La vivienda es un derecho

Las grandes luchas de la clase trabajadora permitieron en el siglo XX que muchos países hicieran parte de su sentido común el derecho a la vivienda digna, incluso quedando consagrado tal derecho en la Constitución Nacional del Estado burgués en el caso argentino. Este derecho se satisfacía de variadas maneras, ya sea créditos accesibles a los salarios de la mayoría de la clase trabajadora, o planes de vivienda estatales. El acceso a la vivienda era inseparable de otras reformas conseguidas por la lucha obrera, tales como arrancarles a las patronales trabajos registrados y con niveles salariales que permitían a una familia obrera promedio acceder a la vivienda.

A partir de los años 70, y fundamentalmente en los últimos 20 años, a nivel global, en el marco de la ofensiva de la burguesía contra la clase trabajadora, el acceso a la vivienda pasó a ser cada vez más imposible para cada vez más sectores trabajadores. Por un lado, la burguesía encontró un nicho de valorización en la especulación inmobiliaria, lo cual fue elevando los precios de las construcciones cada vez más, mientras en paralelo, se reducían los salarios y crecía el empleo no registrado. 

Así, mientras en 1973 se requerían 18 salarios promedio para acceder a una vivienda de 80mts 2 en condiciones, en 1993 eran 30 salarios, en 2003 60 salarios y hoy en día más de 100. Y eso considerando los sueldos del sector registrado, siendo que en el no registrado los salarios son mucho menores. En 2015 ya se calculaba que solo el 1% de les trabajadores podía acceder a una vivienda del tamaño mencionado si contaba solo con su salario (sin ayudas de terceros o la recepción de herencias), siendo el sector del petróleo, gas, carbón y uranio, con su procesamiento y transporte, el único que conservaba un poder de acceso a la vivienda comparable a lo que tenía cualquier sueldo promedio en los años 70.

A su vez, el aumento de los costos para comprar o construir impacta en los costos para alquilar, elevándose, de esta manera no es de extrañar en lo más mínimo que se multipliquen las tomas y asentamientos. Hemos llegado a una situación en que una de cada cuatro personas no accede ya a una vivienda medianamente aceptable, mientras en simultáneo solo en CABA hay 200 mil viviendas vacías.

Para sostener este proceso y contar con la complacencia de muches trabajadores, la burguesía ha montado todo un aparato de propaganda que ha hecho desaparecer del horizonte de reclamos mínimos del proletariado el acceso a la vivienda. Logran que muches trabajadores tengan más simpatía por la cana que por aquellas personas de su clase que no tienen donde vivir, explotando en su favor el recuerdo de una época donde trabajando se podía acceder a la vivienda. Pero ello ya no es así y cada vez es peor, y si no se revierte ese proceso, quienes aún acceden a la vivienda por la colaboración de varios familiares y/o herencias, no podrán garantizar ese acceso a sus hijes en el futuro. Luchar hoy por el derecho a la vivienda de toda la clase es luchar por el derecho a la vivienda de nuestros hijes en el futuro. 

El proceso de especulación inmobiliaria tiene otros varios efectos, entre otros, la destrucción de humedales mediante incendios como por ejemplo en los últimos meses en Hudson, el delta del Paraná o las sierras de Córdoba. Ello trae aparejado no solo la contaminación del aire que respiramos sino que el agua que antes iba ahí pasa a inundar otras zonas, en general barrios populares. Es por ello que se estima que más de la mitad de los barrios privados de Córdoba fue hecho en forma ilegal violando las leyes, pero la burguesía maniobra para que eso no genere el mismo repudio que una toma porque “ahí se pagó”, por más que sea fruto esa propiedad originalmente de un acto ilegal contra toda la sociedad.

La especulación inmobiliaria que lleva a la destrucción de la naturaleza no solo debe generar empatía por las imágenes de los animales que mueren o huyen, sino porque es una de las causas de que miles de personas de nuestra clase no accedan a la vivienda digna.

En paralelo a todo esto, la respuesta del Estado burgués a la situación ante el reclamo popular es siempre pensada desde el corto plazo, para las siguientes elecciones, y no como solución estructural. Así, se idean planes, Procrear por ejemplo, que priorizan la generación de empleos temporales en el corto plazo en la construcción, por eso son créditos para construir o comprar nuevo y no para comprar usado, o se pone el eje en beneficiar a las empresas de la patria contratista, así en los municipios del conurbano se reemplazaron los créditos para la autoconstrucción cooperativa por viviendas de muy mala calidad encargadas por los municipios.

En la actual crisis más que nunca es necesario volver a poner sobre la mesa el derecho de nuestra clase a la vivienda, máxime cuando se propagandiza en todos lados la salida represiva. Si bien la toma de Guernica por su magnitud quizás no se desaloje en forma violenta, en estos días se están dando decenas de desalojos en otros lugares más chicos. De hecho, la cana lo sabe y aprovechó la oportunidad para presionar por sus intereses en la reciente asonada.

Aunque creemos que el Impuesto a las Grandes Fortunas no es solución a mediano y largo plazo (porque los capitales se van a donde les sea más barato) debe ser ocasión para discutir por qué siempre prefieren cobrarle a les trabajadores, y a dónde debería ir ese dinero en el corto plazo.

En definitiva, la vivienda es un derecho humano de nuestra clase, debemos luchar contra la trampa de la meritocracia, del a mi no me va a pasar, sabiendo que si seguimos así es cada vez más probable que nos pase. 

Es complicado, pero hay que construir los medios para encontrarse, para no seguir retrocediendo en la conciencia y solidaridad, para lograr lo que es nuestro derecho.

La asonada policial ¿un conflicto entre clases o entre facciones burguesas?

La clase social que detenta el poder en Argentina es la burguesía y dentro de la misma específicamente los sectores más concentrados. Esto es así desde hace décadas pese a momentos como los primeros años del kirchnerismo, donde las Pymes fueron apoyadas por su rol para generar empleo, disminuyendo rápidamente el desempleo y así ayudar a contener el malestar social propio de las insurrecciones del 2001, en un contexto donde era posible por la situación económica mundial favorable con altos precios de las materias primas (Viento de Cola).

Hoy nos encontramos en una situación muy diferente, la economía mundial en una crisis muy aguda (las comparaciones con la de 1930 no son en vano) previa a la pandemia, que en todo caso es utilizada como excusa para no desnudar la imposibilidad del capitalismo para atender las cuestiones más elementales como la vivienda y el empleo, e incluso poner en juego la existencia de la vida sobre el planeta.

El gobierno de Macri luego de su triunfo electoral de  las legislativas de 2017 se había lanzado a profundizar el ajuste en curso con la política llamada “reformismo permanente”, que en realidad englobaba las reformas impositiva, previsional y laboral. Esta política dio sus primeros pasos logrando avanzar sobre las jubilaciones y chocó rápidamente con las masas que, como en ocasión del intento de liberar a genocidas con el 2X1, con la movilización unitaria logró poner un límite a esa política. Parte de la reforma jubilatoria fue postergada en las calles (aunque se avanzó en ella en el macrismo y este año también), y la reforma laboral fue retirada de la mesa para pasarla convenio por convenio con acuerdo de la misma burocracia a la que le quitamos ya hace años el atril. El PJ, entonces líder de la oposición, puso paños fríos con el “hay 2019” logrando desviar la movilización hacia las urnas.

Con el triunfo de Alberto Fernández la alegría de las masas de haberse sacado a Macri de encima estaba destinada a durar muy poco, el gobierno tenía que llevar adelante el ajuste que el anterior no había podido completar (aunque sí se había avanzado fuertemente) y en sus primeros pasos ya mostró que la megaminería, el extractivismo y agronegocio serían los pilares de su gestión económica, sumados a las condiciones que ponía el FMI.

Poco después de marzo, donde oficialismo y oposición se vieron obligados a cerrar filas por la pandemia, comenzaron los roces a partir de políticas como la centralización del sistema de salud, el impuesto a las grandes fortunas, la reforma judicial o la expropiación de Vicentin. Estas diferencias sumadas a la buena performance electoral de Cambiemos en Octubre del 19  inician una disputa por la gobernabilidad.

El sector más concentrado del capital viene demostrando que detenta el poder (los despidos y suspensiones pese al decreto del gobierno son botón de muestra), tanto gobierno como oposición acuerdan en las políticas de fondo, la disputa es sobre qué gobierno es más eficiente para llevarlo adelante. ¿Quién es mejor para ajustar?

En este contexto el gobierno lanza el Plan Centinela que implica la inversión de 38.000 millones en mejoras de equipamiento, salarios y reclutamiento para las fuerzas de seguridad justo cuando la desaparición forzada de Facundo Castro visibilizaba la salvaje represión que se está llevando a cabo por las fuerzas policiales y de seguridad y particularmente por la policía de la provincia de Buenos Aires. Estos fueron los dos detonantes de la asonada policial; subidos a la perdida de salarios directa e indirecta los jefes policiales discuten quién y cómo manejaría esa millonaria inversión y la necesidad de impunidad de las fuerzas para seguir reprimiendo a los sectores populares. Política avalada no solo por el Macrismo sino también por la “derecha” peronista personificada en Berni. Lo cual no quita que el deterioro salarial frente a la inflación, y la pérdida de adicionales legales e ilegales por la pandemia no ayuden al caldo de cultivo. Poco tiempo antes los medios de comunicación ponían de relieve la inseguridad y como parte de esta la toma de tierras por miles de familias que están siendo arrojadas a la calle por la miseria creciente. Queriendo instalar la necesidad de más mano dura por parte del Estado.

Ante la movilización policial a la casa del gobernador y la quinta de Olivos hubo mucha preocupación en sectores de la clase obrera y el movimiento de derechos humanos entendiendo la posición policial como una exigencia de parte de la oposición de correr los límites de la democracia burguesa. Si bien no hubo un intento de golpe de estado (y si lo hubo ¡menuda conducción democrática la que premia a los “traidores a la patria” con un aumento de sueldo!), es cierto que existe la visión de la burguesía de que el régimen democrático burgués le pone límites a su voracidad. Por eso los medios hegemónicos quisieron despertar simpatía por la policía queriendo mostrar que son útiles, o que arriesgan la vida más que otros, logrando una empatía bastante amplia. Situación exactamente contraria a cuando cubren conflictos laborales en general, incluso en sectores que arriesgan mucho más la vida, como la construcción o el transporte.

Debemos aprender la lección de los ocurrido: por un lado, la burguesía cada vez corre más a la derecha los límites de la democracia; por otro lado, si bien sobre los policías la denuncia de golpismo queda en la nada, ante las movilizaciones de la clase trabajadora si no va a haber problemas en aplicarles todas las leyes represivas, pensemos que a quienes protestaban contra la mina de Andalgalá se les aplicó la ley antiterrorista.

La resolución con quita de fondos a CABA para sostener el aumento fue en parte un “vuelto” al macrismo que terminarán pagando les vecines con recortes o con más ABL, demostrando el gobierno que cuando quieren hay plata, no porque sobre, sino porque eligen en qué gastar.

Como ya mencionamos, es importante el peso de los adicionales en el salario de la policía cortados por la pandemia, pero también tenemos que remarcar la participación de la policía en todo tipo de negocios ilegales, que son parte estructural de la fuerza y no una necesidad por los bajos sueldos, y, finalmente cuál es el rol social de las fuerzas represivas, más allá de la ideología de cada uno de sus individuos. La cuestión no es si son trabajadores o no, sino si son compañeres en la situación real por su función laboral. La militancia como parte de la clase obrera no es algo determinado genética o territorialmente, sino producto de un conjunto de relaciones sociales. Les policías puede venir de la clase o de barrios obreros (en la mayoría de los casos es así) pero su realidad es otra, y por lo tanto también lo son sus intereses. En concreto, su función social institucional, en un entrelazamiento con la represión, el delito y los crímenes contra la población, los alejan de la lucha por la liberación de la clase.

Recapitulando, debemos estar advertidos del corrimiento a la derecha de la burguesía incentivada por las dificultades para salir de la crisis, así como tener en claro quiénes son nuestros compañeros de lucha y quienes nuestros enemigos, y finalmente debemos tomar notas de todas las cosas que los medios de comunicación resaltan para legitimar en la protesta policial pero ocultan en los reclamos de la clase, es nuestro deber como clase organizarnos para enfrentar el ajuste teniendo todo esto en claro ya que a la hora de salir a luchar no nos tendrán contemplaciones.

