Material para debate: La coyuntura actual y las tareas de la izquierda.

La situación mundial en la que nos encontramos es la de un capitalismo que luego de la crisis de fines de la década pasada no logra aumentar en forma significativa sus índices de crecimiento y asume una actividad cada vez más depredadora sobre la clase trabajadora y sobre el conjunto del planeta. De hecho, China, que venía siendo la locomotora que “tapaba” un poco esta situación atraviesa hoy una ralentización de su economía como la de 2009.
Esto se expresa políticamente en la creciente disputa entre las diferentes potencias tanto en el plano económico, por ejemplo, la carrera proteccionista impulsada por Trump frente a China, con miles de millones de dólares en juego, como militar, cuya expresión siria es la más evidente pero no la única, sino que también se refleja en todo el este europeo (con las llamadas guerras del gas y la disputa ucraniana), así como los conflictos entre chinos y estadounidenses en el Mar de China y los recientes ejercicios conjuntos entre China y Rusia.

El rol de Argentina en este contexto

En América Latina como parte de la búsqueda por parte de los capitales de las potencias por acaparar recursos escasos, como los naturales, vemos una creciente presencia del imperialismo expresada en bases militares y, simbólicamente, en la realización de una cumbre del G20 por primera vez en nuestra región.
En este marco, en la búsqueda de insertarse mejor en un mundo estancado y más cerrado, es que se asistimos al proceso de ajuste encarado por la burguesía argentina, el cual se da, por un lado, con la clásica formula de recuperar competitividad externa mediante la devaluación que hace más baratos nuestros salarios, pero, por otro lado, nos permite vislumbrar que la ofensiva burguesa no se conformará con ello y apunta a destruir derechos obtenidos por la clase trabajadora.
Es necesario remarcar que esta inserción como capitalismo dependiente proveedor de materias primar es la más conveniente a la burguesía de nuestro país, razón por la cual resulta estéril poner esperanzar en algún tipo de burguesía nacional que tome otro camino de desarrollo o pedirle que enfrente a los grandes capitales de los países imperialistas.
Si bien las pymes son en el corto plazo severamente afectadas por la contracción de la economía causada por la devaluación y, por lo tanto, son aliadas circunstanciales en la lucha contra el ajuste a corto plazo, ello no debe confundirse con una promoción de una alianza estratégica a mediano y largo plazo. Hay que atraer a la pequeña burguesía que se ve proletarizada en estas circunstancias, sabiendo que la pequeña burguesía que sobreviva y se beneficie de un nuevo ciclo de expansión económica estará en la vereda de enfrente en la cuestión referida a la pérdida de los derechos laborales.

Con respecto a la devaluación, aún está por verse en qué grado será efectiva para relanzar la ganancia de la burguesía local. A diferencia del 2002, la última gran devaluación que dio paso al crecimiento de los años siguientes, el país se encuentra en un largo proceso inflacionario y, pese a sus severas limitaciones, la clase obrera está mejor preparada, de allí que no se pueda descartar que el aumento de precios se “coma” la mejora de la competitividad. Evaluar este aspecto con más exactitud será importante para saber con qué contexto deberemos hacer política en el 2019 y 2020, si con crecimiento económico o en un marco de estancamiento.
Con respecto al flanco más importante a mediano plazo, la destrucción de derechos, no se acota solo a los intentos de modificaciones legales vía el Congreso, que son los más evidentes y susceptibles de ser enfrentados al nivel de la política de la democracia burguesa, sino que se expresan en las negociaciones especificas por sector, donde se requiere la organización desde abajo para enfrentarla. Este aspecto es central a la hora de idear iniciativas políticas.

Nuestra clase

Yendo al estado de nuestra clase, en un marco en el que el gobierno va a seguir profundizando el ajuste, se observa un creciente malestar producto de que las bases están muy golpeadas, en los barrios se siente que “no hay un mango”, y eso implica una presión grande desde abajo que puede generar estallidos. Pero por ahora no se observa un estado de movilización masivo y más o menos continuo. En diciembre del año pasado se dieron grandes luchas, pero luego decayeron, no hay grandes eventos autoconvocados, las bases no están desbordando a sus direcciones sindicales o en conflictos que trascienden se conforman con soluciones mínimas y de corto plazo.
Por esta razón creemos que al día de hoy no hay condiciones para hablar de situación pre-revolucionaria ni mucho menos revolucionaria. La burguesía se encuentra aún muy abroquelada en su proyecto de ajuste, el cual avanza no tan rápido como quisiera, pero avanza. Del 2001 aprendió la necesidad de contener a los sectores más pauperizados mediante planes sociales y el control territorial; la burocracia sindical aún tiene el control de la situación, el aparato represivo mucho más grande que hace unos años. A ello hay que agregar que los 12 años de kirchnerismo cumplieron un rol muy importante en relegitimar el Estado burgués y las instituciones representativas, de allí que amplios sectores de la clase tienen una conciencia reformista y legalista, poniendo sus esperanzas en las elecciones y en la intervención estatal.
Si bien no se puede negar el carácter de masas que ha adquirido el movimiento de mujeres y feminista, de cuya dinámica y diversidad deberíamos aprender como izquierda, lo cierto es que en su mayoría sus direcciones también son reformistas y legalistas, a lo que se suma la creciente injerencia de las organizaciones k, que profundizan esa línea.
A todo esto, debe sumarse una izquierda desorientada y cansada, que corre detrás de cada frente que se va abriendo, sin unidad ni dirección clara.

