La crisis es preexistente al coronavirus
El periodo actual de la situación mundial está enmarcado por dos cuestiones centrales, una es la inminente recesión de la economía mundial y la otra la nueva ola de ascenso en la lucha de clases dentro de una situación general que aún nos encuentra a la defensiva. Trataremos de desarrollarlos para comprender el entrecruzamiento de ambos factores y en qué puede devenir.
Descenso económico en las viejas economías imperialistas antes de la coyuntura del coronavirus…
Observaciones sobre el carácter peculiar de la Gran Recesión actual
En los EE. UU., el índice de actividad manufacturera de la Asociación Nacional de Gerentes de Compras cayó durante 2019. En septiembre cayó 1.3 puntos a 47.8, la lectura más baja desde 2009 (Cualquier lectura por debajo de 50 indica contracción). Marcando una tendencia que sigue pronunciandose a un ritmo de 0,3 promedio mensual hasta enero 2020.
En Europa, el sector industrial ya se encontraba en declive desde finales de 2018 . En particular Alemania. La economía alemana ahora ha entrado en recesión técnica ya que este trimestre va a seguir al trimestre anterior con tasas de crecimiento negativas. Su producción industrial cayó un 7% el año pasado, y una recuperación de esa caída parece poco probable este año. Los dos socios comerciales más importantes de Alemania son China e Italia. La economía alemana depende mucho del comercio mundial y, por lo tanto, es vulnerable a cualquier interrupción. Ahora sus industrias se enfrentarán al menos a dos meses de interrupción en el suministro de piezas y materias primas. Las dificultades en la economía alemana significan problemas para toda la UE. Alemania es la economía clave de Europa y las consecuencias serán de largo alcance.
La economía japonesa se contrajo un 1,6% en el cuarto trimestre del año pasado después del aumento del IVA y de un fuerte temporal. Sin embargo, los datos para este trimestre ahora parecen malos, lo que significa que la caída del 0,9% que se proyectó ahora sea probablemente mayor. El FMI también había reducido el crecimiento de China al 5,6%, que sería su nivel más bajo desde 1990.
La tasa decreciente de ganancia lleva a que el dinero de los sucesivos ajustes sobre les trabajadores, los recortes de impuestos para las empresas, las inyecciones de dinero por parte de los gobiernos, la reducción a pisos históricos de las tasas de interés, sea invertido no en el aumento de la productividad sino en su mayoría en diferentes burbujas especulativas (inmobiliarias, financiera, etc.), siempre susceptibles de estallar ante un hecho coyuntural que mine la confianza. En Argentina el gobierno de Fernández se disponía a hacer lo mismo, lo cual quizás en principio hubiera reactivado la economía ante la capacidad instalada ociosa, pero a mediano plazo hubiera encontrado los mismos límites una vez que hubiesen sido necesarias nuevas inversiones.
Imagen: Noticias en la mira
La crisis global es la causa y no la consecuencia de la creciente conflictividad chino-estadounidense. Borrar la crisis estructural y el débil crecimiento que el capitalismo arrastra desde el inicio de la recuperación pos estallido 2008/9 y colocar a Trump como una especie de demonio responsable del mal manejo de la relación con China es la clave de una operación −de la que el FMI es parte− que busca borrar la debilidad estructural de la economía mundial que lleva más de una década.
Pero tanto el propio Trump como las tensiones acrecentadas chino-estadounidenses, representan un subproducto de la debilidad de la economía global pos 2008/9 que en términos económicos estructurales se manifiesta fundamentalmente a través de cuatro variables. La primera, la debilidad de la inversión, la segunda, la debilidad del crecimiento de la economía mundial, la tercera, el débil crecimiento del comercio mundial y la cuarta, la debilidad del crecimiento de la productividad del trabajo.
La economía China, como ya se señaló, fue el salvavidas en el pico de crisis de hace una década, por lo tanto entender porque hoy esta se debilita es importante, esta debilidad es producto de la fragilidad de la economía mundial −y la de Estados Unidos en particular− que emerge como un elemento significativo que le impide a China sostener su ritmo de crecimiento centrado en el “esquema exportador” cuyo principal “socio” desde su entrada a la OMC en el año 2001 es EEUU. Esta contradicción es la que impulsa a China a volcarse al mercado interno complementada con la creciente liberalización del yuan, así como hacia la necesidad de acelerar el cambio en el contenido de su producción y la de competir más agresivamente por los espacios mundiales de acumulación de capital y áreas de influencia. Se inscriben aquí la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y la llamada Ruta de la Seda.