Repudiamos las declaraciones de Duhalde

Y la hipocresía de un gobierno que sostiene al aparato represivo como pilar de su política

Días atrás, una vez más, Eduardo Duahalde hizo gala de su pensamiento fachistoide. Dijo el máximo responsable de la Masacre de Avellaneda, donde murieron asesinados el 26 de junio de 2002 Maximiliano Kosteki y Darío Santillán: «Es ridículo que piensen que el año que viene va a haber elecciones. ¿Por qué va a haber elecciones? Tenemos un récord, la gente no lo sabe o se olvida: entre 1930 y 1983 hubo 14 dictaduras militares, presidentes militares» y contextualizó estas declaraciones en la vuelta de los gobiernos golpistas en Latinoamérica mencionando a Bolivia, Brasil y Chile entre otros.

Explicó que la crisis social y económica se va a profundizar y “se va a generar un clima peor al ’que se vayan todos’, porque vamos a un escenario evidentemente peor que el 2001, ya que puede terminar en una especie de guerra civil”.

Estos dichos hicieron levantar la voz a todo el espectro político repudiando los dichos por antidemocráticos, repudio necesario en esta Argentina que como dijo E.D. tiene un pasado golpista. Pero no creemos que solo baste con repudiar, también tenemos que analizar lo que dijo, tomado de quien viene. Sus dichos, a pesar del público repudio del propio gobierno, se complementan con los del ministro de defensa A. Rossi volviendo a plantear la convicción democrática de las FFAA, cosa que nos debería dejar tranquilos, pero lo que no dice es la convicción represora de un gobierno que viene avalando hechos de tortura y muerte en comisarías, desapariciones forzadas, casos de gatillo fácil y detenciones arbitrarias por doquier.

Sumado a esto tenemos que advertir que estas declaraciones también tienen una utilidad extra para el gobierno, ya que le permiten presentarse como un mal menor de uno mayor representado por una”derecha” golpista, a la vez que desvían la atención de los graves problemas que azotan el país.

¿Mal menor o una política diseñada para reprimir el conflicto social?

Lo que no dicen en el gobierno es que ellos también barajan la hipótesis de posibles estallidos sociales empujados por la miseria creciente que, con el pago de la deuda, la crisis económica mundial y la pandemia sin duda pegará un salto. Y para ello se prepara desde que inició el gobierno hablando de vuelta de página con las FFAA e intentando lavarles la cara sacándolos a los barrios a hacer tareas asistenciales, pero no solo ideológicamente se preparan, también lo hacen en lo concreto .

En estos días, en una reunión cumbre con las máximas autoridades, el gobierno puso en marcha el Plan Centinela, que prevé una inyección de 10 y 12 mil millones de pesos de nación a provincia y los municipios que será destinada al reclutamiento de 10.000 nuevos efectivos policiales, compra de 2.000 patrulleros, refacciones y ampliación de unas 200 a 300 comisarías, construcción de cárceles y adquisición de todo tipo de insumos y pertrechos, desde armas a cámaras de vigilancia.

La diletancia y, los retrocesos para afrontar el acuerdo por  la deuda, el repliegue por la “expropiación” de Vicentin, el congelamiento de la cuestión del aborto, el dejar hacer a las  empresas pese a prohibir despidos y suspensiones a la baja y el incremento del discurso de mano dura frente a la inseguridad, sin duda son políticas que fortalecen a los sectores  de los cuales Duhalde es vocero. El gobierno actúa para dejar tranquilos a los empresarios de que no van a necesitar un golpe de estado para aplicar los planes de ajuste, extractivismo, agronegocios, etc. y mientras así sea la institucionalidad burguesa será respetada.

Ante un hipotético estallido, como han ocurrido en Latinoamérica a fin del año pasado o principios de este, trabajadoras, trabajadores y sectores populares  también deberíamos  pensar y construir alternativas de poder desde abajo.

Crisis económica y pandemia

La crisis económica de larga data que arrastra el capitalismo mundial potenciada por la pandemia de Covid19 son, combinados, dos de los factores más profundos de la realidad mundial. Sobre el resultado final podemos decir que será producto del desarrollo desigual y combinado de estos elementos. Y como lo nuevo solo se puede conocer cuando ya existe, solo podemos trazar algunas hipótesis a futuro basadas en la historia precedente y, ante todo, en lo que ya está ocurriendo, la realidad nunca se detiene y tanto a nivel mundial como en cada país hay rumbos políticos tomados.

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Fuente: AnRed

La pandemia desnuda al sistema capitalista

La pandemia actúa como un fogonazo, donde se ven claramente las diferencias sociales, la inequidad de sistemas de salud colapsados, la falta de viviendas, las paupérrimas condiciones en que viaja la clase trabajadora a sudar valor para los dueños de los medios de producción, todo se ve claramente por un momento, pero a su vez tiene un efecto acelerador de los proceso previos.

Diversas tendencias se venían desarrollando en el mundo, previo a la pandemia, en lo que hace a la geopolítica la guerra comercial entre EEUU y China conteniendo procesos de cierre de las economías de ambos países, como parte de un proceso de cierre proteccionista, del cual el Brexit es otro ejemplo.

En lo social, por una parte procesos de lucha de masas con grandes movilizaciones y, como contrapartida de estos, pero ya de más larga data, una profundización en el endurecimiento de los regímenes políticos y las situaciones de guerra abierta, principalmente en Siria, Yemen, Sudan del sur, el Congo y Somalia. Finalmente los factores de la crisis económica en proceso, que también se encontraban en desarrollo antes de la pandemia, como el ya mencionado enfrentamiento entre Estados Unidos y China, o los altos niveles de endeudamiento público y privado, la deflación y la tendencia a la recesión económica .

La crisis combinada por su profundidad acarreará un proceso de concentración de capital donde capitales pequeños no podrán sobrevivir, cerraran fabricas y establecimientos, y los grandes capitales, que están siendo subsidiados por los diferentes estados, sobrevivirán, y buscaran relanzar la tasa de ganancia de sus empresas a costa de mayor explotación de los trabajadores, más saqueo de la naturaleza y peores condiciones de vida para los sectores más humildes de la población. Y, como lo están haciendo Bill Gates o el grupo Techint, expandirán sus negocios a ramas como la salud.

Veremos todo tipo de crisis –económicas, sociales y políticas (gobiernos, regímenes, partidos), así como reacciones defensivas del movimiento de masas que pueden convertirse en ofensivas si se elevan al terreno político, es decir, a cuestionar al gobierno y/o al régimen existente, como ocurrió en Chile. Y en el otro polo, el desarrollo de movimientos hacia el bonapartismo o el fascismo.

La deuda pública y el default

El Instituto de Finanzas Internacionales, que agrupa a los principales bancos del mundo, estima que la deuda mundial suma 253,2 billones (millones de millones) de dólares en 2019. Ese monto equivale a 322 por ciento del Producto Interno Global, esto es la generación material de bienes y servicios en el mundo. Nunca antes esa relación había alcanzado un valor tan elevado. Existe mucha más deuda en circulación que riqueza material que respalde ese capital, exceso que se denomina «capital ficticio».

Los países emergentes acumulan deuda por 72,5 billones de dólares (223 por ciento del PIB de esas economías), mientras que los países desarrollados registran una deuda de 180,1 billones (383 por ciento de su PIB).

Esa inconsistencia en el capitalismo se resuelve con defaults de deudas, que destruyen el capital ficticio acumulado por burbujas especulativas. Es el escenario más probable en estos próximos meses donde el funcionamiento de la economía se ha paralizado por la pandemia.

La desglobalización

La pandemia está acelerando tendencias ya muy avanzadas hacia la balcanización y la fragmentación lo cual hace prever que el mundo posterior a la pandemia se caracterizará por restricciones más estrictas al movimiento de bienes, servicios, capital, mano de obra, tecnología, datos e información. De hecho este proceso ya está aconteciendo en algunas áreas como la farmacéutica, equipamiento médico y alimentario.

No obstante, todo lo anterior, la tendencia de la desglobalización, producto de las políticas proteccionistas del gobierno de los Estados Unidos previo a la crisis sanitaria, así como el enfrentamiento con China, está dando un salto o giro cualitativo que puede conllevar a una reconfiguración y rediseño del sistema mundo posterior a la pandemia.

La profunda recesión económica está provocando un inminente exceso en los mercados de bienes (máquinas y capacidad productiva no utilizadas) y mano de obra (desempleo a gran escala), además de impulsar un derrumbe de precios de materias primas como el petróleo y los metales industriales (ver https://horizontecomunista.wordpress.com/2020/03/28/la-culpa-no-es-del-coronavirus/).

Los Estados Unidos se encuentra a la cabeza de medidas proteccionistas tomadas desde el año 2008 hasta el 2019; 790 diferentes limitaciones impuestas a productos y servicios extranjeros para proteger la economía nacional. La India con 566 y Rusia 423 medidas proteccionistas son el segundo y tercero. China se encuentra en la octava posición en ese tipo de medidas. Por tanto, la desglobalización sería como un “retroceso” y “contramarcha” del capitalismo imperialista mundial contrario a su propia “naturaleza”. ¿Es el fin de la globalización? De ninguna manera podemos afirmar de forma categórica esa cuestión. Sin embargo, es evidente que existe un proceso de desaceleración y desescalada de la globalización en el mundo, profundizado por la pandemia.

Si la globalización fue la política económica del auge neoliberal, la reacción democrática fue la política central de la burguesía para efectuar su dominio, hoy ambas están en declive.

En todo el mundo la democracia burguesa experimentaba hasta antes del brote de la pandemia de Covid-19, un retroceso. Los métodos y las formas han ido mutando producto de la influencia de las permanentes guerras imperialistas, las crisis económicas cíclicas que cada vez duran más con respecto a los periodos de bonanza capitalista ; sumado esto a la irracional presión que la anarquía de la producción capitalista causa sobre el medio ambiente (origen comprobado del actual virus) y la compatibilidad constante que el régimen debe tener con el estadio actual del modo de producción capitalista, podríamos decir de neoliberalismo tardío.

Del mundo unipolar a la hegemonía yanqui disputada

Un poco antes de 1990, cuando se produjo el derrumbe de la URSS, se inició una feroz ofensiva neoliberal que abarcó a todos los países. Estados Unidos apareció como la potencia triunfadora. Se llegó a hablar, incluso, de un mundo unipolar dominado por Estados Unidos. Los postulados de ese momento eran esencialmente dos: apertura de los mercados y la firma de tratados de libre comercio en todos los países, y un marcado énfasis en la instauración y defensa de la democracia burguesa y, en teoría, las libertades democráticas y la defensa de los derechos humanos. El neoliberalismo económico estaba asociado al liberalismo político.

30 años después, los resultados son diferentes. La hegemonía de Estados Unidos, lejos de imponerse como la principal potencia imperialista, ha tenido que compartir el lugar con imperialismos emergentes como China y Rusia. El plan de Bush de rediseñar el Medio Oriente no funcionó, y Rusia ha consolidado su influencia en países claves como Irán, Irak, Siria y ahora coquetea con Turquía. Rusia y China tienen capacidad de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Como decía anteriormente, la ofensiva globalizadora en el plano económico está dando paso al fenómeno contrario, el surgimiento de los proteccionismos económicos. Por efecto de la ley del desarrollo desigual, algunos países han desarrollado su industria, como los casos de China e India, solo para citar los ejemplos más relevantes, que resulta más productiva y competitiva que los propios países imperialistas. Para evitar que la competencia destruya las industrias obsoletas, surgen los movimientos proteccionistas, una negación parcial del capitalismo neoliberal.

Sin soporte económico, la democracia burguesa no puede funcionar. No hemos llegado al extremo de instauración de gobiernos fascistas (como Musolini y Hitler) porque la crisis económica no ha tenido una caída constante, que ha logrado ser diferida, evitando la recesión generalizada a nivel mundial. Pero la decadencia lenta y sostenida de Europa y Estados Unidos, es evidente. El proyecto de la Unión Europea se desgarra y solamente Alemania se sostiene como una potencia imperialista vigorosa y dominante. En Francia, el crecimiento del movimiento nacionalista y derechista de Marie Le Pen, es un claro síntoma del fenómeno de reacción derechista ante la crisis de la democracia burguesa.

El polo “autoritario”

El informe de la Conferencia de Seguridad de Munich sostiene que “hay una reacción cultural contra el llamado «globalismo» del que proviene la oleada populista. La principal línea divisoria de la política va cada vez menos entre izquierda y derecha, sino que se produce entre un polo cosmopolita liberal y un autoritario populista (o incluso xenófobo)”.

