, el desarrollo de movimientos hacia el bonapartismo o el fascismo.

La deuda pública y el default

El Instituto de Finanzas Internacionales, que agrupa a los principales bancos del mundo, estima que la deuda mundial suma 253,2 billones (millones de millones) de dólares en 2019. Ese monto equivale a 322 por ciento del Producto Interno Global, esto es la generación material de bienes y servicios en el mundo. Nunca antes esa relación había alcanzado un valor tan elevado. Existe mucha más deuda en circulación que riqueza material que respalde ese capital, exceso que se denomina «capital ficticio».

Los países emergentes acumulan deuda por 72,5 billones de dólares (223 por ciento del PIB de esas economías), mientras que los países desarrollados registran una deuda de 180,1 billones (383 por ciento de su PIB).

Esa inconsistencia en el capitalismo se resuelve con defaults de deudas, que destruyen el capital ficticio acumulado por burbujas especulativas. Es el escenario más probable en estos próximos meses donde el funcionamiento de la economía se ha paralizado por la pandemia.

La desglobalización

La pandemia está acelerando tendencias ya muy avanzadas hacia la balcanización y la fragmentación lo cual hace prever que el mundo posterior a la pandemia se caracterizará por restricciones más estrictas al movimiento de bienes, servicios, capital, mano de obra, tecnología, datos e información. De hecho este proceso ya está aconteciendo en algunas áreas como la farmacéutica, equipamiento médico y alimentario.

No obstante, todo lo anterior, la tendencia de la desglobalización, producto de las políticas proteccionistas del gobierno de los Estados Unidos previo a la crisis sanitaria, así como el enfrentamiento con China, está dando un salto o giro cualitativo que puede conllevar a una reconfiguración y rediseño del sistema mundo posterior a la pandemia.

La profunda recesión económica está provocando un inminente exceso en los mercados de bienes (máquinas y capacidad productiva no utilizadas) y mano de obra (desempleo a gran escala), además de impulsar un derrumbe de precios de materias primas como el petróleo y los metales industriales (ver https://horizontecomunista.wordpress.com/2020/03/28/la-culpa-no-es-del-coronavirus/).

Los Estados Unidos se encuentra a la cabeza de medidas proteccionistas tomadas desde el año 2008 hasta el 2019; 790 diferentes limitaciones impuestas a productos y servicios extranjeros para proteger la economía nacional. La India con 566 y Rusia 423 medidas proteccionistas son el segundo y tercero. China se encuentra en la octava posición en ese tipo de medidas. Por tanto, la desglobalización sería como un “retroceso” y “contramarcha” del capitalismo imperialista mundial contrario a su propia “naturaleza”. ¿Es el fin de la globalización? De ninguna manera podemos afirmar de forma categórica esa cuestión. Sin embargo, es evidente que existe un proceso de desaceleración y desescalada de la globalización en el mundo, profundizado por la pandemia.

Si la globalización fue la política económica del auge neoliberal, la reacción democrática fue la política central de la burguesía para efectuar su dominio, hoy ambas están en declive.

En todo el mundo la democracia burguesa experimentaba hasta antes del brote de la pandemia de Covid-19, un retroceso. Los métodos y las formas han ido mutando producto de la influencia de las permanentes guerras imperialistas, las crisis económicas cíclicas que cada vez duran más con respecto a los periodos de bonanza capitalista ; sumado esto a la irracional presión que la anarquía de la producción capitalista causa sobre el medio ambiente (origen comprobado del actual virus) y la compatibilidad constante que el régimen debe tener con el estadio actual del modo de producción capitalista, podríamos decir de neoliberalismo tardío.

Del mundo unipolar a la hegemonía yanqui disputada

Un poco antes de 1990, cuando se produjo el derrumbe de la URSS, se inició una feroz ofensiva neoliberal que abarcó a todos los países. Estados Unidos apareció como la potencia triunfadora. Se llegó a hablar, incluso, de un mundo unipolar dominado por Estados Unidos. Los postulados de ese momento eran esencialmente dos: apertura de los mercados y la firma de tratados de libre comercio en todos los países, y un marcado énfasis en la instauración y defensa de la democracia burguesa y, en teoría, las libertades democráticas y la defensa de los derechos humanos. El neoliberalismo económico estaba asociado al liberalismo político.