Esta situación implica el inicio de la crisis de la complementariedad chino-estadounidense mediante la cual una producción masiva y con relativamente bajo valor agregado se exporta desde China a Estados Unidos −en gran parte desde empresas de origen estadounidenses− ayudando a la vez a sostener los crecientes déficits de Estados Unidos. Si bien se trata de un proceso largo y complejo que ya venía resquebrajándose por la propia pujanza china −y que está lejos de haberse roto por completo− 2013/14 parecen mostrar una significativa línea de quiebre. Los elementos que repercutieron en esta relación se aceleraron y es aquí donde emerge con claridad la agudización de las tensiones entre ambos países
Esta ruptura gradual se expresa en todos los terrenos como la pelea por áreas de influencia para la exportación de capitales y mercancías como por fuentes de materias primas, como el litio.
Qué efecto tiene la pandemia del coronavirus en este escenario
La pandemia en curso no hace sino agravar las tensiones que bosquejábamos en los párrafos anteriores. Por ejemplo da excusas a Trump para afirmar que el virus es chino y a China para sugerir que es estadounidense, alimentando la xenofobia en ambos países y a través de la hegemonía de EEUU, en todo el mundo occidental.
Imagen: Desde abajo
Hay muchos datos objetivos que podrían alimentar teorías conspirativas del tipo “diseminación de un virus”. Por ejemplo, el oportunismo con el que China se reapropió de sus acciones en baja que eran vendidas por accionistas del exterior y ahora encara una posible recuperación con mayor centralización de su economía.
Sin embargo, estos “datos” también son simplemente expresiones del oportunismo de los capitalistas. Y pese a que es imposible descartar si el virus emergió de un laboratorio porque desconocemos las verdaderas capacidades de la investigación biomédica militar y/o privada, la comunidad científica acuerda que es un virus zoonótico. Es un virus que emergió en este caso posiblemente del consumo de carne de murciélago o pangolin en China, pero en todo caso es uno de todos los posibles patógenos que van a emerger en tanto sigamos presionando al medioambiente a través de la deforestación para el agronegocio y a través del debilitamiento sistemático a la salud que está implícito en la reducción del ganado a mera mercancía a engordar en un feedlot.
Que surjan este tipo de patógenos entonces va a ser cada vez más frecuente. Van a ser eventos azarosos que no van a ser sino expresar las peores contradicciones del capitalismo. El abandono de la población que le es sobrante al interés del capitalista, el oportunismo de quienes comercian con la salud, alimentos, etc., la concentración de los capitales a costa de los capitales más débiles, etc.
En esta pandemia en particular la caída ininterrumpida del precio del petróleo dejó fuera de juego (por no ser rentables) a todas las explotaciones no convencionales, en nuestro país a Vaca Muerta (fracking). Y sobre estas condiciones la OPEP se dispone a producir más que nunca en las últimas décadas, a fin de bajar aún más los precios y por su ventaja comparativa en el comercio internacional apuntar a fundir a cuantos capitales de menor peso logre fundir. Al mismo tiempo esto no se traduce en bajas del combustible, ya que las refinerías apuntan a compensar sus pérdidas en boca de pozo descargandolas sobre los usuarios o si no tienen pozos a hacer ganancias extraordinarias.
La caída de la demanda de petróleo por la crisis del coronavirus es un disparador de tensiones preexistentes, en un marco en qué EE.UU. se ha convertido en segundo productor mundial de petróleo gracias al fracking, nadie está dispuesto a recortar producción por miedo a perder cuotas de mercado, principalmente Arabia Saudita y Rusia (primer y tercer productor mundial). Estos últimos países vendían muy por encima de sus costos de producción y están dispuestos a ceder ganancias con tal de debilitar el petróleo no convencional norteamericano y mantener sus posiciones en el mercado mundial.
Mientras tanto tiemblan los capitales bursátiles primero bajando y después subiendo frenéticamente. Y hay muchos capitales de riesgo que tras sobrevivir con la ayuda de los Estados capitalistas la crisis del 2008 se han volcado a plataformas digitales con escaso respaldo físico tales como uber o airbnb. Plataformas que no venían dando las ganancias esperadas pero en las que insistían en vistas a la promesa de ganancias futuras, plataformas que están casi paralizadas por las cuarentenas de cada país. Eso augura nuevas caídas bursátiles (y nuevas tendencias a la concentración del capital por parte de aquellas empresas que ya tienen la infraestructura de servidores y la posición dominante en el mercado para aprovecharse de la situación: Google, Apple, Amazon, etc).