El nacionalismo burgués (al que llaman autoritario populista) conducirá, más temprano que tarde, a la formación de regímenes bonapartistas, que pueden ser la antesala del fascismo. Todo dependerá la agudización de la crisis del capitalismo y de la repuesta de la izquierda y de la clase obrera.

La imposición de estos regímenes autoritarios o bonapartistas dependerá siempre de la lucha de clases en cada país y de la evolución de la situación internacional. Hasta el momento, el crecimiento de estas fuerzas nacionalistas reaccionarias se ha producido en el plano electoral, lo cual es muy volátil.

Desde Rusia hasta Estados Unidos, desde la India hasta la Argentina y desde el Magreb hasta Tailandia, pasando por las monarquías del Golfo, las burguesías nativas de los diferentes países han estado coqueteando en las últimas décadas con el endurecimiento de los regímenes democrático-burgueses en un momento en que las crisis, las guerras y la anarquía de la producción destruyen no solo cualquier indicio de desarrollo en pro del mejoramiento de la humanidad, sino hacen insostenible la aparentemente libre concurrencia de las masas por medio de los mecanismos democráticos clásicos. Esto quiere decir que cada nueva crisis va haciendo que la democracia burguesa sea más incompatible con el salvajismo y el barbarismo a los que ha descendido la producción capitalista y el orden burgués.

La pandemia profundiza el carácter reaccionario de la burguesía

No vamos a discutir aquí las medidas estrictamente médicas o epidemiológicas, sólo podemos confiar en lo que dicen los profesionales comparándolo con los datos de que vamos disponiendo. Más allá de que el fin perseguido es la contención de la pandemia, es un hecho que la mayoría de los gobiernos del mundo han aprovechado la política de aislamiento social para restringir en diferentes grados, no solo la libre locomoción y las libertades individuales, sino han trastocado hasta los cimientos los circuitos de producción y de comercio mundial, demostrando una vez más lo anacrónico que se va volviendo el capitalismo en relación al desarrollo de las propias sociedades humanas y el mejoramiento de la vida de las masas.

Con mucho dolor la clase dirigente en el mundo ha tenido que detener las máquinas sacando de las fábricas a los trabajadores –verdaderos generadores de sus riquezas– enviándolos a las casas, subvirtiendo en los hechos la lógica capitalista. Pero también se han trasformado ante nuestros ojos y desde el encierro, las formas y los métodos en que la burguesía ejerce la dictadura del capital sobre el trabajo.

Los regímenes en los hechos ya se han endurecido; en países de América el caudillismo, el autoritarismo de los lideres burgueses está a la orden del día tratando de encubrir con proclamas vaciadas de contenido el desmantelamiento neoliberal orquestado en las últimas dos décadas de los sistemas de salud pública tan esenciales hoy.

Como los demás factores en juego, en la lucha de clases también, luego del impasse impuesto por el aislamiento social preventivo, parecieran retomarse las movilizaciones en Latinoamérica como estamos viendo en Chile, Ecuador, Colombia, Bolivia misma (a pesar del gobierno dictatorial), e incluso en Argentina, donde, pese a la fragmentación, ya asistimos a procesos de lucha, primero por empresa, pero ya provincias enteras como Chubut o Neuquén, o los trabajadores estatales de Córdoba que salen a la calle para enfrentar una nueva ola de ajuste potenciada por las consecuencias de la combinación de la pandemia con la crisis económica.

La crisis social sobrepasará en pocos días a la crisis sanitaria.

El encierro y la política de que las masas deben aceptar un nuevo retroceso en sus salarios y condiciones de vida son de corto alcance ante la objetividad de dicho retroceso.

La burguesía lo sabe, sabe ya que el encierro le ha dado la capacidad de endurecer más rápidamente el régimen político; también sabe que la crisis causada por el detenimiento parcial de la producción causará cataclismos sociales más potentes que los que se vivían al inicio del 2020.

¿Qué hacer?

Para quienes sostenemos que la lucha de clases es el motor de la historia, que la clase trabajadora es la única capaz de derrocar al capital y sentar las bases de un futuro comunista para la sociedad y marcamos la necesidad de que exista un partido capaz de acompañar y orientar esa lucha de la clase para que esta llegue a buen puerto es fundamental, primero comprender la realidad para luego tener política para modificarla.

Si el análisis precedente enmarca esa nueva realidad tendremos que afrontar en primera instancia a un frente contrarrevolucionario, por así llamarlo, compuesto por empresarios, estado, iglesia, burocracias sindicales y medios hegemónicos, que intentaran someternos por los medios que le sean necesarios. El intento de convencernos de que la pandemia como un mal divino es la responsable de muertes, perdidas de trabajo, deterioro de las condiciones de vida, etc. está claro que será su discurso privilegiado, los apóstatas de la burguesía niegan el desastre que está causando el capitalismo en todos los aspectos. Para combatir ese discurso tenemos que poner en claro los factores precedentes de esta crisis sanitarias y contraponerlos con las medidas socialistas para enfrentarlos.

Tenemos también que poner negro sobre blanco que el neoliberalismo es la fase actual del sistema capitalista y que todos los gobiernos son parte de este sistema global, por eso todos los gobiernos aplican políticas para favorecer a las burguesías de todos los países, que ya están en plena ofensiva contra las masas trabajadoras y el pueblo pobre para hacerles pagar la crisis (despidos, baja salarial, etcétera), ofensiva que seguirá cuando acabe la pandemia.
Los gobiernos tratarán de salvar a las empresas más importantes con el “método 2009”: recursos estatales y bajas de sus contribuciones impositivas y de aportes a la seguridad social. Y también es común a todos los gobiernos el temor a que se produzcan levantamientos de los trabajadores y el pueblo pobre: subsidios, ayuda alimentaria, etcétera para los sectores con hambre o al borde de sufrirla. No es por humanitarismo, sino porque saben que el “caos social” agravaría la crisis económica.

Intervención en los procesos de lucha y propaganda política

Como decía la clase viene gestando procesos de lucha en los últimos meses participar de ellos y propagandizar una política revolucionaria será central para que en estos procesos logre avanzar una conciencia de clase.

Una parte central de esa propaganda debería ser el rol de clase del Estado, las corrientes populistas y sectores de la izquierda hablan de estado materno, de Estado que nos cuida, de Estado presente o ausente según quien sea el que gobierna u opina, pero nadie dice que el Estado es el instrumento de opresión de una clase sobre otra y que todas sus políticas por acción u omisión son activas y a favor de la burguesía, aunque circunstancialmente parezca lo contrario porque a veces, en aras de su estrategia, tácticamente, toma medidas que parecieran favorecer a la clase oprimida como sería la promulgación de leyes prohibiendo despidos, o el tan mentado impuesto a la riqueza, pero siempre a la larga hay sectores del frente burgués tras esas políticas.

Para eso debemos prepararnos trabajadores y trabajadoras incluyendo los miles de desocupados actuales y los y las que dejará esta ofensiva tendremos que luchar en el día a día para que no nos avasallen aun mas, pero será fundamental comprender que a este frente solo lo podemos enfrentar con políticas de conjunto que apunten a derrotarlos y construir una sociedad igualitaria.

El periodo próximo de la lucha de clases estará determinado por una profunda lucha entre la burguesía queriendo saldar su crisis aumentando la explotación de la clase trabajadora, endureciendo para ello los regímenes de gobierno, y la clase obrera luchando por defender sus conquistas centenarias, si en esas luchas logra superar a las actuales direcciones reformistas y legalistas podrá dotarse de una nueva dirección que la eleve a luchar políticamente, si no lo logra asistiremos a una derrota estratégica de gran magnitud que marcara décadas de opresión.

Pablo Rojas

La única verdad es la realidad

La pandemia del Covid 19, como hemos mencionado en artículos anteriores, no ha venido sino a reforzar procesos previos del sistema social en que vivimos, tales como sus aspectos de crisis y mayor destrucción de nuestras condiciones de vida. Cualquier avance progresivo que pueda darse en este contexto, como siempre ha sido, dependerá de la capacidad de las masas para organizarse y luchar por ellos. 

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Paciencia para las mayorías y rapidez para la burguesía

Miembros del gobierno, o personas afines al mismo, han lanzado ideas como impuestos a las grandes fortunas, unificación del sistema de salud, estatizaciones y/o expropiaciones, pero nada de eso parece en vías de hacerse realidad, lo que sí avanza es el deterioro de las condiciones laborales y de vida de las grandes mayorías.

El llamado impuesto a las grandes fortunas, al que el mismo presidente le rebajó el precio al llamarlo contribución solidaria por única vez, duerme “el sueño de los justos” y a más de dos meses de su anuncio ni siquiera hay proyecto en el Congreso. El sistema impositivo argentino es regresivo y parece que seguirá siendo así.

Esto contrasta con la velocidad con la que se aprueban normas y medidas contrarias a los intereses de la clase trabajadora, tales como las suspensiones y despidos, las rebajas salariales, la postergación indefinida de las paritarias en un contexto inflacionario, el pago de aguinaldos en cuotas, la regulación del teletrabajo en el sector privado (con una supuesta reglamentación en los papeles pero que ya sabemos que quedan en la letra muerta si la organización obrera no controla su aplicación, por ejemplo, que los patrones se hagan cargo de los costos que tengan en sus hogares les laburantes para poder trabajar) y la teleeducación con docentes precarizades.

Incluso, para avanzar en este sentido la burguesía se aprovecha del comprensible miedo a la movilización que genera el coronavirus, el clásico argumento conformista de que “hay otros que están peor”, o que es momento de “poner el hombro” heroicamente ante la crisis.

Con palabras no comemos

El gobierno ni siquiera presenta la voluntad política de avanzar en medidas progresivas, como aumentos salariales o impuesto a las grandes fortuna, a pesar de que las propias encuestas de medios de comunicación burgueses dan un apoyo popular mayoritario a medidas como éstas.

Pero la inacción no solo revela la falta de voluntad gubernamental, además deja en evidencia que la opinión mayoritaria no alcanza para forzar políticas favorables a las clases trabajadoras, sino que solo se pueden lograr si traducen sus aspiraciones en acciones de presión concretas. 

Estas limitaciones se observan en el plano específico de la pandemia si se analiza lo que ocurrió con la cuarentena. La misma se fue deshilachando al calor de la habilitación de actividades productivas tanto en CABA como en provincia de Buenos Aires, bajo la presión de la burguesía como por el funcionamiento de facto de actividades no habilitadas, pues ante las magras ayudas estatales (que no puede dar más en la medida que no cobra impuestos a quienes pueden pagarlos) la clase trabajadora o no puede resistir las imposiciones de patrones inescrupulosos o debe salir a changuear.

Los protocolos para habilitar actividades, en la gran mayoría de los casos, son a medida de los empresarios con la excepción de los pocos lugares donde la organización obrera permite imponer un control en favor de la vida de les trabajadores mediante la amenaza efectiva de medidas de fuerza (Aceiteros, trabajadores del neumático, ferrocarril Sarmiento, Línea 60).

Esto parece continuar así, aún sabiendo ya que tendremos nuevas restricciones a la circulación entre el 1 y el 17 de julio, impuestas por el crecimiento exponencial de casos. La negativa a dar nuevas ayudas que permitan a la clase trabajadora cuidarse en igualdad de condiciones ponen en duda la efectividad de la medida.

Para peor, la ausencia de voluntad política del gobierno sumada a la debilidad de la organización y conciencia de la clase trabajadora, más la parálisis de una izquierda sumida en el parlamentarismo, permiten que sectores minoritarios, pero con amplia llegada los medios de comunicación burgueses ganen la agenda pública, imponiendo la idea de un “comunismo al acecho” y jugando a una bolsonarización política en caso de que la pandemia y la economía se terminen de desmadrar.

Viejos problemas que siguen creciendo

Seguimos observando una profundización de los procesos previos en cuanto a la contradicción capital-naturaleza. En Argentina la pandemia no ha sido obstáculo para que sigan avanzando los proyectos extractivistas y el desmonte a gran escala. Lo mismo en el plano internacional, pese a las cada vez más alarmantes señales, como los casi 40 grados en el Ártico.

En el plano represivo, también se profundizan aspectos previos, mientras la policía aprovecha para ensañarse y matar en los barrios populares, deja hacer en los barrios más ricos. Mientras algunos se escandalizan con el espionaje macrista sigue avanzando la legalización del espionaje estatal de un modo menos “cabeza” por parte de la ministra Frederic.