30 años después, los resultados son diferentes. La hegemonía de Estados Unidos, lejos de imponerse como la principal potencia imperialista, ha tenido que compartir el lugar con imperialismos emergentes como China y Rusia. El plan de Bush de rediseñar el Medio Oriente no funcionó, y Rusia ha consolidado su influencia en países claves como Irán, Irak, Siria y ahora coquetea con Turquía. Rusia y China tienen capacidad de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Como decía anteriormente, la ofensiva globalizadora en el plano económico está dando paso al fenómeno contrario, el surgimiento de los proteccionismos económicos. Por efecto de la ley del desarrollo desigual, algunos países han desarrollado su industria, como los casos de China e India, solo para citar los ejemplos más relevantes, que resulta más productiva y competitiva que los propios países imperialistas. Para evitar que la competencia destruya las industrias obsoletas, surgen los movimientos proteccionistas, una negación parcial del capitalismo neoliberal.

Sin soporte económico, la democracia burguesa no puede funcionar. No hemos llegado al extremo de instauración de gobiernos fascistas (como Musolini y Hitler) porque la crisis económica no ha tenido una caída constante, que ha logrado ser diferida, evitando la recesión generalizada a nivel mundial. Pero la decadencia lenta y sostenida de Europa y Estados Unidos, es evidente. El proyecto de la Unión Europea se desgarra y solamente Alemania se sostiene como una potencia imperialista vigorosa y dominante. En Francia, el crecimiento del movimiento nacionalista y derechista de Marie Le Pen, es un claro síntoma del fenómeno de reacción derechista ante la crisis de la democracia burguesa.

El polo “autoritario”

El informe de la Conferencia de Seguridad de Munich sostiene que “hay una reacción cultural contra el llamado «globalismo» del que proviene la oleada populista. La principal línea divisoria de la política va cada vez menos entre izquierda y derecha, sino que se produce entre un polo cosmopolita liberal y un autoritario populista (o incluso xenófobo)”.

El nacionalismo burgués (al que llaman autoritario populista) conducirá, más temprano que tarde, a la formación de regímenes bonapartistas, que pueden ser la antesala del fascismo. Todo dependerá la agudización de la crisis del capitalismo y de la repuesta de la izquierda y de la clase obrera.

La imposición de estos regímenes autoritarios o bonapartistas dependerá siempre de la lucha de clases en cada país y de la evolución de la situación internacional. Hasta el momento, el crecimiento de estas fuerzas nacionalistas reaccionarias se ha producido en el plano electoral, lo cual es muy volátil.

Desde Rusia hasta Estados Unidos, desde la India hasta la Argentina y desde el Magreb hasta Tailandia, pasando por las monarquías del Golfo, las burguesías nativas de los diferentes países han estado coqueteando en las últimas décadas con el endurecimiento de los regímenes democrático-burgueses en un momento en que las crisis, las guerras y la anarquía de la producción destruyen no solo cualquier indicio de desarrollo en pro del mejoramiento de la humanidad, sino hacen insostenible la aparentemente libre concurrencia de las masas por medio de los mecanismos democráticos clásicos. Esto quiere decir que cada nueva crisis va haciendo que la democracia burguesa sea más incompatible con el salvajismo y el barbarismo a los que ha descendido la producción capitalista y el orden burgués.

La pandemia profundiza el carácter reaccionario de la burguesía

No vamos a discutir aquí las medidas estrictamente médicas o epidemiológicas, sólo podemos confiar en lo que dicen los profesionales comparándolo con los datos de que vamos disponiendo. Más allá de que el fin perseguido es la contención de la pandemia, es un hecho que la mayoría de los gobiernos del mundo han aprovechado la política de aislamiento social para restringir en diferentes grados, no solo la libre locomoción y las libertades individuales, sino han trastocado hasta los cimientos los circuitos de producción y de comercio mundial, demostrando una vez más lo anacrónico que se va volviendo el capitalismo en relación al desarrollo de las propias sociedades humanas y el mejoramiento de la vida de las masas.