La crisis de sobreproducción que viene fogoneando por debajo a las últimas crisis financieras (fines de los 90 crisis de la burbuja de las punto com y 2008-2009 crisis de la burbuja inmobiliaria) no va a hacer más que profundizarse.
Como ejemplo, en nuestro país las industrias de proceso continuo fueron beneficiadas con el derecho de violar la cuarentena exponiendo a sus trabajadores, con la excusa falaz de que no se pueden hacer paradas (aunque las hacen para mantenimiento todos los años). Así, tenemos a Siderca sobreproduciendo caños sin costura para pozos de petróleo que actualmente no son rentables, a Aluar produciendo aluminio que no será industrializado de manera proporcional. Todo esto que los capitales más concentrados de este país hacen para buscar alguna ventaja a futuro, dada su característica de pequeño capital a nivel mundial, lo más probable se vuelva en contra de estos burgueses y ellos descarguen hacia abajo a los que son los últimos sectores con trabajos formales y algunos derechos laborales. La presión de la burguesía hacia una reforma laboral va a ser doble.
La recesión en curso y los impulsos para el ajuste de todo tipo serán entonces innegablemente más severos que hace 10 años. La razón de esto es que en 2008/09, la caída golpeó en particular a las viejas economías imperialistas: Estados Unidos, Europa occidental y Japón. Naturalmente, esto arrastró a toda la economía mundial dado el peso central de estas regiones. Sin embargo, China y algunas de las llamadas “economías emergentes” fueron mucho menos afectadas por la recesión en ese momento, esta vez es diferente, el capitalismo de China se ha unido ahora a la dinámica decreciente de la economía mundial capitalista.
Además, no olvidemos que la burguesía intervino en la última Gran Recesión con un programa masivo para inyectar dinero a la economía (préstamos, flexibilización cuantitativa, etc.). Sin embargo, la clase dominante continuó este tipo de “keynesianismo financiero” incluso después de que terminó la Gran Recesión. Como resultado, ha habido un aumento masivo del endeudamiento en la última década. Según el Monitor de Deuda Global del Instituto de Finanzas Internacionales, “la deuda en todo el mundo alcanzó los $246 billones en el primer trimestre de 2019, aumentó en $3 billones en el trimestre y superó la tasa de crecimiento de la economía mundial a medida que la deuda total / PIB aumentó a 320%”.
Hoy, el endeudamiento es más alto en todos los sectores de la economía que en 2007, es decir, antes del comienzo de la última Gran Recesión (excepto, irónicamente, el sector financiero ya que los bancos lograron transferir los préstamos incobrables al estado).
Según el Banco Central Europeo: “Después de una fuerte caída en 2018, en medio de un comercio mundial débil, el crecimiento interanual en la producción industrial de la zona del euro (excluyendo la construcción) se recuperó marginalmente en 2019 pero permaneció en territorio negativo. En el período comprendido entre enero de 2018 y junio de 2019, la tasa de crecimiento interanual de producción industrial de la zona del euro (excluida la construcción) disminuyó en 6,3 puntos porcentuales en general, del 3,9% al -2,4%. Esta es, con mucho, la mayor caída registrada entre las principales economías en ese período.
A partir de octubre del año pasado (2019) el mayor estancamiento económico con tendencia a la recesión como la competencia chino-estadounidense se enfrentan a procesos álgidos de la lucha de clases −una oleada mundial y latinoamericana de cuya evolución va a depender muy particularmente la situación de la economía capitalista en el período próximo.
La lucha de clases a lo largo y ancho del mundo
Desde principios de 2019 hubo en el mundo una serie de paros generales así como de levantamientos populares, paros generales donde la clase obrera empezaba a ser protagonista: Costa Rica, Bangladesh, Portugal e India. En Matamoros-México principalmente, pero también en Hungría, combinado esto con una serie de levantamientos populares como en Sudán y Argelia. Este proceso de ascenso de las movilizaciones había comenzado con un punto álgido en la movilización de los chalecos amarillos en Francia en el 2018, pero posteriormente, la lucha de clases pareció entrar en un amesetamiento. Aunque no del todo, ya que se mantuvieron algunas movilizaciones en América Central, principalmente en Honduras y en Haití, también en Puerto Rico con la caída del gobierno de Rosselló.