Todo esto se da en un contexto mundial en que la burguesía sólo puede relanzar sus ganancias mediante una mayor destrucción del planeta y un deterioro de las condiciones de vida de las mayorías. De allí lo dificultoso de avanzar en medidas progresivas y la necesidad burguesa de en simultáneo brindar ayudas sociales para evitar la muerte por inanición mientras que se potencian los aspectos más represivos del Estado burgués. El discurso de una supuesta “amenaza comunista” es el relato necesario para permitir una escalada represiva a la vez que se estigmatiza cualquier medida mínimamente progresiva. 

Es necesario prepararse ideológica y organizativamente para este escenario creciente, difundiendo los ejemplos de organización de la clase trabajadora a los largo y ancho del mundo. Mostrando, en el corto plazo, ejemplos locales, como los de La Nirva o Penta, o internacionales, como las movilizaciones en EE.UU., que permitieron avanzar sin impactar negativamente en los números de la pandemia. Sólo se requiere organización para luchar en forma segura. Solo la organización y la lucha podrán lograr que las buenas intenciones se transformen en realidades, el sistema no va a ceder nada, porque hoy necesita más bien lo contrario, seguir arrebatándonos vida.

La pandemia acelera tendencias previas

En el marco de la crisis generada por el coronavirus se observa que lamentablemente hay aspectos de la vieja normalidad que, lejos de modificarse, gozan de excelente salud en la llamada nueva normalidad. Esos aspectos se observan en el accionar estatal, en las relaciones entre la clase capitalista y la clase trabajadora, en las relaciones con el planeta que habitamos, y en la propia izquierda.

 

la garganta poderosa

Imagen: La garganta poderosa

 

La respuesta estatal

Desde el Estado, más allá de los fuegos de artificios en contra de los empresarios, observamos que las políticas siguen beneficiando a los capitalistas y castigando a la clase trabajadora. El Estado con nuestro dinero le paga el sueldo a las multinacionales que, mientras tanto, siguen repartiendo dividendos y con cuentas en los paraísos fiscales. El ministerio de trabajo homologa los acuerdos salariales a la baja que pactan los empresarios y las burocracias sindicales. 

Como en el resto del mundo los barrios populares, la clase trabajadora, las personas mayores y sectores racializados son quienes terminan siendo víctimas de políticas que llevan años marginandolos. Más de la mitad de los muertos en Europa fueron en geriátricos, en el Reino Unido la mortalidad es el triple en los barrios populares que en los ricos, en Estados Unidos negros y latinos son los sectores más afectados por el coronavirus (en parte porque las minorías y las mujeres son mayoría en las actividades que fueron declaradas esenciales).

Los criterios para entrar o salir del confinamiento ponen los valores de la productividad capitalista por encima de criterios humanitarios. De este modo, se priorizan actividades industriales y extractivistas de dudosa esencialidad, en plantas en que es muy difícil cumplir los criterios de distancia física, por encima de las necesidades de las personas. Puede haber retrocesos de esos errores, pero los mismos van a ser pagados por los sectores más oprimidos y explotados.

Quedó en una expresión de deseos la unificación del sistema de salud, cuya fragmentación no solo genera problemas en esta pandemia sino crónicamente frente al resto de las enfermedades. Las soluciones son de corto plazo solo para garantizar camas para salir al paso en la emergencia. Incluso los logros como el test de detección rápida se dan sobre la base del trabajo precarizado de quienes investigan.

Incluso en las escuelas el regreso es imaginado con un sistema de asistencia alternada de dudosa aplicabilidad (por ejemplo las familias necesitarán licencias para hacerse cargo de los chicos y chicas los días que no asistan a la escuela), ya que durante años se han ido hacinando al alumnado en escuelas que se caen a pedazos.

Es de esperar también que se profundice el discurso y la acción basada en que tener mínimos derechos laborales es un “privilegio” para seguir ajustando, como se ha reafirmado en el aumento paupérrimo de las jubilaciones de junio. Es necesario enfrentar este discurso y la idea de que hay que aceptar cada vez retroceder más porque hay alguien que está aún peor.

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Imagen: Bloomberg

Capitalistas y trabajadores

Las empresas pretenden profundizar las tendencias que ya venían de antes a la flexibilización y mayor explotación laboral. A las ya mencionadas reducciones salariales hay que sumar despidos o el recurso a los “retiros voluntarios”, en especial de aquellas personas que por estar en grupos de riesgo no podrán volver al trabajo rápidamente.

El aumento de los ritmos de explotación laboral mediante la introducción del teletrabajo en aquellos rubros en los que es posible, convirtiendo a la jornada laboral en 24 X 7, aprovechando para eso la ideología de la autoexplotación que nos han introyectado en el cuerpo. Incluso en algunos casos el teletrabajo es el paso previo al reemplazo de empleos mediante la robotización (en algunas empresas las líneas más automatizadas son las primeras en reactivarse).

Por otro lado hay respuestas desde la clase trabajadora, que deben potenciarse y coordinarse. Por ejemplo el triunfo en FATE al impedir la reducción salarial, la red de trabajadores precarizados, la lucha de Fesprosa y ATE, la movilización de los sectores más a la izquierda del movimiento piquetero como el PO y el FOL (de hecho en un marco de creciente informalidad y desempleo es esperable que los movimientos territoriales deban asumir un protagonismo mayor).

La cuestión ecológica

Los políticos burgueses se llenan la boca hablando de la nueva normalidad, pero evitan hablar de que hacen todo para que continúe la normalidad que ha llevado a la pandemía. La destrucción de ecosistemas se encuentra en la raíz de la aceleración del salto de virus de animales a humanos, sino se toman medidas al respecto cada vez más seguido deberemos enfrentar nuevas enfermedades. Pero mientras en el corto plazo desde el Estado nos hablan de la importancia de la salud, parece que solo es a corto plazo, ya que siguen incentivando el extractivismo, el desmonte y el bombardeo con sustancias tóxicas. 

La incertidumbre ante el coronavirus es solo una mínima parte de la incertidumbre en que se encuentra la humanidad ante las consecuencias de la destrucción del planeta sino se realizan rápidamente cambios revolucionarios en la organización social.

En este aspecto son saludables las nuevas organizaciones ambientalistas que, aunque pacifistas, al menos se preguntan sobre la mejor estrategia a seguir con la mente abierta y desconfían de las posibilidades dentro de las instituciones burguesas, algo que en la “izquierda” muchas veces olvidamos.

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Imagen: elciudadanoweb

Lucha, fragmentación e integración

En la izquierda partidaria observamos que mayoritariamente, al menos en sus conducciones, se sigue apostando a la autoconstrucción, llegandose incluso a priorizar la propia agitación de la organización en los medios de comunicación y redes sociales por encima del desarrollo de estrategias para obtener la victoria en reivindicaciones concretas. 

En lugar de potenciar y politizar los espacios de debates y lucha que surgen desde las bases de laburantes, convocatorias como en Tigre, o en torno al Suteba de La Matanza, o las redes que venía tejiendo el movimiento feminista, o en el ambientalismo, se apuesta por las convocatorias superpuestas de diferentes organizaciones o en redes que solo involucran a quienes ya están organizados.

Para peor se observa en la dirigencia de frentes como el FITU insistir con apostar todas las fichas en las esperanza del congreso como espacio viable para revertir la situación de la clase trabajadora. Si bien es justo a corto plazo el impuesto a las grandes fortunas o el no pago de la deuda para paliar la situación, es necesario aclarar que a mediano y largo plazo, bajo el capitalismo, más en su etapa neoliberal (ya no hay el miedo a una revolución y las ganancias ya no son compatibles con mejoras ostensibles para toda la clase trabajadora), la crisis nunca la pagan los capitalistas, sino que estos tienen los resortes para transferir luego los costos sobre nuestra clase. 

Incluso las renegociaciones de la deuda, la cuarentena o los impuestos, en caso de darse, son solo circunstancias para la gobernabilidad en el corto plazo y no para cambios estructurales. Ya sea evitar una cadena de países que entren en cesación de pagos o para obtener capital político en el marco de una economía que de todos modos iban a ajustar (lo cual no implica que haya en el gobierno quienes también se preocupen por la salud).

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Imagen: Indymedia Argentina

Luchar y crear

Se necesita trabajar en reivindicaciones que sean claras, coherentes y que permitan amplitud en las convocatorias, superando el arco de relaciones que se tenían previamente. Actuando creativamente para protestar y masificar en un contexto en el que hasta que no haya una vacuna probablemente haya idas y vueltas en las restricciones, sumado a un crecimiento en los métodos de control (no solo por la mayor legitimidad en la población por el miedo, sino por las presiones ideológicas sino también de los grandes capitales como Google que se beneficiaría). Avanzar en coordinaciones reales desde abajo y en la politización del nuevo activismo. Es necesario superar la fragmentación y la autorreferencialidad, porque cuando el coronavirus pase tendremos una realidad de mayor explotación y opresión, no sólo en el país sino en el mundo (de mínima hay que partir de una caída del 35% del comercio mundial).

Algunos aprendizajes que nos dejó la segunda etapa de la cuarentena

Anred pentaImagen: Anred

La nueva fase de la cuarentena hasta, al menos, el 27 de abril, tiene varios aspectos, por un lado busca extenderla pero, por otro lado, busca flexibilizarla atendiendo a dos frentes, el de la mitad de la población que en las últimas 3 décadas ha vivido en la pobreza o siempre al límite de la misma, combinando subsidios estatales y trabajos informales o inestables, que necesitan que se abran márgenes para poder salir a hacer changas, y el de la burguesía, que ha pesar de los anuncios gubernamentales, viene echando, suspendiendo y reduciendo salarios, y peleando por mantener abiertas ramas de dudosa esencialidad.

El gobierno hace equilibrio para mantener el capital político obtenido a raíz de la pandemia, de allí las idas y vueltas sobre esta tercer fase de cuarentena, cómo relajar sin arriesgar demasiado ante un pico de casos que se espera recién para fines de mayo, máxime con el antecedente del caos que fue la apertura de los bancos el 3 de abril para jubilades y quienes tienen planes sociales. En educación se observa otro ejemplo, con idas y vueltas sobre el grado de utilidad de las clases virtuales, con la UBA pateando todo a junio, etc. 

La puja de esta presión empresarial y social versus la posible dilapidación de capital político que un salto en la curva significaría, es lo que marca el ritmo de los acontecimientos en el país hoy. De allí las diversas fórmulas y versiones que se escuchan. Incluso se habla de relajarla en algunos lugares donde la circulación viral no está establecida. 

La clase trabajadora 

Si bien no es fácil juzgar todas las consecuencias porque aún estamos en momentos iniciales, la repercusión de la pandemia en el plano del trabajo en el mundo se refleja principalmente en la aceleración de un proceso recesivo que ya venía desde fines del año pasado, esta aceleración conlleva la pérdida de puestos de trabajo como factor más grave y, a la vez, esta presiona a la baja las condiciones de trabajo y los salarios en general, situación que en Argentina va a profundizar la precarización laboral y la reforma por convenios que ya venía sucediendo, y, aunque todavía no hay acuerdo con los sindicatos para aplicar un ley de reforma laboral, la dinámica va hacia allí.

La parálisis productiva deja a les trabajadores sin herramientas de lucha y el aislamiento social sin posibilidad de crecer en organización, estas dos cuestiones colocan a la clase en una situación muy complicada que, sumada al discurso de economía de guerra, va a tender a profundizar las penurias que ya venimos sufriendo.

En la educación, servicios, como en varias ramas de la industria vamos a asistir a un auge del teletrabajo que en la docencia es blanquear el trabajo hogareño que siempre existió, pero sumado a esto las tareas a distancia hacen que el ritmo sea insostenible.

El informe de la OIT plantea que va a haber una pérdida del 6.7% de las horas de trabajo mundiales (casi 200 millones de puestos). Calculan que la fuerza de trabajo total anda por algo más de 3000 millones, que el 82 % será afectado directa o indirectamente, y que el 40 % va a ser perjudicado.

Si bien en varios países del mundo hay gobiernos que avanzan con estatizaciones en salud, aerolíneas, etc. se deben a particulares relaciones de fuerzas que aún no se verifican en Argentina. Por eso acá los empresarios como Paolo Rocca o Roemmers toman la iniciativa para marcar la cancha, el gobierno debe retroceder en chancletas ante la idea de declarar de interés público todo el sistema de salud, o el DNU prohibiendo despidos y suspensiones es papel mojado frente al poder empresarial para aplicarlas igual (en muchos casos con el aval de las direcciones sindicales). Una vez más comprobamos que la organización de la clase trabajadora es mucho más relevante para llevar adelante ese tipo de iniciativa que las palabras y leyes gubernamentales.