Con mucho dolor la clase dirigente en el mundo ha tenido que detener las máquinas sacando de las fábricas a los trabajadores –verdaderos generadores de sus riquezas– enviándolos a las casas, subvirtiendo en los hechos la lógica capitalista. Pero también se han trasformado ante nuestros ojos y desde el encierro, las formas y los métodos en que la burguesía ejerce la dictadura del capital sobre el trabajo.

Los regímenes en los hechos ya se han endurecido; en países de América el caudillismo, el autoritarismo de los lideres burgueses está a la orden del día tratando de encubrir con proclamas vaciadas de contenido el desmantelamiento neoliberal orquestado en las últimas dos décadas de los sistemas de salud pública tan esenciales hoy.

Como los demás factores en juego, en la lucha de clases también, luego del impasse impuesto por el aislamiento social preventivo, parecieran retomarse las movilizaciones en Latinoamérica como estamos viendo en Chile, Ecuador, Colombia, Bolivia misma (a pesar del gobierno dictatorial), e incluso en Argentina, donde, pese a la fragmentación, ya asistimos a procesos de lucha, primero por empresa, pero ya provincias enteras como Chubut o Neuquén, o los trabajadores estatales de Córdoba que salen a la calle para enfrentar una nueva ola de ajuste potenciada por las consecuencias de la combinación de la pandemia con la crisis económica.

La crisis social sobrepasará en pocos días a la crisis sanitaria.

El encierro y la política de que las masas deben aceptar un nuevo retroceso en sus salarios y condiciones de vida son de corto alcance ante la objetividad de dicho retroceso.

La burguesía lo sabe, sabe ya que el encierro le ha dado la capacidad de endurecer más rápidamente el régimen político; también sabe que la crisis causada por el detenimiento parcial de la producción causará cataclismos sociales más potentes que los que se vivían al inicio del 2020.

¿Qué hacer?

Para quienes sostenemos que la lucha de clases es el motor de la historia, que la clase trabajadora es la única capaz de derrocar al capital y sentar las bases de un futuro comunista para la sociedad y marcamos la necesidad de que exista un partido capaz de acompañar y orientar esa lucha de la clase para que esta llegue a buen puerto es fundamental, primero comprender la realidad para luego tener política para modificarla.

Si el análisis precedente enmarca esa nueva realidad tendremos que afrontar en primera instancia a un frente contrarrevolucionario, por así llamarlo, compuesto por empresarios, estado, iglesia, burocracias sindicales y medios hegemónicos, que intentaran someternos por los medios que le sean necesarios. El intento de convencernos de que la pandemia como un mal divino es la responsable de muertes, perdidas de trabajo, deterioro de las condiciones de vida, etc. está claro que será su discurso privilegiado, los apóstatas de la burguesía niegan el desastre que está causando el capitalismo en todos los aspectos. Para combatir ese discurso tenemos que poner en claro los factores precedentes de esta crisis sanitarias y contraponerlos con las medidas socialistas para enfrentarlos.

Tenemos también que poner negro sobre blanco que el neoliberalismo es la fase actual del sistema capitalista y que todos los gobiernos son parte de este sistema global, por eso todos los gobiernos aplican políticas para favorecer a las burguesías de todos los países, que ya están en plena ofensiva contra las masas trabajadoras y el pueblo pobre para hacerles pagar la crisis (despidos, baja salarial, etcétera), ofensiva que seguirá cuando acabe la pandemia.
Los gobiernos tratarán de salvar a las empresas más importantes con el “método 2009”: recursos estatales y bajas de sus contribuciones impositivas y de aportes a la seguridad social. Y también es común a todos los gobiernos el temor a que se produzcan levantamientos de los trabajadores y el pueblo pobre: subsidios, ayuda alimentaria, etcétera para los sectores con hambre o al borde de sufrirla. No es por humanitarismo, sino porque saben que el “caos social” agravaría la crisis económica.