A este amesetamiento sobrevino una nueva oleada de movilizaciones. En Medio Oriente, en Irak, contra la carestía de vida y la desocupación, como así también el paro de docentes en el Líbano, también en Egipto que fuera epicentro de los procesos de 2011, la pobreza supera el 55% y la desocupación alcanza niveles altísimos. A esto hay que agregarle el régimen dictatorial y represivo de un Gobierno que llegó al poder tras el golpe contra Morsi en 2013 cristalizando su poder tras unas elecciones fraudulentas.
Imagen: Tiduscoop
La crisis capitalista de larga data ya y la actual recesión tienen y tendrán por parte de las burguesías gobernantes, más allá de cuál sea su tinte político: liberales, conservadores, “progresistas/populistas”, aplican las mismas recetas: planes de recortes y ajuste, reformas laborales y otras políticas de transferencia de una cuota mayor de plusvalía para las patronales. Parece que sin importar cuales sean las respuestas de les trabajadores y de las masas populares, los planes tienen entrar como sea, les burgueses parecen decir: “correremos el riesgo social que haya que correr, pero los planes de recortes tienen que ir a fondo”.
En octubre de 2019 comenzó una oleada insurreccional en América Latina con el levantamiento obrero e indígena en Ecuador contra el paquetazo del FMI que el gobierno de Lenín Moreno quería imponer. Casi inmediatamente le siguió el estallido en Chile cuyo inicio se puede fijar en la jornada del 18 de octubre y que continúa todavía, aunque con menor intensidad.
Todos estos gobiernos tuvieron un largo período de relativa estabilidad debido a dos factores interrelacionados. Por un lado la fuerza del movimiento de las masas, que la clase dominante era incapaz de derrotar en un enfrentamiento directo. Los intentos de golpe de estado en Venezuela (2002), Bolivia (2008) y Ecuador (2010) fueron derrotados por la movilización de las masas. Esto estaba también vinculado con el alto precio de las materias primas, que permitía la ilusión de que se podían llevar adelante programas sociales importantes que beneficiaban a millones de personas, evitando un choque directo con los límites del sistema capitalista.
El fin del boom de las materias primas sumió a toda la región en una recesión en 2014-15 y puso fin esa ilusión. Ese es el motivo económico de fondo de las derrotas electorales de los gobiernos populistas. El fin del crecimiento económico además, sacó a la luz e hizo más relevantes todas las limitaciones de esos gobiernos, así como burocratismo en las organizaciones, la cooptación de los movimientos, las concesiones a la burguesía, el imperialismo y las multinacionales.
América Latina, que se recuperó relativamente rápidamente de la recesión mundial de 2008 (gracias al tirón de China), sufrió de manera muy aguda la desaceleración de la economía china a partir de 2014. En realidad, los últimos seis años han sido de estancamiento económico. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el período 2014-20 será el de menor crecimiento económico en siete décadas. El año 2019 terminó con una crecimiento económico de apenas el 0.1% en América Latina y el Caribe, que en América del Sur fue una contracción del 0,1%, lastrado por una fuerte recesión en Argentina (-3%).
Este período de estancamiento lo han pagado, como siempre, las familias obreras y pobres. El PIB per cápita en la región se ha contraído un 4% entre 2014 y 2019 según las cifras oficiales. Esta es la base económica de fondo de los procesos que estamos analizando. Y después de este período de 7 años de estancamiento, el continente se prepara para afrontar la próxima recesión capitalista internacional en condiciones de extrema debilidad.
A su vez el estancamiento económico y el aumento de la desigualdad después de un período de crecimiento ha provocado una erosión muy fuerte del prestigio de las instituciones de la democracia burguesa en todo el continente (según el Latinbarómetro, la confianza en los gobiernos, que entre 2006 y 2010 superaba el 40% en todo el continente, había caído ya en 2018 a poco más del 20%).
Estas luchas defensivas, como reacción para sobrevivir, se hallaban en crecimiento ante la creciente destrucción de las condiciones de vida de la clase trabajadora a nivel laboral, habitacional, sanitario, ambiental; cuando ha sobrevenido la actual crisis del coronavirus.