A lo largo de la historia e incluso en estos mismos momentos gobiernos de corte conservador tomaron medidas que afectaron a los grandes capitales, como Nixon a principios de su mandato o en Portugal, Irlanda y Chile que unificaron los sistemas de salud. Desde un impuesto a las grandes fortunas hasta la expropiación y nacionalización de empresas son medidas que cualquier gobierno burgués puede tomar ante la necesidad. Que lo hagan o no dependerá de la presión que se pueda ejercer desde abajo, con las herramientas que tengamos para hacerlo.

El oportunismo de burguesías y gobiernos

Por el lado de la burguesía se observa como probable la destrucción de pequeños y medianos capitales dando lugar a una concentración de capital, que sumado a la reestructuración de líneas productivas y de los regímenes de trabajo, quizás les de elementos para intentar relanzar la tasa de ganancia más allá del débil 1 o 2% que venía dándose antes del coronavirus. 

En Argentina las políticas iniciales del gobierno de Fernández se potencian, la apuesta al extractivismo toma mayor relevancia debido a la crisis del petróleo con la caída del precio del barril muy por debajo de los costos de producción del fracking. Se ha declarado actividad esencial todo lo que tenga que ver con el extractivismo, pero no solo en lo referente al fracking (se habla de la vuelta de un “barril criollo” para garantizar ingresos a las empresas de hidrocarburos) y la megaminería (en un contexto de default se garantizan los pagos en dólares referidos al extractivismo), sino incluyendo actividades que la misma ONU considera en la raíz de la pandemia, tales como la deforestación y el uso intensivo de agrotóxicos.

En relación a la deforestación, en su mayor parte viene vinculada a la ganadería, la misma podría reforzarse, en la medida que China parece priorizar las compras de productos agropecuarios de EE.UU., y la producción de cerdos china (destino de la soja exportada por Argentina) viene cayendo y reemplazandola por comprar a Brasil y, por qué no, a Argentina.

Por el lado del imperialismo norteamericano también se hace de la crisis oportunidad, con el desplazamiento de tropas yankees e inglesas a Venezuela para satisfacer la necesidad de  petróleo “barato”, en la medida de que la caída del precio del petróleo quita rentabilidad al fracking, sumado a que Trump necesita alguna bomba de humo para distraer a la opinión pública de la pésima administración de la crisis sanitaria.

En general se observa un claro endurecimiento de los regímenes de gobierno, habrá que ver cómo queda la democracia occidental luego de la pandemia, pero puede ser un momento para probar esquemas de control que permitan a la burguesía y sus Estados lidiar con dos fenómenos centrales de nuestro tiempo, la creciente “población sobrante” y desigualdad entre los más ricos y los más pobres que genera la dinámica capitalista y las consecuencias de la crisis ecológica (de la que el coronavirus es uno de sus tantos síntomas).

Argentina no es ajena a las cuestiones señaladas a nivel internacional.  El aumento de la represión en el confinamiento que estamos viendo podría ser algo que vino para quedarse, con una mayor legitimación de la intervención de las fuerzas de seguridad y armadas, incluso en el plano virtual, repartiendo comida con una mano mientras da palos con la otra. Profundizando así la política de reconciliación o de “dar vuelta la página” que ya estaba en la agenda del gobierno.

La preocupación gubernamental por la salud (después de décadas de falta de inversiones sanitarias, profundizando la segmentación entre subsistemas de atención públicos y privados, y nacionales, provinciales y municipales) no viene de una repentina toma de conciencia, sino de la oportunidad coyuntural de obtener una gran fuente de capital político, máxime en un contexto que apuntaba a la continuidad de la recesión (los indicadores de actividad de enero y febrero van en ese sentido).

Lo que viene

Por un lado, advertimos la posibilidad de que se profundice la necesidad de ajuste por parte de los capitalistas, su necesidad de avanzar sobre conquistas de la clase trabajadora. También se advierte la posibilidad de una escalada inflacionaria debido a la emisión récord de moneda que viene haciendo el Banco central de unos $700.000 millones, que, en un contexto de debilidad de la clase para luchar por aumentos salariales, llevaría a una mayor caída de los salarios reales.

Por otro lado, se refuerza la necesidad de nuestra clase de presionar para que la crisis la paguen los capitalistas

tienimi informatoImagen: Tienimi informato

En un contexto en el que, de acuerdo a los datos del INDEC del segundo trimestre de 2019 el 10% más rico tiene el 32% de los ingresos y el 10% más pobre el 1,6%. Con el antecedente de un pequeño porcentaje de la población que durante décadas ha obtenido ganancias extraordinarias no solo de la explotación de los trabajadores, sino que también han recibido todo tipo de “favores” de los diferentes gobiernos:

  • Privatización a precio vil de las empresas del Estado en los 90, entre las que el grupo Techint se benefició con la compra regalada de Somisa.
  • La condonación de deudas como los 70.000 millones de pesos que Mauricio Macri le perdonó a su propia familia.
  • La estatización de las deudas que varios grupos económicos tenían a la salida de la última dictadura militar como Sevel, también del grupo Macri, que a fines de 1983 adeudaba 124 millones de dólares, Acindar, del ex ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, con 649 millones, Compañía Naviera, de la familia Pérez Companc, con 211 millones, y Loma Negra, de los Fortabat, con 62 millones. Así como de corporaciones multinacionales como Techint, IBM, Ford y Fiat y bancos como Banco Río, Francés, Citibank y Supervielle, entre otros por un total de u$s 23.000.000.000.
  • En la salida de la convertibilidad, donde nuevamente Techint y Pérez Companc fueron los mayores beneficiarios.

 

No es difícil hacerse una idea de donde están los fondos para que podamos superar esta epidemia con las menores consecuencias posibles en cuanto al estado de salud y la cantidad de muertes. Pero solo nuestra clase podrá forzar eso, como ya queda claro con el incumplimiento de la prohibición de despidos.

Otra herramienta fundamental ante la lenta y mala respuesta que tienen los gobiernos para los sectores más empobrecidos son las redes de solidaridad que se vienen desarrollando para la fabricación de insumos como barbijos y alcohol gel, comedores populares que hacen malabares para conseguir alimentos, redes como las brigadas solidarias ecuatorianas, o en las empresas donde centrales obreras y comisiones internas han declarado huelgas para garantizar la salud de sus trabajadores como en Italia el 25/3 o varias fábricas de Argentina que tratan de poner límites a la voracidad patronal.

Está claro que esta pandemia se explica por los déficits de la producción puesta al servicio de las ganancias de unos pocos, es decir la propiedad privada de los medios de producción y cambio, que pone a la humanidad cara a cara con la muerte ante una inundación, un incendio o una epidemia, estos hechos se van a repetir si no se cambia este sistema putrefacto por otro donde lo producido este al servicio de las necesidades de la población.

La culpa no es del coronavirus

corona

La crisis es preexistente al coronavirus

El periodo actual de la situación mundial está enmarcado por dos cuestiones centrales, una es la inminente recesión de la economía mundial y la otra la nueva ola de ascenso en la lucha de clases dentro de una situación general que aún nos encuentra a la defensiva. Trataremos de desarrollarlos para comprender el entrecruzamiento de ambos factores y en qué puede devenir.

Descenso económico en las viejas economías imperialistas antes de la coyuntura del coronavirus…

Observaciones sobre el carácter peculiar de la Gran Recesión actual

En los EE. UU., el índice de actividad manufacturera de la Asociación Nacional de Gerentes de Compras cayó durante 2019. En septiembre cayó 1.3 puntos a 47.8, la lectura más baja desde 2009 (Cualquier lectura por debajo de 50 indica contracción). Marcando una tendencia que sigue pronunciandose a un ritmo de 0,3 promedio mensual hasta enero 2020.

En Europa, el sector industrial ya se encontraba en declive desde finales de 2018 . En particular Alemania. La economía alemana ahora ha entrado en recesión técnica ya que este trimestre va a seguir al trimestre anterior con tasas de crecimiento negativas. Su producción industrial cayó un 7% el año pasado, y una recuperación de esa caída parece poco probable este año. Los dos socios comerciales más importantes de Alemania son China e Italia. La economía alemana depende mucho del comercio mundial y, por lo tanto, es vulnerable a cualquier interrupción. Ahora sus industrias se enfrentarán al menos a dos meses de interrupción en el suministro de piezas y materias primas. Las dificultades en la economía alemana significan problemas para toda la UE. Alemania es la economía clave de Europa y las consecuencias serán de largo alcance.

La economía japonesa se contrajo un 1,6% en el cuarto trimestre del año pasado después del aumento del IVA y de un fuerte temporal. Sin embargo, los datos para este trimestre ahora parecen malos, lo que significa que la caída del 0,9% que se proyectó ahora sea probablemente mayor. El FMI también había reducido el crecimiento de China al 5,6%, que sería su nivel más bajo desde 1990.

La tasa decreciente de ganancia lleva a que el dinero de los sucesivos ajustes sobre les trabajadores, los recortes de impuestos para las empresas, las inyecciones de dinero por parte de los gobiernos, la reducción a pisos históricos de las tasas de interés, sea invertido no en el aumento de la productividad sino en su mayoría en diferentes burbujas especulativas (inmobiliarias, financiera, etc.), siempre susceptibles de estallar ante un hecho coyuntural que mine la confianza. En Argentina el gobierno de Fernández se disponía a hacer lo mismo, lo cual quizás en principio hubiera reactivado la economía ante la capacidad instalada ociosa, pero a mediano plazo hubiera encontrado los mismos límites una vez que hubiesen sido necesarias nuevas inversiones.

noticias en la miraImagen: Noticias en la mira

La crisis global es la causa y no la consecuencia de la creciente conflictividad chino-estadounidense. Borrar la crisis estructural y el débil crecimiento que el capitalismo arrastra desde el inicio de la recuperación pos estallido 2008/9 y colocar a Trump como una especie de demonio responsable del mal manejo de la relación con China es la clave de una operación −de la que el FMI es parte− que busca borrar la debilidad estructural de la economía mundial que lleva más de una década.

Pero tanto el propio Trump como las tensiones acrecentadas chino-estadounidenses, representan un subproducto de la debilidad de la economía global pos 2008/9 que en términos económicos estructurales se manifiesta fundamentalmente a través de cuatro variables. La primera, la debilidad de la inversión, la segunda, la debilidad del crecimiento de la economía mundial, la tercera, el débil crecimiento del comercio mundial y la cuarta, la debilidad del crecimiento de la productividad del trabajo.

La economía China, como ya se señaló, fue el salvavidas en el pico de crisis de hace una década, por lo tanto entender porque hoy esta se debilita es importante, esta debilidad es producto de la fragilidad de la economía  mundial −y la de Estados Unidos en particular− que emerge como un elemento significativo que le impide a China sostener su ritmo de crecimiento centrado en el “esquema exportador” cuyo principal “socio” desde su entrada a la OMC en el año 2001 es EEUU. Esta contradicción es la que impulsa a China a volcarse al mercado interno complementada con la creciente liberalización del yuan, así como hacia la necesidad de acelerar el cambio en el contenido de su producción y la de competir más agresivamente por los espacios mundiales de acumulación de capital y áreas de influencia. Se inscriben aquí la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y la llamada Ruta de la Seda.

Esta situación implica el inicio de la crisis de la complementariedad chino-estadounidense mediante la cual una producción masiva y con relativamente bajo valor agregado se exporta desde China a Estados Unidos −en gran parte desde empresas de origen estadounidenses− ayudando a la vez a sostener los crecientes déficits de Estados Unidos. Si bien se trata de un proceso largo y complejo que ya venía resquebrajándose por la propia pujanza china −y que está lejos de haberse roto por completo− 2013/14 parecen mostrar una significativa línea de quiebre. Los elementos que repercutieron en esta relación se aceleraron y es aquí donde emerge con claridad la agudización de las tensiones entre ambos países

Esta ruptura gradual se expresa en todos los terrenos como la pelea por áreas de influencia para la exportación de capitales y mercancías como por fuentes de materias primas, como el litio.