Intervención en los procesos de lucha y propaganda política

Como decía la clase viene gestando procesos de lucha en los últimos meses participar de ellos y propagandizar una política revolucionaria será central para que en estos procesos logre avanzar una conciencia de clase.

Una parte central de esa propaganda debería ser el rol de clase del Estado, las corrientes populistas y sectores de la izquierda hablan de estado materno, de Estado que nos cuida, de Estado presente o ausente según quien sea el que gobierna u opina, pero nadie dice que el Estado es el instrumento de opresión de una clase sobre otra y que todas sus políticas por acción u omisión son activas y a favor de la burguesía, aunque circunstancialmente parezca lo contrario porque a veces, en aras de su estrategia, tácticamente, toma medidas que parecieran favorecer a la clase oprimida como sería la promulgación de leyes prohibiendo despidos, o el tan mentado impuesto a la riqueza, pero siempre a la larga hay sectores del frente burgués tras esas políticas.

Para eso debemos prepararnos trabajadores y trabajadoras incluyendo los miles de desocupados actuales y los y las que dejará esta ofensiva tendremos que luchar en el día a día para que no nos avasallen aun mas, pero será fundamental comprender que a este frente solo lo podemos enfrentar con políticas de conjunto que apunten a derrotarlos y construir una sociedad igualitaria.

El periodo próximo de la lucha de clases estará determinado por una profunda lucha entre la burguesía queriendo saldar su crisis aumentando la explotación de la clase trabajadora, endureciendo para ello los regímenes de gobierno, y la clase obrera luchando por defender sus conquistas centenarias, si en esas luchas logra superar a las actuales direcciones reformistas y legalistas podrá dotarse de una nueva dirección que la eleve a luchar políticamente, si no lo logra asistiremos a una derrota estratégica de gran magnitud que marcara décadas de opresión.

Pablo Rojas

La única verdad es la realidad

La pandemia del Covid 19, como hemos mencionado en artículos anteriores, no ha venido sino a reforzar procesos previos del sistema social en que vivimos, tales como sus aspectos de crisis y mayor destrucción de nuestras condiciones de vida. Cualquier avance progresivo que pueda darse en este contexto, como siempre ha sido, dependerá de la capacidad de las masas para organizarse y luchar por ellos. 

0037726940

Paciencia para las mayorías y rapidez para la burguesía

Miembros del gobierno, o personas afines al mismo, han lanzado ideas como impuestos a las grandes fortunas, unificación del sistema de salud, estatizaciones y/o expropiaciones, pero nada de eso parece en vías de hacerse realidad, lo que sí avanza es el deterioro de las condiciones laborales y de vida de las grandes mayorías.

El llamado impuesto a las grandes fortunas, al que el mismo presidente le rebajó el precio al llamarlo contribución solidaria por única vez, duerme “el sueño de los justos” y a más de dos meses de su anuncio ni siquiera hay proyecto en el Congreso. El sistema impositivo argentino es regresivo y parece que seguirá siendo así.

Esto contrasta con la velocidad con la que se aprueban normas y medidas contrarias a los intereses de la clase trabajadora, tales como las suspensiones y despidos, las rebajas salariales, la postergación indefinida de las paritarias en un contexto inflacionario, el pago de aguinaldos en cuotas, la regulación del teletrabajo en el sector privado (con una supuesta reglamentación en los papeles pero que ya sabemos que quedan en la letra muerta si la organización obrera no controla su aplicación, por ejemplo, que los patrones se hagan cargo de los costos que tengan en sus hogares les laburantes para poder trabajar) y la teleeducación con docentes precarizades.

Incluso, para avanzar en este sentido la burguesía se aprovecha del comprensible miedo a la movilización que genera el coronavirus, el clásico argumento conformista de que “hay otros que están peor”, o que es momento de “poner el hombro” heroicamente ante la crisis.