Comprender esto y preparase para dar respuestas es deber de todos aquellos que nos consideramos revolucionarios, para ello debemos entender tanto los procesos objetivos anteriormente detallados como la subjetividad de las masas y la clase obrera en particular y es aquí donde están los principales obstáculos, tanto esta confusión creada por el viento de cola de la primer década del siglo que ha sido alimentada por la negativa por el avance desmesurado de los gobiernos de derecha que le siguieron a aquellos.
Subjetividad que a grandes rasgos ha sido ganada por una conciencia de conciliación de clases apoyada en los «nacional populismos» pero también alimentada por la adaptación de toda la izquierda tradicional al régimen democrático que no solo contribuye a la confusión reinante sino que la hace cómplice del desarme teórico-político de la actual vanguardia .
Las presiones de la pandemia sobre la clase trabajadora
Con todas las revueltas sociales suspendidas por las cuarentenas, en la sociedad cunde el miedo, y con el miedo el fascismo aflora cada vez con menos caretas en las redes, en los medios, etc. La disyuntiva sobre cómo cuidar a la población se invierte culpabilizando a la misma población por no cuidarse sola y se zanja con las fuerzas represivas mucho más que con presupuesto para financiar al sistema de salud para paliar o incluso anticiparse a los acontecimientos.
En vez de discutirse las condiciones que nos han llevado a esta pandemia y a la gravedad de la misma, desde la deforestación y el cambio climático, pasando por el hacinamiento urbano y el trabajo precarizado, hasta el desmantelamiento del sistema sanitario y científico, se pone el acento en quienes rompen la cuarentena, que pueden ser un factor agravante pero no el principal.
Miles de puestos de trabajos se muestran como prescindibles para la vida. Lejos de ser culpa de quienes tienen estos puestos de trabajos, ya que son meros laburantes buscando el pan, esto es culpa del capitalismo que crea trabajo basura para intentar conseguir nuevos nichos de ganancia: uber, rappi, el turismo, la hotelería, gran parte de la “economía del conocimiento”, etc. Mientras la solución de la burguesía es desprenderse de les laburantes y apuntar a que el Estado les de algunas migajas para que no entren en rebelión abierta, esto debe hacernos redoblar nuestros debates sobre la necesidad de repartir las horas de trabajo. Que todes podamos laburar pero sin dejar nuestra salud en unos pocos años por los ritmos frenéticos de la productividad que se exige. Sin laburos basura o en todo caso reconociendo aquellos aspectos que dan insalubridad para acortar aún más las jornadas. La tecnología lo permite, no lo permite el capital.
Discutamos el decrecimiento. La glotonería del capital por ampliar su tasa de ganancia lo empuja permanentemente a la sobreproducción y esto empuja al planeta al colapso ambiental. No solo por la contaminación sino por el calentamiento global que reforzará en los próximos años los peores y caóticos fenómenos meteorológicos y además inundará costas y liberará patógenos congelados hace milenios en los hielos del planeta. Discutamos entonces cómo producimos más de lo que necesitamos. Sobre las toneladas de alimentos que se tiran. Sobre todo lo que se produce para tirar inmediatamente o para que deliberadamente se rompa y salgamos a comprar de vuelta, esto también se sobreproduce. Sobre las presiones político económicas que impiden que se subsidien y prosperen las tecnologías verdes a niveles masivos, sean paneles solares o trenes en lugar de camiones. Sobre las desigualdades sociales que en un mundo inundado de mercancías mata de hambre a millones cada año.
Imagen: PacifistaTV
Mientras tanto, las curitas con las que los Estados intentan paliar la crisis (para Argentina la AUH, subsidio a monotributistas, etc.) no hacen al ser insuficientes y tardías sino descargar el cuidado de la población en las redes que estructuran al capitalismo patriarcal: fundamentalmente las familias, muy escasamente las redes de afinidad. Sean las unas o las otras, en todo caso ratifican la feminización de los cuidados, cuando las visitas a los papás de los chicos han sido suspendidas y miles de tipos aprovechan para no pasar alimentos, cuando mayormente las mujeres se acuerdan de los mayores de la familia y del barrio, cuando lo que no se revolucionó con libertades civiles no se revoluciona en la privacidad de los hogares: división de tareas domésticas por ejemplo. Por el contrario, se agudiza la violencia de género y queda confinada en las paredes de los hogares como si volviéramos 30 años atrás en la historia. Una mujer violentada no puede en estas circunstancias pedir ayuda si su celular es vigilado y posiblemente no huya por miedo a la policía. Es tiempo de seguir promoviendo el feminismo en la sociedad.