Qué efecto tiene la pandemia del coronavirus en este escenario

La pandemia en curso no hace sino agravar las tensiones que bosquejábamos en los párrafos anteriores. Por ejemplo da excusas a Trump para afirmar que el virus es chino y a China para sugerir que es estadounidense, alimentando la xenofobia en ambos países y a través de la hegemonía de EEUU, en todo el mundo occidental.

desdeabajoImagen: Desde abajo

Hay muchos datos objetivos que podrían alimentar teorías conspirativas del tipo “diseminación de un virus”. Por ejemplo, el oportunismo con el que China se reapropió de sus acciones en baja que eran vendidas por accionistas del exterior y ahora encara una posible recuperación con mayor centralización de su economía. 

Sin embargo, estos “datos” también son simplemente expresiones del oportunismo de los capitalistas. Y pese a que es imposible descartar si el virus emergió de un laboratorio porque desconocemos las verdaderas capacidades de la investigación biomédica militar y/o privada, la comunidad científica acuerda que es un virus zoonótico. Es un virus que emergió en este caso posiblemente del consumo de carne de murciélago o pangolin en China, pero en todo caso es uno de todos los posibles patógenos que van a emerger en tanto sigamos presionando al medioambiente a través de la deforestación para el agronegocio y a través del debilitamiento sistemático a la salud que está implícito en la reducción del ganado a mera mercancía a engordar en un feedlot.

Que surjan este tipo de patógenos entonces va a ser cada vez más frecuente. Van a ser eventos azarosos que no van a ser sino expresar las peores contradicciones del capitalismo. El abandono de la población que le es sobrante al interés del capitalista, el oportunismo de quienes comercian con la salud, alimentos, etc., la concentración de los capitales a costa de los capitales más débiles, etc.

En esta pandemia en particular la caída ininterrumpida del precio del petróleo dejó fuera de juego (por no ser rentables) a todas las explotaciones no convencionales, en nuestro país a Vaca Muerta (fracking). Y sobre estas condiciones la OPEP se dispone a producir más que nunca en las últimas décadas, a fin de bajar aún más los precios y por su ventaja comparativa en el comercio internacional apuntar a fundir a cuantos capitales de menor peso logre fundir. Al mismo tiempo esto no se traduce en bajas del combustible, ya que las refinerías apuntan a compensar sus pérdidas en boca de pozo descargandolas sobre los usuarios o si no tienen pozos a hacer ganancias extraordinarias.

La caída de la demanda de petróleo por la crisis del coronavirus es un disparador de tensiones preexistentes, en un marco en qué EE.UU. se ha convertido en segundo productor mundial de petróleo gracias al fracking, nadie está dispuesto a recortar producción por miedo a perder cuotas de mercado, principalmente Arabia Saudita y Rusia (primer y tercer productor mundial). Estos últimos países vendían muy por encima de sus costos de producción y están dispuestos a ceder ganancias con tal de debilitar el petróleo no convencional norteamericano y mantener sus posiciones en el mercado mundial.

Mientras tanto tiemblan los capitales bursátiles primero bajando y después subiendo frenéticamente. Y hay muchos capitales de riesgo que tras sobrevivir con la ayuda de los Estados capitalistas la crisis del 2008 se han volcado a plataformas digitales con escaso respaldo físico tales como uber o airbnb. Plataformas que no venían dando las ganancias esperadas pero en las que insistían en vistas a la promesa de ganancias futuras, plataformas que están casi paralizadas por las cuarentenas de cada país. Eso augura nuevas caídas bursátiles (y nuevas tendencias a la concentración del capital por parte de aquellas empresas que ya tienen la infraestructura de servidores y la posición dominante en el mercado para aprovecharse de la situación: Google, Apple, Amazon, etc).

La crisis de sobreproducción que viene fogoneando por debajo a las últimas crisis financieras (fines de los 90  crisis de la burbuja de las punto com y 2008-2009 crisis de la burbuja inmobiliaria) no va a hacer más que profundizarse. 

Como ejemplo, en nuestro país las industrias de proceso continuo fueron beneficiadas con el derecho de violar la cuarentena exponiendo a sus trabajadores, con la excusa falaz de que no se pueden hacer paradas (aunque las hacen para mantenimiento todos los años). Así, tenemos a Siderca sobreproduciendo caños sin costura para pozos de petróleo que actualmente no son rentables, a Aluar produciendo aluminio que no será industrializado de manera proporcional. Todo esto que los capitales más concentrados de este país hacen para buscar alguna ventaja a futuro, dada su característica de pequeño capital a nivel mundial, lo más probable se vuelva en contra de estos burgueses y ellos descarguen hacia abajo a los que son los últimos sectores con trabajos formales y algunos derechos laborales. La presión de la burguesía hacia una reforma laboral va a ser doble.

La recesión  en curso y los impulsos para el ajuste de todo tipo serán  entonces innegablemente más severos que hace 10 años. La razón de esto es que en 2008/09, la caída golpeó en particular a las viejas economías imperialistas: Estados Unidos, Europa occidental y Japón. Naturalmente, esto arrastró a toda la economía mundial dado el peso central de estas regiones. Sin embargo, China y algunas de las llamadas “economías emergentes” fueron mucho menos afectadas por la recesión en ese momento, esta vez es diferente, el capitalismo de China se ha unido ahora a la dinámica decreciente de la economía mundial capitalista.

Además, no olvidemos que la burguesía intervino en la última Gran Recesión con un programa masivo para inyectar dinero a la economía (préstamos, flexibilización cuantitativa, etc.). Sin embargo, la clase dominante continuó este tipo de “keynesianismo financiero” incluso después de que terminó la Gran Recesión. Como resultado, ha habido un aumento masivo del endeudamiento en la última década. Según el Monitor de Deuda Global del Instituto de Finanzas Internacionales, “la deuda en todo el mundo alcanzó los $246 billones en el primer trimestre de 2019, aumentó en $3 billones en el trimestre y superó la tasa de crecimiento de la economía mundial a medida que la deuda total / PIB aumentó a 320%”.

Hoy, el endeudamiento es más alto en todos los sectores de la economía que en 2007, es decir, antes del comienzo de la última Gran Recesión (excepto, irónicamente, el sector financiero ya que los bancos lograron transferir los préstamos incobrables al estado).

Según el Banco Central Europeo: “Después de una fuerte caída en 2018, en medio de un comercio mundial débil, el crecimiento interanual en la producción industrial de la zona del euro (excluyendo la construcción) se recuperó marginalmente en 2019 pero permaneció en territorio negativo. En el período comprendido entre enero de 2018 y junio de 2019, la tasa de crecimiento interanual de producción industrial de la zona del euro (excluida la construcción) disminuyó en 6,3 puntos porcentuales en general, del 3,9% al -2,4%. Esta es, con mucho, la mayor caída registrada entre las principales economías en ese período.

A partir de octubre del año pasado (2019)  el mayor estancamiento económico con tendencia a la recesión como la competencia chino-estadounidense  se enfrentan a procesos álgidos de la lucha de clases −una oleada mundial y latinoamericana de cuya evolución va a depender muy particularmente la situación de la economía capitalista en el período próximo.

La lucha de clases a lo largo y ancho del mundo

Desde principios de 2019 hubo en el mundo una serie de paros generales así como de levantamientos populares, paros generales donde la clase obrera empezaba a ser protagonista: Costa Rica, Bangladesh, Portugal e India. En Matamoros-México principalmente, pero también en Hungría, combinado esto con una serie de levantamientos populares como en Sudán y Argelia. Este proceso de ascenso de las movilizaciones había comenzado con un punto álgido en la movilización de los chalecos amarillos en Francia en el 2018, pero posteriormente, la lucha de clases pareció entrar en un amesetamiento. Aunque no del todo, ya que se mantuvieron algunas movilizaciones en América Central, principalmente en Honduras y en Haití, también en Puerto Rico con la caída del gobierno de Rosselló.

A este amesetamiento sobrevino una nueva oleada de movilizaciones. En Medio Oriente, en Irak, contra la carestía de vida y la desocupación, como así también el paro de docentes en el Líbano, también en Egipto que fuera  epicentro de los procesos de 2011, la pobreza supera el 55% y la desocupación alcanza niveles altísimos. A esto hay que agregarle el régimen dictatorial y represivo de un Gobierno que llegó al poder tras el golpe contra Morsi en 2013 cristalizando su poder tras unas elecciones fraudulentas.

tiduscoopImagen: Tiduscoop

La crisis capitalista de larga data ya y la actual recesión tienen y tendrán por parte de las burguesías gobernantes, más allá de cuál sea su tinte político: liberales, conservadores, “progresistas/populistas”, aplican las mismas recetas: planes de recortes y ajuste, reformas laborales y otras políticas de transferencia de una cuota mayor de plusvalía para las patronales. Parece que sin importar cuales sean las respuestas de les trabajadores y de las masas populares, los planes tienen entrar como sea, les burgueses parecen decir: “correremos el riesgo social que haya que correr, pero los planes de recortes tienen que ir a fondo”.

En octubre de 2019 comenzó una oleada insurreccional en América Latina con el levantamiento obrero e indígena en Ecuador contra el paquetazo del FMI que el gobierno de Lenín Moreno quería imponer. Casi inmediatamente le siguió el estallido  en Chile cuyo inicio se puede fijar en la jornada del 18 de octubre y que continúa todavía, aunque con menor intensidad.

Todos estos gobiernos tuvieron un largo período de relativa estabilidad debido a dos factores interrelacionados. Por un lado la fuerza del movimiento de las masas, que la clase dominante era incapaz de derrotar en un enfrentamiento directo. Los intentos de golpe de estado en Venezuela (2002), Bolivia (2008) y Ecuador (2010) fueron derrotados por la movilización de las masas. Esto estaba también vinculado con el alto precio de las materias primas, que permitía la ilusión de que se podían llevar adelante programas sociales importantes que beneficiaban a millones de personas, evitando un choque directo con los límites del sistema capitalista.

El fin del boom de las materias primas sumió a toda la región en una recesión en 2014-15 y puso fin esa ilusión. Ese es el motivo económico de fondo de las derrotas electorales de los gobiernos populistas. El fin del crecimiento económico además, sacó a la luz e hizo más relevantes todas las limitaciones de esos gobiernos, así como burocratismo en las organizaciones, la cooptación de los movimientos, las concesiones a la burguesía, el imperialismo y las multinacionales.

América Latina, que se recuperó relativamente rápidamente de la recesión mundial de 2008 (gracias al tirón de China), sufrió de manera muy aguda la desaceleración de la economía china a partir de 2014. En realidad, los últimos seis años han sido de estancamiento económico. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el período 2014-20 será el de menor crecimiento económico en siete décadas. El año 2019 terminó con una crecimiento económico de apenas el 0.1% en América Latina y el Caribe, que en América del Sur fue una contracción del 0,1%, lastrado por una fuerte recesión en Argentina (-3%).

Este período de estancamiento lo han pagado, como siempre, las familias obreras y pobres. El PIB per cápita en la región se ha contraído un 4% entre 2014 y 2019 según las cifras oficiales. Esta es la base económica de fondo de los procesos que estamos analizando. Y después de este período de 7 años de estancamiento, el continente se prepara para afrontar la próxima recesión capitalista internacional en condiciones de extrema debilidad.

A su vez el estancamiento económico y el aumento de la desigualdad después de un período de crecimiento ha provocado una erosión muy fuerte del prestigio de las instituciones de la democracia burguesa en todo el continente (según el Latinbarómetro, la confianza en los gobiernos, que entre 2006 y 2010 superaba el 40% en todo el continente, había caído ya en 2018 a poco más del 20%). 

Estas luchas defensivas, como reacción para sobrevivir, se hallaban en crecimiento ante la creciente destrucción de las condiciones de vida de la clase trabajadora a nivel laboral, habitacional, sanitario, ambiental; cuando ha sobrevenido la actual crisis del coronavirus.

Comprender esto y preparase para dar respuestas es deber de todos aquellos que nos consideramos revolucionarios, para ello debemos entender tanto los procesos objetivos anteriormente detallados como la subjetividad de las masas y la clase obrera en particular y es aquí donde están los principales obstáculos, tanto esta confusión creada por el viento de cola de la primer década del siglo que ha sido alimentada por la negativa por el avance desmesurado de los gobiernos de derecha  que le siguieron a aquellos.

Subjetividad que a grandes rasgos ha sido ganada por una conciencia de conciliación de clases apoyada en los «nacional populismos»  pero también alimentada por la adaptación de toda la izquierda tradicional al régimen democrático que no solo contribuye a la confusión reinante  sino que la hace cómplice del desarme teórico-político de la actual vanguardia .