Por otra parte, en el marco del auge de figuras autoritarias de derechas en distintos países del mundo, cuya última expresión es Bolsonaro en Brasil, es necesario también tener en cuenta no solo la falta de conciencia y organización en nuestra clase, sino la proliferación de ideas reaccionarias a su interior que, en el marco de una crisis económica y con los regímenes “progresistas” desacreditados en parte de la población en cuanto a su capacidad de resolver toda una serie de problemas estructurales, podrían ser aprovechados por derecha para generar una corriente de opinión política que permita profundizar el giro represivo necesario para implementar políticas de ajuste.
En principio esa política se expresa al nivel de los microfacismos, dando vía libre desde el Estado al accionar de grupos localizados en el territorio que, reclutando mano de obra de los sectores que son golpeados por la crisis, y tomando la experiencia previa de las mafias ya utilizadas largamente por los partidos políticos del régimen, se ocupan de una represión mucho más localizada que las grandes represiones de masas como las que vimos en diciembre de 2017. Además, se combina con otra nueva forma del poder territorial que es la dada por la proliferación en los barrios populares de toda una red de Iglesias evangélicas, ultraconservadoras y militantes, que se vienen a sumar al aparato que ya tenía la Iglesia Católica. Y por último termina su amplia inserción capilar en la clase mediante verdaderos ejércitos de trolls y bots que difunden y replican estas ideas vía redes sociales, aprovechando que las mismas hoy son la principal fuente de información sobre la realidad en nuestra clase.
En definitiva, en una sociedad balcanizada por la crisis y el ajuste coyuntural y estructural, todas estas redes al servicio de la burguesía se hacen fuertes.
De todos modos, no es descartable que eso pueda pasar a una escala macro si las necesidades burguesas así lo demandan, la base material la tienen con el pertrecha miento de armas y personas que vienen creciendo exponencialmente hace años y que con la excusa del G20 ahora ha dado un salto importante con la adquisición de entrenamiento y equipos.
Ante el fin de la utilidad para la burguesía de la variante neoliberal populista para gestionar nuestras sociedades, es la variante neofascista la que se encuentra en ascenso.
Entonces, ¿qué hacer?

Hoy muchxs esperan un 2001, pero más allá que el 2001 requirió años de preparación y condiciones más extremas que las actuales, con lo actuales niveles de organización y conciencia un estallido no asegura nada. No alcanza con slogans estereotipados y pensados para otras circunstancias, que se repiten en forma automatizada. Resulta necesario partir de las condiciones materiales en las que nos movemos y que fueron señaladas antes.
En las actuales condiciones de conciencia y organización, en un contexto en que la burguesía a nivel nacional y mundial viene por más ajuste y destrucción, es necesario explicar a lxs compañerxs que el problema es sistémico. Tan importante como movilizar es la asamblea, la reunión, en donde se trabaje y explique la derrota de largo plazo que quiere infligirnos la burguesía.
Tomemos por ejemplo la consigna “Asamblea constituyente ya”, más allá de analizar qué pasó en la revolución rusa cuando los bolcheviques la convocaron (ganaron los socialistas revolucionarios), es necesario pensarla para un país donde la clase tiene conciencia reformista y legalista, donde la izquierda solo tiene el 5% de los votos. En ese contexto más que una consigna que se puede interpretar en clave reformista y legalista se requiere una crítica radical de la democracia burguesa, su incompatibilidad con la democracia proletaria. Necesitamos demostrar que hoy el democratismo es una traba para las luchas que requieren enfrentar los gobiernos neofascistas, no hay ni asamblea libre ni soberanía en los marcos del capitalismo. O la propuesta de control o gestión obrera en un contexto en el cual la burocracia sindical controla la situación.
Es necesario explicar por qué dentro del capitalismo a mediano plazo solo hay ajuste y muerte. Esto quiere decir no apoyar las luchas concretas contra el ajuste, pero siendo claros que a mediano plazo sin ruptura con el sistema estaremos peor que antes, una migaja en un sistema que nos lleva al abismo. Es necesario fomentar en la clase un nuevo sentido común contrahegemónico que impugne al capitalismo, con elementos antipatriarcales y ecologistas, en definitiva, sin confianza en el actual orden social y revalorizando el ideario socialista y revolucionario.
Aprovechar para avanzar en la unión política de estas luchas partiendo del hecho de que hoy el feminismo es un tema que moviliza y divide aguas en las nuevas generaciones.
Tanto a corto plazo, para que la bronca puede expresarse y resistir lo más posible los ajustes, como a largo plazo, la creación de nuevas formas organizativas y de conciencia, requiere partir de lo concreto a la hora de actuar. La realidad determina la organización adecuada y no a la inversa, avanzar en campañas entre múltiples grupos, priorizando siempre la unidad de la clase, con organizaciones con libertad de tendencias donde la praxis vaya saldando debates, abandonando las certezas a priori.

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