La pandemia desnuda las desigualdades con que vivimos en los diferentes países, centralmente por dos cuestiones, una es la política de los gobiernos que obligan a los trabajadores y sectores pobres a cumplir una cuarentena que en muchos caso escapa a las posibilidades ya que las familias necesitan comer a diario, y aquí un porcentaje importante de la población se encuentra entre la espada de la represión y la pared del hambre en su casa.
Esta situación es insostenible en el tiempo, ya veremos cómo comienza la organización en las barriadas que de solidaridad entienden bastante. Aquí se pone en juego la legalidad burguesa, esta no da de comer y, si para procurar el alimento hay que romperla habrá que hacerlo.
Otro factor que está siendo central es la ubicación del sector obrero registrado que no está incluido en las reglas generales, que por la necesidad de las patronales de extraerle plusvalía se ve obligado a acudir a los establecimientos, allí se están desarrollando procesos de autoorganizacion como lo que ocurrió este 25-3 en ll sector industrial de Italia “Es la revuelta de los trabajadores. Desde las fábricas de metales de Lombardía a las de Piamonte, desde las acerías de Piombino a los altos hornos de Taranto, desde las empresas químicas y textiles a las empresas aeroespaciales y los astilleros. Incluso los constructores del nuevo puente de Génova piden un descanso. Huelgas y protestas espontáneas de los que se sienten rehenes del trabajo, obligados a desafiar al coronavirus mientras el resto del país se queda en casa.” (La República, 23/03/2020)”, pero también en otros países como en Francia o Bélgica y en la Argentina particularmente donde los trabajadores de Acindar Villa Constitución, Ternium de Ensenada o las fábricas de electrónica de Tierra del Fuego con sendas asambleas decretaron el pase a cuarentena de hecho, como estos hay ejemplos en cientos de lugares por todo el planeta. U otros de los sectores indispensables que viéndose obligados a prestar servicio pelean por conseguir mejores condiciones sanitarias o condiciones de trabajo menos peligrosas como las y los banderilleras del tren sarmiento que lograron que les acomoden los horarios a jornadas de seis horas un día cada tres sin detrimento del salario.
Estos procesos donde trabajadores y trabajadoras ponen límites a las patronales son los que debemos resaltar, que se sepa que en esta pandemia no somos uno, somos dos, unos que con todas las comodidades cubiertas solo quieren aprovecharla para sacar mejor tajada aún de la que ya sacan y otros que empiezan a ver que a ese poder se lo enfrenta con organización y lucha, con o sin apoyo de los gremios. Unos que pueden refugiarse en sus hogares a esperar que pase la tormenta y otros que salen impulsados por sus necesidades a procurar, alimento, vivienda y todos sus derechos elementales a los que los estados no dan ni dieron nunca solución.
Al mismo tiempo se promueve la puteada no empática a quien sale y no sabemos por qué salió. Suceden los llamados “excesos” policiales en la completa indiferencia de la mayor parte de la población. Cerca del 24 de marzo políticos se atreven a pedir que salgan los militares a las calles. Se sacan notas elogiando el control orwelliano por medio de cámaras con reconocimiento facial y celulares rastreados por gps en países como Corea o Israel. Es tiempo de hacer énfasis en la política de DDHH y el valor de las libertades democráticas.
Como revolucionaries debemos señalar todo esto, tratar de tender redes solidarias y cuestionar el énfasis en la respuesta represiva por sobre la sanitaria y solidaria, provenga del gobierno o provenga del muro de facebook de cualquier persona.
Es poco realmente lo que podemos de hacer desde el encierro. Decirlo no nos hace menos revolucionaries. En todo caso nos tiene que poner a pensar sobre los límites de nuestras herramientas organizativas actuales en tiempos de un salto cualitativo en lo represivo que difícilmente vuelva del todo para atrás.
Pero no podemos renunciar sin más a la militancia y dedicarnos simplemente a sobrevivir cada une en su aislamiento. Debemos redoblar esfuerzos aunque sea desde lo comunicativo para dar los debates que llevan a la clase trabajadora a organizarse contra un capitalismo patriarcal: ¿Qué vida queremos vivir? ¿Queremos volver a la normalidad? La normalidad ERA el problema. Solo derrocando a este sistema podremos proyectar una vida que valga la pena ser vivida.