Las presiones de la pandemia sobre la clase trabajadora

Con todas las revueltas sociales suspendidas por las cuarentenas, en la sociedad cunde el miedo, y con el miedo el fascismo aflora cada vez con menos caretas en las redes, en los medios, etc. La disyuntiva sobre cómo cuidar a la población se invierte culpabilizando a la misma población por no cuidarse sola y se zanja con las fuerzas represivas mucho más que con presupuesto para financiar al sistema de salud para paliar o incluso anticiparse a los acontecimientos.

En vez de discutirse las condiciones que nos han llevado a esta pandemia y a la gravedad de la misma, desde la deforestación y el cambio climático, pasando por el hacinamiento urbano y el trabajo precarizado, hasta el desmantelamiento del sistema sanitario y científico, se pone el acento en quienes rompen la cuarentena, que pueden ser un factor agravante pero no el principal. 

Miles de puestos de trabajos se muestran como prescindibles para la vida. Lejos de ser culpa de quienes tienen estos puestos de trabajos, ya que son meros laburantes buscando el pan, esto es culpa del capitalismo que crea trabajo basura para intentar conseguir nuevos nichos de ganancia: uber, rappi, el turismo, la hotelería, gran parte de la “economía del conocimiento”, etc. Mientras la solución de la burguesía es desprenderse de les laburantes y apuntar a que el Estado les de algunas migajas para que no entren en rebelión abierta, esto debe hacernos redoblar nuestros debates sobre la necesidad de repartir las horas de trabajo. Que todes podamos laburar pero sin dejar nuestra salud en unos pocos años por los ritmos frenéticos de la productividad que se exige. Sin laburos basura o en todo caso reconociendo aquellos aspectos que dan insalubridad para acortar aún más las jornadas. La tecnología lo permite, no lo permite el capital.

Discutamos el decrecimiento. La glotonería del capital por ampliar su tasa de ganancia lo empuja permanentemente a la sobreproducción y esto empuja al planeta al colapso ambiental. No solo por la contaminación sino por el calentamiento global que reforzará en los próximos años los peores y caóticos fenómenos meteorológicos y además inundará costas y liberará patógenos congelados hace milenios en los hielos del planeta. Discutamos entonces cómo producimos más de lo que necesitamos. Sobre las toneladas de alimentos que se tiran. Sobre todo lo que se produce para tirar inmediatamente o para que deliberadamente se rompa y salgamos a comprar de vuelta, esto también se sobreproduce. Sobre las presiones político económicas que impiden que se subsidien y prosperen las tecnologías verdes a niveles masivos, sean paneles solares o trenes en lugar de camiones. Sobre las desigualdades sociales que en un mundo inundado de mercancías mata de hambre a millones cada año.

PacifistaTVImagen: PacifistaTV

Mientras tanto, las curitas con las que los Estados intentan paliar la crisis (para Argentina la AUH, subsidio a monotributistas, etc.) no hacen al ser insuficientes y tardías sino descargar el cuidado de la población en las redes que estructuran al capitalismo patriarcal: fundamentalmente las familias, muy escasamente las redes de afinidad. Sean las unas o las otras, en todo caso ratifican la feminización de los cuidados, cuando las visitas a los papás de los chicos han sido suspendidas y miles de tipos aprovechan para no pasar alimentos, cuando mayormente las mujeres se acuerdan de los mayores de la familia y del barrio, cuando lo que no se revolucionó con libertades civiles no se revoluciona en la privacidad de los hogares: división de tareas domésticas por ejemplo. Por el contrario, se agudiza la violencia de género y queda confinada en las paredes de los hogares como si volviéramos 30 años atrás en la historia. Una mujer violentada no puede en estas circunstancias pedir ayuda si su celular es vigilado y posiblemente no huya por miedo a la policía. Es tiempo de seguir promoviendo el feminismo en la sociedad.

La pandemia desnuda las desigualdades con que vivimos en los diferentes países, centralmente por dos cuestiones, una es la política de los gobiernos que obligan a los trabajadores y sectores pobres a cumplir una cuarentena que en muchos caso escapa a las posibilidades ya que las familias necesitan comer a diario, y aquí un porcentaje importante de la población se encuentra entre la espada de la represión y la pared del hambre en su casa.

Esta situación es insostenible en el tiempo, ya veremos cómo comienza la organización en las barriadas que de solidaridad entienden bastante. Aquí se pone en juego la legalidad burguesa, esta no da de comer y, si para procurar el alimento hay que romperla habrá que hacerlo.

Otro factor que está siendo central es la ubicación del sector obrero registrado que no está incluido en las reglas generales, que por la necesidad de las patronales de extraerle plusvalía se ve obligado a acudir a los establecimientos, allí se están desarrollando procesos de autoorganizacion como lo que ocurrió este 25-3 en ll sector industrial de Italia “Es la revuelta de los trabajadores. Desde las fábricas de metales de Lombardía a las de Piamonte, desde las acerías de Piombino a los altos hornos de Taranto, desde las empresas químicas y textiles a las empresas aeroespaciales y los astilleros. Incluso los constructores del nuevo puente de Génova piden un descanso. Huelgas y protestas espontáneas de los que se sienten rehenes del trabajo, obligados a desafiar al coronavirus mientras el resto del país se queda en casa.” (La República, 23/03/2020)”, pero también en otros países como en Francia o Bélgica y en la Argentina particularmente donde los trabajadores de Acindar Villa Constitución, Ternium de Ensenada o las fábricas de electrónica de Tierra del Fuego con sendas asambleas  decretaron el pase a cuarentena de hecho, como estos hay ejemplos en cientos de lugares por todo el planeta. U otros de los sectores indispensables que viéndose obligados a prestar servicio pelean por conseguir mejores condiciones sanitarias o condiciones de trabajo menos peligrosas como las y los banderilleras del tren sarmiento que lograron que les acomoden los horarios a jornadas de seis horas un día cada tres sin detrimento del salario.

Estos procesos donde trabajadores y trabajadoras ponen límites a las patronales son los que debemos resaltar, que se sepa que en esta pandemia no somos uno, somos dos, unos que con todas las comodidades cubiertas solo quieren aprovecharla para sacar mejor tajada aún de la que ya sacan y otros que empiezan a ver que a ese poder se lo enfrenta con organización y lucha, con o sin apoyo de los gremios. Unos que pueden refugiarse en sus hogares a esperar que pase la tormenta y otros que salen impulsados por sus necesidades a procurar, alimento, vivienda y todos sus derechos elementales a los que los estados no dan ni dieron nunca solución.

Al mismo tiempo se promueve la puteada no empática a quien sale y no sabemos por qué salió. Suceden los llamados “excesos” policiales en la completa indiferencia de la mayor parte de la población. Cerca del 24 de marzo políticos se atreven a pedir que salgan los militares a las calles. Se sacan notas elogiando el control orwelliano por medio de cámaras con reconocimiento facial y celulares rastreados por gps en países como Corea o Israel. Es tiempo de hacer énfasis en la política de DDHH y el valor de las libertades democráticas.

Como revolucionaries debemos señalar todo esto, tratar de tender redes solidarias  y cuestionar el énfasis en la respuesta represiva por sobre la sanitaria y solidaria, provenga del gobierno o provenga del muro de facebook de cualquier persona.

Es poco realmente lo que podemos de hacer desde el encierro. Decirlo no nos hace menos revolucionaries. En todo caso nos tiene que poner a pensar sobre los límites de nuestras herramientas organizativas actuales en tiempos de un salto cualitativo en lo represivo que difícilmente vuelva del todo para atrás.

Pero no podemos renunciar sin más a la militancia y dedicarnos simplemente a sobrevivir cada une en su aislamiento. Debemos redoblar esfuerzos aunque sea desde lo comunicativo para dar los debates que llevan a la clase trabajadora a organizarse contra un capitalismo patriarcal: ¿Qué vida queremos vivir? ¿Queremos volver a la normalidad? La normalidad ERA el problema. Solo derrocando a este sistema podremos proyectar una vida que valga la pena ser vivida.

 

Sobre la Pandemia, el 24 de marzo y demás yuyos

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Mientras escribo sigo viendo debates entre compañeres sobre si marchar o no el 24 de marzo. Quisiera comenzar por rescatar aquellos elementos de análisis de uno y otro lado de ese debate que me parecen atendibles:

Quienes impulsan no marchar se dividen en dos sectores. Un sector obedeció al presidente la semana pasada comandades por figuras como Hebe de Bonafini quien este año no sólo se prendió al “hay que dar vuelta la página” sin disculparse (como superficialmente lo hiciera el presi) sino que sumó un “los juicios que ya están, ya están”, cagándose en la lucha de decenas de familiares, sobrevivientes y comisiones que pugnan por avanzar en la lenta y tortuosa senda judicial. No pretendo debatir con ese sector, porque lamentablemente gran parte de esos sectores se encolumnan con el Frente de Todos que al día de hoy le levanta las licencias al personal de salud con enfermedades respiratorias crónicas, le pide a docentes que cumplan horario en escuelas vacías y libran de aportes patronales a empresas que ni piensan en licenciar trabajadorxs mientras se olvidan de que la masa de trabajadorxs informales (monotributistas y no encuadrados en ese sistema) y cooperativistas simplemente no pueden afrontar una cuarentena.

El sector, al que pertenezco, es el que sostiene, al interior del Encuentro Memoria Verdad y Justicia, la necesidad de levantar la marcha del 24 de marzo. Por cuidar a quienes marcharían con nosotres y por cuidar a lxs principales referentes del movimiento de DDHH independiente del gobierno, que generacionalmente son grupo de riesgo (ex detenides, familiares, madres, etc). El argumento del cuidado es el primero y es más que atendible.

Del otro lado, compañeres argumentan que se puede marchar con algún tipo de protocolo sanitario (no estoy al tanto los detalles), y que todo esto no es más que una “capitulación” al gobierno peronista.

Voy a esforzarme por rescatar algunos argumentos de este sector con el que no comparto:

Es cierto que un buen manejo de la pandemia (que dadas las denuncias de CICOP y varios otros sectores no es tal) le reditúa al presi una mejora de su imagen: Por un lado se muestra como el líder sin CFK (que está en Cuba), como el gran articulador con la oposición (la famosa conferencia con Larreta y Kichi…) Por otro lado todo esto oculta la gravedad de otro montón de incidentes de salud: La actual epidemia de dengue con el agravante de la aparición de una nueva cepa que arriesga la salud de quienes ya fueron infectades y sin ninguna medida concreta para paliarla (ni reparto de repelente, ni fumigación y no porque abracen la agroecología…). También el coronavirus invisibiliza la epidemia de sarampión, los casos de tuberculosis en el conurbano y la epidemia de sífilis. Es cierto que con esto quedan fuera de agenda todas las promesas electorales de legalización del aborto y de la marihuana, y que la recesión se va a ver agravada por la cuarentena. Entonces sí, es cierto que el gobierno peronista va a gozar de una primavera de confianza extendida a nivel de masas porque lo que no sea pesada herencia del macrismo va a ser explicable por un evento único en la historia reciente.

roca-1anredAsí viajaban en el tren Roca el 16 de marzo. Imagen: Anred

Único. Aquí es donde comenzamos a disentir. Si uno rasca un poco el debate con estos compas, resulta que en algunos casos no se cree realmente que la pandemia sea tal. Se la compara con la influenza, con la gripe A o simplemente se la minimiza.

Por eso vamos a invertir el orden de los factores y analizar desde el materialismo histórico un poquito este tema de la pandemia.

El mundo arrastra una crisis económica gigantezca producto de no haberse recuperado nunca del todo de la crisis de los 70, ya que la burguesía reorientó su economía a las finanzas donde hizo estallar primero la burbuja de las punto com y luego la de las hipotecas. Si bien en el medio tuvieron como bocanadas de aire la imposición trasnacional de privatizaciones de servicios públicos y reformas laborales a lo largo y ancho del mundo (aquí en los 90), logrando que muchos países se endeuden más y más y paguen casi siempre. Además las empresas que no fundieron actualizaron su base tecnológica logrando descentralizar mundialmente su producción, aprovechando de paso cañazo la oportunidad de la evasión fiscal offshore y en muchos casos construyendo plataformas tecnológicas que lograron captar nuevos mercados donde no los había (como el mercado de celulares: el pobre laburante de rappi necesita comprar el suyo para trabajar/vivir). Aun así, no logran reponerse la tasa de ganancia.