Con palabras no comemos

El gobierno ni siquiera presenta la voluntad política de avanzar en medidas progresivas, como aumentos salariales o impuesto a las grandes fortuna, a pesar de que las propias encuestas de medios de comunicación burgueses dan un apoyo popular mayoritario a medidas como éstas.

Pero la inacción no solo revela la falta de voluntad gubernamental, además deja en evidencia que la opinión mayoritaria no alcanza para forzar políticas favorables a las clases trabajadoras, sino que solo se pueden lograr si traducen sus aspiraciones en acciones de presión concretas. 

Estas limitaciones se observan en el plano específico de la pandemia si se analiza lo que ocurrió con la cuarentena. La misma se fue deshilachando al calor de la habilitación de actividades productivas tanto en CABA como en provincia de Buenos Aires, bajo la presión de la burguesía como por el funcionamiento de facto de actividades no habilitadas, pues ante las magras ayudas estatales (que no puede dar más en la medida que no cobra impuestos a quienes pueden pagarlos) la clase trabajadora o no puede resistir las imposiciones de patrones inescrupulosos o debe salir a changuear.

Los protocolos para habilitar actividades, en la gran mayoría de los casos, son a medida de los empresarios con la excepción de los pocos lugares donde la organización obrera permite imponer un control en favor de la vida de les trabajadores mediante la amenaza efectiva de medidas de fuerza (Aceiteros, trabajadores del neumático, ferrocarril Sarmiento, Línea 60).

Esto parece continuar así, aún sabiendo ya que tendremos nuevas restricciones a la circulación entre el 1 y el 17 de julio, impuestas por el crecimiento exponencial de casos. La negativa a dar nuevas ayudas que permitan a la clase trabajadora cuidarse en igualdad de condiciones ponen en duda la efectividad de la medida.

Para peor, la ausencia de voluntad política del gobierno sumada a la debilidad de la organización y conciencia de la clase trabajadora, más la parálisis de una izquierda sumida en el parlamentarismo, permiten que sectores minoritarios, pero con amplia llegada los medios de comunicación burgueses ganen la agenda pública, imponiendo la idea de un “comunismo al acecho” y jugando a una bolsonarización política en caso de que la pandemia y la economía se terminen de desmadrar.

Viejos problemas que siguen creciendo

Seguimos observando una profundización de los procesos previos en cuanto a la contradicción capital-naturaleza. En Argentina la pandemia no ha sido obstáculo para que sigan avanzando los proyectos extractivistas y el desmonte a gran escala. Lo mismo en el plano internacional, pese a las cada vez más alarmantes señales, como los casi 40 grados en el Ártico.

En el plano represivo, también se profundizan aspectos previos, mientras la policía aprovecha para ensañarse y matar en los barrios populares, deja hacer en los barrios más ricos. Mientras algunos se escandalizan con el espionaje macrista sigue avanzando la legalización del espionaje estatal de un modo menos “cabeza” por parte de la ministra Frederic.

Todo esto se da en un contexto mundial en que la burguesía sólo puede relanzar sus ganancias mediante una mayor destrucción del planeta y un deterioro de las condiciones de vida de las mayorías. De allí lo dificultoso de avanzar en medidas progresivas y la necesidad burguesa de en simultáneo brindar ayudas sociales para evitar la muerte por inanición mientras que se potencian los aspectos más represivos del Estado burgués. El discurso de una supuesta “amenaza comunista” es el relato necesario para permitir una escalada represiva a la vez que se estigmatiza cualquier medida mínimamente progresiva. 

Es necesario prepararse ideológica y organizativamente para este escenario creciente, difundiendo los ejemplos de organización de la clase trabajadora a los largo y ancho del mundo. Mostrando, en el corto plazo, ejemplos locales, como los de La Nirva o Penta, o internacionales, como las movilizaciones en EE.UU., que permitieron avanzar sin impactar negativamente en los números de la pandemia. Sólo se requiere organización para luchar en forma segura. Solo la organización y la lucha podrán lograr que las buenas intenciones se transformen en realidades, el sistema no va a ceder nada, porque hoy necesita más bien lo contrario, seguir arrebatándonos vida.