Y este año se suman los cierres de fronteras, caída del turismo y en los países afectados más profundamente freno de la producción. Además sus gastos estatales con la inyección de recursos o recortes impositivos a los sectores más golpeados. Las bolsas de valores vienen cayendo a ritmos que no se ven desde el 2008, y aun a pesar de que ya inyectaron más guita estatal que el histórico rescate de ese año de EEUU a la banca yankee. La demanda de petróleo viene en picada también, lo cual deja fuera del juego a todos aquellos capitales que exploten yacimientos no convencionales (fracking como en vaca muerta). Y por sobre esto, la OPEP se dispone a hacerle dumping a sus pares de otros países produciendo más que nunca. Las tensiones geopolíticas escalan aunque lo disimulen entre titulares sobre la pandemia.

A mí me da de pensar que es poco probable que el capitalismo decida bajarse a sí mismo los dientes a piñas…. Pienso que si fueran a perder plata lo harían pensando en ganar la confianza del proletariado como se hizo durante el “sueño americano” fordista para competirle al estalinismo. Claro que no hay una gran revolución triunfante que combatir ideológicamente aunque haya millares de luchas defensivas in crescendo a lo largo y ancho del mundo.

Pero más allá de mis intuiciones a partir del análisis de la economía mundial podemos acudir a la evidencia de las ciencias biomédicas sobre la pandemia. Están disponibles en internet por lo menos los resúmenes de las publicaciones científicas que van determinando las características difundidas por todos los gobiernos del virus: es más infeccioso que una gripe, y tarda más en incubarse, lo cual hace que se propague muchísimo más, además que causa complicaciones más graves. La influenza mata más gente, es quizás cierto. Quizás digo porque no tenemos un año de esta pandemia para saber cuánta gente va a morir. Y digo cierto porque hay vacunas contra la influenza, la burguesía y ciertas franjas de la clase trabajadora se vacunan y zafan, les pobres mueren, como siempre. Como la tuberculosis, el sarampión, etc. Se pueden consultar también modelos estadísticos sobre los cuales se construyen las medidas de cuarentena que se están aplicando. Y datos reales de qué sucedió ante distintas políticas sanitarias en diferentes lugares del mundo.

De hecho, dado lo que sabemos científicamente sobre esta pandemia deberíamos estar exigiendo medidas mucho más enérgicas de cuarentena para todos los sectores no esenciales, y una centralización de todo el sistema público y privado de salud con comités de crisis con el debido presupuesto en cada hospital.

No, mientras discutimos si hay que marchar o no, le levantan las licencias al personal de salud de grupos de riesgo y no llegan las partidas necesarias para afrontar esta crisis con insumos adecuados. Se subestiman los casos ya que como el gobierno no viene reconociendo que hay circulación autóctona para no saturar la endeble estructura del Malbrán solo hisopan a quienes vienen de Europa y sus contactos cercanos (y no a todes, nos consta de relato de laburantes de salud). No a toda la gente que les rodea que es mucha.

Solo si viviéramos en el Truman show podríamos pensar que tamaño caos económico y sanitario viene orquestado por la hidra de mil cabezas de la burguesía. Nos olvidamos que no hay tal unidad de mando entre ellos, aunque sepan cerrar filas en nuestra contra. Y pareceríamos olvidarnos de la capacidad de análisis de millones de personas que deciden voluntariamente acatar la cuarentena, no porque tengan sangre de corderitos y carneros, sino informándose… Sí, en la web, en la web que tampoco tiene una unidad de mando.

Sobre la marcha, ya por suerte primó la postergación. No quiere decir que nadie baje sus banderas (al menos no las bajamos quienes estamos todo el año tratando de aportar algo en DDHH). Al contrario puede servir para mostrar que nuestra lucha no depende solo de la fecha, sino que promueve un contenido. Un contenido de solidaridad de clase y de memoria histórica.

Recordemos por qué se luchó en los setenta. O más bien aprovechemos para divulgar por qué luchamos hoy. ¿Cómo sería afrontar una pandemia de estas características en el socialismo/comunismo? ¿Un parate de esta magnitud de una producción socialista y ecológica resultaría tan evidentemente en una clarificación de los cielos y las aguas del planeta o quizás se podría concebir formas de producir donde no se apurase artificialmente la evolución de las peores pestes?

Sé que es una decisión dura de tomar. En mi querida comisión de vecinos de campomar fue un debate áspero pero sincero y fraterno. Sé que aun no estamos del todo de acuerdo, pero tratemos de anteponer un método a nuestro análisis. Que para teorías conspiranoicas ya hay mucho pancho en internet ¡Hasta terraplanistas hay! Por supuesto que nos quieren mansxs, no nos tendrán. Exigiremos no sólo más salario o que no maten a las mujeres, no sólo juicio y castigo a los genocidas y basta de gatillo fácil, sino que exigiremos todo. Todo lo que nos merecemos quienes producimos todo.

@lunotaroja

Dos meses del nuevo gobierno

El gobierno del frente peronista Todos presenta continuidades y rupturas con los gobiernos anteriores dadas por las expectativas de sus votantes, los intereses económicos de los que depende y las características del capitalismo actual a nivel nacional, regional y mundial.

 

Un poco de historia reciente

El ciclo de gobiernos llamados “progresistas” de 2001 a 2015 se basó en aprovechar el ciclo de altos precios de los commodities para sacar a los sectores más marginados de la pobreza absoluta, garantizando la estabilidad del orden neoliberal, pero sin cuestionar la distribución de la riqueza entre trabajadores y patrones en el orden neoliberal. O sea, la distribución de la riqueza fue entre trabajadores, sin que los patrones aportaras nada, de hecho, ganaron aún más que antes.

Para eso aprovechó en su beneficio la heterogeneización de la clase trabajadora generando un falso enfrentamiento entre trabajadores que estarían mejor y aquellos que estarían peor, debiendo aceptar los primeros sacrificios para ayudar a los segundos, aunque en realidad esa era una cobertura para que los patrones se sigan llevando el grueso de la tajada (la riqueza del uno por ciento más rico de la sociedad creció mucho más veloz que la media de los países). Los gobiernos como el de Macri aprovecharon ese falso conflicto a su vez para achacarle a los trabajadores más marginados los problemas que tenían los trabajadores mejor ubicados socialmente, y así seguir encubriendo a los patrones.

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Esa salida de la pobreza extrema fue presentada como el surgimiento de una nueva clase media, cuando en realidad se trataba de hogares apenas por encima de la línea de pobreza, que podían acceder a consumos de corto plazo, pero no a bienes de largo plazo (por ejemplo, una buena casa con todos los servicios públicos), ya que sus salarios no dejaban un gran margen de ahorro y en muchos casos sus empleos eran precarios. Esto explica por qué rápidamente estas clases cayeron de nuevo en la pobreza ante el primer vaivén en el ciclo económico.

En Argentina, en el marco del fin del boom de los comodities y de una economía mundial con un magro crecimiento tras la crisis del 2008, la economía se encuentra estancada desde 2011 y la burguesía necesita relanzar sus ganancias metiendo un ajuste. El mismo fue pospuesto o hecho a cuentagotas entre 2011 y 2015. Este es un factor, entre otros, que llevó a la derrota al gobierno kirchnerista en 2015 (y no una suerte de autoodio de las clases medias que nadaban en plata como intentó presentarlo el progresismo).

El gobierno de Macri llegó con la misión de realizar el ajuste que demandaba la burguesía, pero no lo pudo hacer en toda la profundidad que quería por la resistencia que opuso la clase trabajadora, y que parcialmente apoyó el peronismo en su lugar de oposición. En el medio la burguesía aprovechó para hacer otro gran negociado tomando créditos a dos manos y fugando la plata del país, mientras nos dejaba la deuda para que se haga cargo el resto de la sociedad. El FMI fue socio en esa tarea, pero no fue el principal impulsor de la misma.

 

El ajuste continúa porque el poder sigue en manos de la burguesía

Como en 2015 pero a la inversa, en 2019 un porcentaje de quienes habían votado al macrismo volvió a votar al peronismo con la esperanza de que ponga fin al ajuste, y esa esperanza es uno de los factores con los que debe lidiar el actual gobierno.

En un contexto internacional en que el capitalismo mundial sigue con un crecimiento muy débil y agudizando todo tipo de conflictos geopolíticos, sociales y ambientales, con las consiguientes resistencias en algunos pueblos, el gobierno nacional busca reeditar la pelea entre trabajadores en peor o mejor posición, mientras sigue el ajuste que Macri no completó y los patrones responsables de la crisis no solo siguen impunes, sino que siguen recibiendo beneficios.

Así, el gobierno redujo las jubilaciones que hubieran recibido quienes cobran más de 16500 pesos con el argumento que ese era el único modo de aumentar un 1% extra la mínima, o extender la cobertura de medicamentos, pero en realidad globalmente se ahorra 5000 millones al mes en jubilaciones, o se negó a salvar por 2000 millones de pesos a los endeudados con créditos para vivienda única diciendo que la prioridad eran los más pobres, pero en simultáneo le perdona deudas por 160000 millones a los empresarios. Una vez más, redistribución entre trabajadores para encubrir una fenomenal transferencia de recursos a la burguesía.

La clase burguesa es la responsable de la crisis y del endeudamiento, por eso el foco no debe ser el FMI o no pagar la deuda (entre 2002 y 2004 se dejó de pagar y hubo un gran ajuste igual) sino que los burgueses paguen por la deuda que generaron y no los trabajadores hacernos cargo. En el actual sistema los beneficios se los apropia la clase burguesa en forma privada, pero los costos los debe asumir el conjunto de la sociedad y, en particular, la clase trabajadora. Solo el socialismo puede acabar con este modo en que se dan las cosas.

En simultáneo el gobierno busca aparecer ante las potencias mundiales como el garante de que en Argentina no haya crisis como las que afectan a Chile, por ejemplo, y manda a su canciller Felipe Sola a profundizar los lazos comerciales con el Brasil de Bolsonaro, la Unión Europea de Macron o el mismo Chile.

Para completar el panorama, no pudiendo ni queriendo pensar otro modo de desarrollo, ya que no puede ni quiere romper con la burguesía local, sueña con la megaminería, el fracking, los monocultivos y demás elementos del extractivismo para obtener una fuente de dinero que le permita gobernar sin tocar a los poderosos, mientras pasa por encima la lucha y la vida de los pueblos del país. Así, por ejemplo, subsidia en 30000 millones al año a las gasíferas en Vaca Muerta a sabiendas que el planeta se va al tacho si se continua por esa vía, o pactó con las mineras proyectos en varias provincias, de los cuales el ejemplo que se nacionalizó fue Mendoza por la resistencia popular.

En este contexto, y con la necesidad de dar esperanza a sus votantes se han tomado medidas de corto plazo, como el congelamiento de tarifas por seis meses, razón principal de que la inflación de enero fuese de 2,3% (aunque en alimentos fue el doble). Esas medidas buscan hacer digeribles, con el concurso de sindicalistas afines, la imposición de aumentos de suma fija que buscan bajar salarios y nivelar hacia abajo los salarios de los trabajadores. Pero a la par ya se han comprometido con los monopolios de servicios a aumentar tarifas una vez que pases las paritarias a la baja, y ahí otra vez buscarán explotar la lucha entre trabajadores, diciendo que quienes ganan un poco más deben pagar más para que no paguen tanto los que tienen menos, mientras las empresas se la siguen llevando en pala mientras dan un servicio pésimo.

Por otro ello, es necesario insistir una y otra vez, a medida que se desgaste el consenso del gobierno sobre todo en aquellos sectores menos fanatizados, que la clase es una sola, y que los culpables de la situación del conjunto de la clase son las patronales.

También en este contexto, es probable que se tomen medidas que, en principio, no requieran un gran desembolso de fondos y que busquen cooptar para el ajuste a sectores importantes de movimientos de masas. En esta línea podría estar la legalización del aborto, la creación de un ministerio de la mujer, la creación de una secretaría de agroecología, la prohibición de importar basura, junto a otras medidas que no aplicó el macrismo por reaccionario pero que no hacen a la estructura del orden neoliberal. Es necesario estar en los movimientos de masas desde una perspectiva de clase, que muestre el desigual impacto de estas medidas según la clase social, que desnude el cinismo al compararlo con las políticas concretas en los territorios, que exija el real desembolso de dinero para hacer de las palabras hechos concretos.